El autor examina desde el punto de vista de la Metodología Histórica el valor de la sospecha de falsificación, que pesa sobre las pinturas de la cueva de Zubialde. Mantiene que la Prehistoria carece de argumentos intrínsecos al arte prehistórico capaces de resolver el problema de la autenticidad del arte parietal. Repasa y critica el uso abusivo y contradictorio que han hecho tradicionalmente los prehistoriadores del argumento de autoridad. En relación con Zubialde sostiene que la argumentación que se ha aducido para rechazar su autenticidad carece del menor valor. Propone como ayuda para la creación de una argumentación interna suficiente, su teoría sobre el proceso de decoración de los santuarios, basada en la utilización de la hipótesis de atribución de la autoría.
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