Roma y Lido-Ostia. Marzo y diciembre de 2005. Éxito y fracaso. Dos maratones, una expresión. Palabras grabadas en un i-pod al ritmo de una orquesta que dirige el corazón y que interpretan unas Saucony. Resultado: una música que suena a cotidiano y tiende a la épica, una canción de Dylan sentado en un Cadillac por el desierto de Arizona. Sin sombrero.
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