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Resumen de Phronimos en los trágicos: estudio sobre la prudencia aristotélica en la tragedia griega

Rafael Valenzuela Cardona

  • [ES] La pregunta sobre la acción, sobre el modo en que el ser humano debe conducirse en el terreno de lo práctico, terreno que está caracterizado por su variabilidad, por su movilidad, por su contingencia; la pregunta, en fin, por el modo en que dentro de ese marco el hombre ¿vulnerable, sujeto a los vuelcos de la fortuna y las circunstancias¿ puede encontrar una vía para dirigir su obrar, está presente a lo largo de la antigüedad griega, y encuentra di¬versas formas de plantearse y múltiples contestaciones, desde las de la tradición poética hasta aquellas elaboradas desde la perspectiva de la filosofía. Tal cuestionamiento sigue siendo esencial porque está referido no sólo a cada uno de los individuos sino que tiene incidencia en el plano de la comunidad, por más distintas que resulten muchas situaciones actuales respecto a aquel pasado. En ese sentido, el interés que el conocimiento de algunos planteamientos surgidos en tal contexto nos generó, atiende más que a una curiosidad museística, más que a una pretensión de rescate ¿arqueológico¿, a la conciencia de la problemática ¿desplegada en diversos sentidos¿ palpable en nuestras sociedades actuales. Consideramos que la sabiduría de los maestros de la antigüedad, lejos de representar palabras muertas y reflexiones obsoletas, puede darnos pautas para evaluar algunos aspectos de nuestras circunstancias. Ciertamente, en esta investigación, nuestras pretensiones son más modestas y se limitarán aquí al estudio de una de las figuras que nos pareció más destacada en el marco a que nos hemos referido: ésta es la presentada por Aristóteles en su ética, nos referimos a aquella del hombre prudente o phrónimos. El interés que éste suscita, pensamos, radica en que tal noción se genera atendiendo a las especificidades que el estagirita encuentra en el ámbito de la praxis, terreno en el cual, de acuerdo a las investigaciones de este autor, al ubicarse en el plano de lo contingente, de lo particular, no puede procederse del mismo modo que en aquel que versa sobre lo necesario, sobre lo que no puede ser de otra manera. En definitiva, dado que no es posible, de acuerdo a esta perspectiva, establecer normas inalterables para el actuar, en vista de la propia naturaleza de lo práctico, el hombre prudente constituye un parámetro del recto obrar, atendiendo a diversos factores presentes en esta esfera. Sin embargo, es menester precisar que la figura del phrónimos, abanderando lo que Gadamer denominará el saber prudencial, no tiene un tratamiento idéntico dentro del corpus aristotélico, éste, como han señalado numerosos investigadores entre los que se cuenta Jaeger, no puede considerarse como un todo sistemático concebido de una sola vez, sino como un material que fue siendo elaborado hasta tomar cuerpo. De modo que nuestro interés en la presente investigación no será rastrear dicho concepto a través de los escritos del estagirita; nuestro estudio se limitará a las ideas expuestas a este respecto en la Ética Nicomáquea, pues consideramos, por una parte, que es ahí donde Aristóteles expone de manera más acabada su concepto de prudencia, y, por otra, que es en esa obra donde se encuentra el vínculo o retorno del pensamiento de Aristóteles hacia las fuentes populares. Recurriremos a otros escritos aristotélicos, entonces, cuando consideremos que éstos constituyan un auxilio en la comprensión de nuestras indagaciones. La prudencia, por una parte, forja la propia ¿humanidad¿ del hombre frente a los demás animales y, por otra, constituye el territorio por excelencia en que dicha humanidad se inscribe en la comunidad, en la polis. La ¿inmanencia crítica de la inteligencia¿ como indica Aubenque (1963), personificada en el hombre prudente, representa el punto de ruptura con la norma trascendente de Platón y abre vetas reflexivas que parecen tener un paralelo y antecedente en expresiones populares. Es decir, las fuentes del concepto aristotélico de phrónesis debemos buscarlas en la