La comunidad judía fue en la península protegida y amparada por los reyes basándose en la precariedad y provisionalidad de su existencia como tal comunidad. El judío era patrimonio del rey, y en ese concepto fue admitida su presencia, en tanto no llegara la que se entendía como natural conversión voluntaria. El autor estudia los privilegios otorgados a esta comunidad y la propia jurisdicción judía y trata de determinar la aplicación real que la jurisdicción cristiana tuvo sobre los judíos en los últimos siglos medievales.
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