Mi primer encuentro con Venezuela se remonta varios años atrás. Me topé por entonces con un viejo amigo, banquero francovenezolano, en una calle de Madrid. Al preguntarle lo que hacía por estos lares fuera del periodo de vacaciones me explicó que ya no soportaba lo que en Venezuela veía y que por eso volvía a Europa: "Jamás he visto una clase dominante expoliar tan despiadadamente su propio país. Es alucinante e indigno. E insoportable". Para entonces Chávez no había aún irrumpido (excepto en ocasión de su juvenil intentona militar, frustrada). El banquero añadió "y ese país sólo tiene solución con una dictadura de 30 años de duración. O con un líder político lo suficientemente popular como para ser reelegido una y otra vez durante un periodo similar". "Ese podría ser Chávez", me explicó luego, con ocasión de una visita oficial de éste a España.
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