tradición. Teniendo como precedente el trabajo realizado en el período de investigación, Antecedentes del concepto aristotélico de prudencia, en el que se analizaron figuras como la de Zeus, Prometeo y Ulises; fragmentos de los siete sabios, y el pensamiento presocrático y el de autores inscritos en la sofística, nos proponemos ahora encontrar el rastro del concepto de prudencia del estagirita abordando las ideas de los trágicos: Esquilo, Sófocles y Eurípides. La pertinencia del trabajo radica en varios aspectos, fundamentalmente la identificación en el pensamiento trágico de elementos que Aristóteles presentó articulados en el discurso filosófico. Lo anterior en el contexto griego, en el que al carecer de la moderna idea de obra de arte, las obras trágicas tenían incidencia en un horizonte muy amplio (siendo fundamentales, entre otras, para la educación de los ciudadanos) y en que numerosas problemáticas éticas planteadas por los poetas encontraron cabida y continuidad dentro del pensamiento filosófico, en concreto la figura a que nos referimos en la Ética nicomáquea. Si consideramos el pensamiento griego como raíz de nuestra cultura occidental, pese a la distancia de los siglos y el fardo cultural, filosófico, histórico, etcétera, que actualmente llevamos en las espaldas, además del desgaste y figuras del desasosiego con los que nos encontramos ahora, nos parece de toda la relevancia traer a la luz el análisis de tales cuestiones, con la esperanza de que éstas puedan ser replanteadas. Pues no obstante la distancia mencionada, las cuestiones relativas a la acción del hombre y su repercusión dentro de la comunidad en que se encuentra, parecen ser de toda pertinencia en la actualidad, de modo que los planteamientos que estudiaremos podrían constituir un posible enfoque desde el cual confrontar la actual situación. Nuestra tesis expone que la idea del hombre prudente que desarrolla Aristóteles en su Ética nicomáquea, tiene como referente fundamental las nociones que en ese sentido se plantean en las obras trágicas de los autores mencionados. Si consideramos que la tragedia tiene sus raíces en la tradición, el concepto del estagirita a este respecto tendría como raíz nutricia el pensamiento popular. Lo anterior ha sido puesto de manifiesto por autores como Aubenque. Nuestra intención es desarrollar e identificar, a través de un análisis del universo reflexivo de los autores trágicos y de una obra de cada uno de ellos, los elementos fundamentales para sostener dicha tesis. De este modo, por una parte damos continuidad a nuestras indagaciones realizadas en la tesina, y, paralelamente, sin pretensiones de equiparar nuestras investigaciones con el pensamiento del maestro Aubenque, de una manera mucho más modesta, damos seguimiento a parte de su trabajo que dejó inconcluso, pero que señaló, abriendo vetas de investigación en ese sentido. Nuestro trayecto, sin embargo, será inverso al cronológico, y una vez estudiado el pensamiento del estagirita a este respecto ¿expresado en la Ética Nicomáquea¿ así como sus ideas sobre la tragedia expuestas en la Poética, procederemos a realizar una investigación sobre el marco general en que se desenvuelve la tragedia, para posteriormente llevar a cabo un análisis del pensamiento de Esquilo, Sófocles y Eurípides, respectivamente, así como de una obra específica de cada uno de ellos: Los siete contra Tebas, Filoctetes y Hécuba. La elección de dichas obras responde a que, según nuestro parecer, en ellas es emblemática la figura del phrónimos que será base del concepto de prudencia que desarrollará Aristóteles. Lo anterior, acorde con el contexto en que se desarrollan tales conceptos, se encontrará permeado por el vínculo ¿esencial en el ámbito que estudiamos¿ existente entre el individuo y la comunidad política. Por tanto, el problema central de la tesis radica en encontrar, a través de la indagación del pensamiento trágico griego y concretamente dentro de las obras trágicas elegidas, el paradigma por medio del cual el saber prudencial griego se convierte en una de las fuentes del estudio aristotélico. E igualmente abrir caminos de investigación mediante los