Ante el éxito internacional de la narrativa cubana de la última década, el presente artículo se dedica a reflexionar sobre el papel desempeñado por la poesía en el nuevo panorama sociodiscursivo de Cuba a partir de los 90. Si dicha poesía se fragmenta, se vuelve cada vez más sobre sí misma, y se hace crítica consigo misma, acorde con el proceso seguido por ese género literario en Occidente, también ella manifiesta rasgos que contribuyen a distinguirla en todo ese proceso; a saber, la revisión de su propio lugar en (la) relación con la vieja Utopía de los 60; la reconsideración de sus funciones en el trasfondo de una época marcada por el paso del mito a la tragedia; el diálogo replicante con la tradición poética cubana que más participó de la orientación épica-mitificante... En ese contexto de fragmentación, diversificación y diasporización del tramado sociodiscursivo y de sus principales contribuyentes, se impone un reacomodamiento semántica e ideológico de términos como exilio, «quedarse», «adentro», «afuera», entre otros. Así pues, la poesía cubana de la década de finales del siglo XX sigue siendo -como ha solido serlo a lo largo de su historia- un género de punta, extremadamente sensible a las nuevas o alteradas vibraciones de su contexto sociocultural
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