La sobreproducción actual en Historia ha propiciado una guerra de interpretaciones y ha conducido a que el texto perdiera autoridad: el resultado es que ya no tenemos textos, ni pasado, sino sólo interpretaciones de textos. Las alternativas a esta especialización que dificulta el acceso al pasado han sido la historia teórica o el descubrimiento de nuevos objetos de investigación. El autor propone repensar la función y el significado de la historiografia, concebida como expresión cultural. En tal sentido, invita a mirar hacia el postmodernismo, que es "acientífico" más que "anticientifico", y reflexionar sobre la dicotomía entre el lenguaje del novelista y la tarea del historiador cuando tanto uno como otra proporcionan la ilusión de una realidad, ya sea ficticia o genuina.
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