cuales sea posible elaborar una relectura de tales ideas, buscando la pertinencia de éstas en la actualidad. La metodología será esencialmente hermenéutica. En primer lugar, con miras a delimitar la figura del hombre prudente que el de Estagira expone en su Ética nicomáquea, abordaremos el marco en que Aristóteles la presenta, esto es, el ámbito de la praxis, de lo contingente, de lo que puede ser de otra manera. Es en éste donde tiene lugar la acción del hombre, concebido desde esta perspectiva, como parte inseparable de una comunidad, como miembro de la polis. Estudiaremos asimismo en este primer capítulo la noción de bien, que es, de acuerdo a Aristóteles, aquello a lo que tienden todas las cosas, el objeto propiamente de la ética. Veremos cómo en tal punto el estagirita se aleja de las reflexiones de su maestro para situarse en una idea de bien humano, bien accesible y posible para el hombre. Analizaremos igualmente su idea de bien último, de eudamonia, haciendo referencia tanto a algunas notas externas de las que ella precisa, como ¿y sobre todo¿ a los elementos que dependen del hombre en el camino a ella, esto es a la virtud. Expondremos, en ese sentido la idea del hombre virtuoso, distinguiendo entre las virtudes éticas y las dianoéticas para, finalmente, hacer un estudio del hombre prudente, destacando tanto la dificultad que presenta esta noción, como los aspectos esenciales del phrónimos. Un segundo momento de nuestra investigación estará dedicado al análisis pormenorizado de la Poética aristotélica, obra dedicada al examen de las obras trágicas. Las indagaciones del estagirita en este sentido constituirán herramientas valiosas al momento de abordar dicha temática. Se pondrán de manifiesto numerosos cruces de los aspectos éticos con los estéticos, que encontrarán su aterrizaje en las obras que analizaremos de Esquilo, Sófocles y Eurípides. A continuación, en un tercer capítulo, continuaremos analizando aspectos generales de la tragedia, desde otras perspectivas. Fundamentales en esta vía serán las aportaciones de Vernant y Vidal-Naquet. Tal horizonte nos otorgará pautas fundamentales del contexto histórico, social e ideológico en el que tuvo lugar el desarrollo de las piezas trágicas, y que resulta crucial para la comprensión de éstas. Ello, sumado a las ideas aristotélicas al respecto, previamente analizadas, permitirá tener una visión más amplia del fenómeno trágico, sobre el cual seguiremos profundizando en los apartados siguientes, en vista de las diferencias específicas que encontramos en cada uno de los autores a analizar. Igualmente estudiaremos ahí cómo no obstante la diferencia entre las expresiones trágicas y aquellas elaboradas desde la filosofía, es posible encontrar un paralelo, tanto respecto a los cuestionamientos y preocupación sobre la acción humana, así como en múltiples propuestas que, desde las obras trágicas, agrupan los elementos que Aristóteles formalizará al hablar del hombre prudente; es decir, a pesar de constituir expresiones que resultan contrapuestas, tanto por los métodos que emplean, como por la manera en que buscan resolver tales problemáticas, hay una línea que une las reflexiones de la tradición con la idea del phrónimos que encontramos en la Ética nicomáquea. Consideramos que los elementos que investigaremos en este apartado, nos alejarán de la idea un tanto reduccionista de que en las obras trágicas el hombre es la marioneta del destino. De cierto, ese esquema fundamental está presente en los tres autores que estudiaremos y es innegable la sombra del hado, las divinidades y otras fuerzas y actores sobrenaturales, no obstante, nuestros estudios apuntarán a sostener la idea de que, como manifiesta Williams, los héroes y personajes son verdaderos ¿centros de decisión¿ y, por ende, es posible encontrar en sus acciones el despliegue de un saber prudencial e igualmente la antítesis de ello: tanto los ejemplos de la prudencia presentes en la tragedia como su contraparte, constituirán para nosotros testimonios valiosos que coadyuvarán a nuestros objetivos. Posteriormente, el cuarto capítulo estará conformado por la investigación dedicada a Esquilo. Se