La autora pone de relieve el divorcio existente entre la investigación educativa y la práctica docente, planteando que los investigadores desconocen la realidad de las aulas y los profesores no incorporan a su práctica los avances de la investigación. Un tercer elemento en discordia lo constituyen los políticos que emprenden sus reformas sin tener apenas en cuenta el saber de unos y otros, dando más cabida a posiciones ideológicas que científicas.
Añade que en el proceso de transformación de los sistemas educativos en organizaciones que aprenden pueden jugar un papel importante las estructuras mediadoras capaces de poner en contacto las tres comunidades interesadas (profesores, investigadores y responsables de las políticas educativas). Tras analizar las redes y organismos que varios países han puesto en marcha para realizar esta función -OCDE, Eurydice, PREAL- , destaca la potencialidad mediadora de la Inspección de Educación que podría aportar su cualificado saber a la toma de decisiones.
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