Estos tres verbos que nos resultan extraordinariamente familiares en nuestro devenir diario recogen la base necesaria para abordar con éxito la comercialización de cualquier producto hortofrutícola. Constituyen en si mismos las premisas básicas a la hora de afrontar con resultados satisfactorios la culminación de un largo proceso en que se han invertido tantos recursos, tras la cosecha es el consumidor el que juzga el trabajo realizado, y lo hace sin contemplaciones, compra o no compra, y ante esta realidad incuestionable solo queda plantearse, ¿realmente deseamos dejar al capricho del mercado el futuro de la rentabilidad de mi producto? o es el momento de plantearse como influir en la decisión final del consumidor potencial.
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