En la gran ciudad poscolonial de La latrine, Séverin Cécile Abéga evoca los nuevos africanos burgueses y sus condiciones en la vida urbana: una fantástica y simbólica pesadilla dominada por el caos, la confusión, una indiferencia feroz y por interacciones conflictivas donde los individuos son manipulados hacia el consumo y la acumulación con el propósito de especular. Intimamente ligado a la metamorfosis de la sociedad africana poscolonial y a la ideología europea de delimitar un espacio privado, ésta es la historia de la funesta jornada de un niño, abandonado a su propia suerte en busca de ayuda en una megalópolis africana, que nos lleva al análisis de la ciudad-letrina, desbordada por la urbanización y la industrialización capitalistas. Un equilibrio comunal reina en la ciudad-basura definida por un intercambio cultural, la comunicación y la libre circulación de deshechos urbanos reciclados. Partiendo de la dialéctica entre estos dos tipos de ciudades, Abéga desarrolla una estrategia espacial, la cual apunta hacia una ciudad efímera, que el individuo debe reivindicar y que combina los aportes de cada uno en una forma constante y renovada responsabilidad individual
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