A lo largo de cien años el cine no ha legado no sólo una gran parte de nuestra mitología en imágenes, sino también una herencia musical que de inmediato asociamos al patrimonio del séptimo arte. Este artículo defiende la formación global del educador, ya que el conocimiento por parte del docente de los ámbitos complementarios de la imagen y de la música le permitirán adecuar sus enseñanzas al escenario audiovisual. De este modo, la educación artística puede convertirse en amortiguador crítico del actual poder mediático de la televisión y los avances informáticos
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