Ha pasado un año desde las gigantescas protestas antijaponesas en China. En los últimos meses ha seguido aumentando la tensión entre Pekín y Tokio, recalentada por temas históricos estrechamente vinculados al presente político y material del vínculo bilateral. La calidad de la relación entre los Gobiernos ha seguido descendiendo y el contacto diplomático al más alto nivel ha sido discontinuo. Así las cosas, las declaraciones y los gestos cobran más importancia que nunca.
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