Entre los años 1329 y 1458, el reino de Valencia asistió al desarrollo de un movimiento asociativo, paralelo a otras regiones europeas, que dio lugar a la aparición de un buen número de corporaciones divididas en dos grandes grupos: cofradías religiosas y cofradías de oficio. Sus objetivos eran cubrir una serie de necesidades espirituales y benéficas, pero también servir de representación a los oficios artesanos, buscando así una mayor influencia en el mundo urbano a través de la ostentación de una serie de símbolos, que permitieron un alto grado de exhibición social.
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