La obra de Lawrence fue una exacerbación del instinto frente a la razón, de la pasión vital frente al intelectualismo, de la espontaneidad frente al convencionalismo y la sumisión. Lawrence sería también un expatriado y de forma explícita, responsabilizaría de la infelicidad del hombre moderno a la hipocresía y falsedad de la civilización europea. Su desafiante vitalismo, no exento de resonancias criptofascistas -puesto que Lawrence veía en la democracia la forma política natural del gregarismo de los europeos- le llevaría a abogar por una liberación de los instintos primarios del hombre, y en concreto, del sexo, como vía hacia su plena realización y hacia su verdadera libertad.
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