Desarrollo en este trabajo la hipótesis de que los carros protohistóricos constituyeron objetos de prestigio y atributos de honor para las aristocracias guerreras en proceso de consolidación como clases dirigentes y que, como tales, el contexto arqueológico de estos vehículos debería estar constituido por objetos o símbolos asociados a una determinada mentalidad, de tipo elitista, propia de los grupos sociales dominantes. A partir de aquí repaso las fuentes arqueológicas que tradicionalmente han servido a los autores para defender la existencia de carros en el suroeste peninsular en momentos anteriores y coetáneos a la colonización fenicia, rechazándose por improcedentes unas (pinturas rupestres de Peñalsordo) y manteniéndose entre interrogantes otras (estelas decoradas del suroeste).
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