España ha pasado, en poco más de dos décadas, de ser sede de importantes inversiones a sufrir en carne propia los efectos de las deslocalización de actividades productivas. Las repercusiones potenciales de este fenómeno, en buena medida consecuencia natural de desarrollo económico y social alcanzado desde entonces, pueden verse amplificadas debido al proceso de creciente internacionalización económica en el que nos encontramos. inmersos.
Estas repercusiones no se miden, sin embargo, sólo en términos de pérdida neta de puestos de trabajo, sino también de presión para la degradación de las condiciones de trabajo y la reducción de los niveles de protección social. De ahí que resulte del mayor relieve interrogarse, como se hace en el presente estudio, por las líneas políticas más adecuadas para responder con perspectiva de futuro a las presiones que sobre nuestro sistema de relaciones laborales ejerce la oleada deslocalizadora actualmente en curso.
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