La madurez de un sector se suele traducir en dos cosecuencias fundamentales. Por un lado la falta de ideas y materialización de estas en nuevos procesos y productos en pro de la innovación. Y como segunda consecuencia en una falta de ventajas competitivas sostenibles reflejada en la identidad de la marca. Nuestro sector hotelero nacional sufre de dicha madurez y una de las consecuencias también implica un mayor control de los costes. Las personas pueden ser factores determinantes, es importante apostar por una formación especializada.
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