Basándose en el análisis de campañas publicitarias contra la violencia de género que han impulsado las instituciones de ámbito nacional y regional desde el año 1998 hasta ahora, el artículo quiere incidir sobre todo en tres aspectos. Por un lado, a pesar de los cambios que con el paso de los años se han ido introduciendo en los eslóganes y las imágenes de las campañas, sus gramáticas siguen prácticamente intactas, de tal forma que el discurso prosigue insistiendo en prestar asistencia a las mujeres que, para ser ayudadas, deben de denunciar; y continúa dejando de lado su empoderamiento. Por otro, esta representación de la violencia, sobre todo física, y de las mujeres como víctimas está generando, paradójicamente, violencia simbólica hacia ellas. Por último, el artículo defiende la tesis de que, de esta forma, se está levantando una barrera entre un nosotros no maltratados y unas otras de ojos morados o sonrisas serenas, extrañas, opacas y vulnerables a las que hay que proteger.
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