Las tomas de posesión han atraído el interés de los historiadores en cuanto actos rituales que expresan la naturaleza del poder de una forma simbólica, que guarda similitudes con el vasallaje y la investidura feuda1. Con todo, a mi entender, los elementos de esta construcción imaginaria no pueden ser comprendidos cabalmente si no se efectúa, además, el análisis de los canales utilizados para transmitirla a sus destinatarios. Estos canales se pueden sintetizar en la suma de los tres sistemas de comunicación de todo mensaje: la escritura, la oralidad y el gesto, entendiendo este último como una totalidad de expresiones y movimientos que poseen un valor connotativo.
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