La chimenea se ha convertido en un icono, en un hito emblemático del paisaje industrial. Desde las primeras chimeneas en ladrillos, especialmente las de gran altitud, desarrolladas en la fase preindustrial y la revolución industrial iniciando su declive en los albores del siglo XX con las primeras realizaciones en metal y después con el cemento armado.
La chimenea como herencia del pasado forma un capitulo importante de la historia de las alturas cuya dimensión constructiva esta oscurecida por los modelos arquitectónicos más nobles. Su evolución y tecnología se analiza en países como el Reino Unido, Italia o incluso Estados Unidos permitiendo adentrarnos en un mundo desconocido e importante, tanto en su faceta histórica, como funcional y estética en las técnicas industriales y de la construcción.
Una chimenea es una presencia incómoda, una torre anómala, que emite humo, asociada a la imagen más negativa de la industrialización. Una torre inaccesible, inhóspita, totalmente vacía en su interior, un inquietante abismo que transfiere los humos al cielo. Una construcción relativamente frágil, expuesta a una rápida degradación una vez terminada su vida útil. Pero, sobre todo es una referencia simbólica de la civilización industrial de estos últimos siglos que domina y preside nuestros territorios.
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