pondrán de manifiesto ideas y reflexiones generales sobre su obra: en primer término el aspecto de lo político-moral, entendiendo por ello una visión del comportamiento humano en su sentido más amplio; en segundo lugar, la visión esquilea sobre lo divino, que según veremos se encuentra sólidamente vinculada al ámbito humano; y la individualidad del héroe, esto último nos otorgará la ocasión de analizar en todos sus matices la complejidad que presenta hablar de la acción humana en este contexto, y la posibilidad de identificar acciones prudentes, o su contrario, en tales figuras. Lo anterior constituirá la plataforma para realizar la lectura hermenéutica de la pieza Los siete contra Tebas. En ella identificaremos elementos que Aristóteles sistematizará como fundamentales del hombre prudente. Tendremos ocasión de ver cómo las obras de Esquilo, en mucho mayor medida que las de Sófocles y de Eurípides, se encuentran insertas en la tradición heredada de Homero, manifiestamente en el aspecto religioso. Pero dichas piezas constituyen el esquema fundamental sobre el que trabajarán, no obstante las diferencias, los otros dos trágicos a que hemos aludido. Esos puntos de convergencia y distanciamiento, en concreto respecto a Sófocles, se comprenderán en el capítulo quinto, dedicado a este autor. Ahí nos imbuiremos, por una parte, en el contexto en que escribe sus obras, distinto al de Esquilo, y en aspectos generales e indispensables para comprender el universo sofocleo: la cuestión de lo sobrenatural y la creciente importancia que en sus piezas adquieren los caracteres, aspecto notable y distinto de la poesía de Esquilo, donde el eje central estaba constituido por el coro; tal innovación está vinculada con el movimiento espiritual que caracteriza el tiempo en que vivió. La esfera de las fuerzas sobrenaturales y las divinidades tiene en Sófocles un acento alejado de aquel que encontrábamos en su predecesor: no son ya expresiones de una piedad, sino que nos presenta un horizonte crudo, de distanciamiento entre hombre y dioses, nos muestra la fragilidad e indefensión del primero frente a tales fuerzas. En cuanto al impulso que adquieren los caracteres, pese a que desde algunas perspectivas, como la de Nietzsche, tal rasgo constituya el inicio del resquebrajamiento y separación del verdadero espíritu trágico, los héroes sofocleos son paradigmáticos en la medida en que a pesar de que su contexto sea local (arraigado en el mito e interpretado por el poeta), trascienden dicho ámbito para instaurarse en lo universal. Así, el contraste entre caracteres que notamos en las obras sofocleas, nos conduce a la diversidad de hombres, seres humanos de los cuales dependen sus acciones (ello, evidentemente, interpretado en el tenor a que venimos aludiendo, esto es, vinculado a la vertiente divina y no en el sentido moderno). Y al hablar de este aspecto paradigmático lo que entendemos como tal no son las situaciones concretas que presenta Sófocles, las acciones concretas que llevan a cabo sus héroes, sino justamente la fragilidad de la existencia y las decisiones, la certeza de que no hay una norma o regla fija que guíe al hombre ¿como al Edipo ciego¿ y es preciso calibrar, medir cada ocasión y actuar prudentemente. En ese sentido, nuestra elección de la obra de Filoctetes para rastrear los rasgos del phrónimos aristotélico. Dicha pieza resulta un ejemplo atípico en cierto sentido, como manifestara el de Estagira en la Ética nicomáquea, pone sin embargo a la vista, marcadamente a través del personaje de Neoptólemo, un modelo positivo de la propuesta sofoclea del héroe individualizado, además de que, para nuestros propósitos investigativos, resulta un paradigma de lo que podríamos calificar como un hombre prudente. Por último, dedicaremos el sexto capítulo al estudio de Eurípides; figura que tanto en su tiempo como en la actualidad, no se encuentra a salvo de polémicas y controversias en diversos sentidos. Pese a que son pocos años los que separan el nacimiento de este autor del de Sófocles, sus obras se encuentran en universos muy distintos, como tendremos oportunidad de profundizar en este último apartado de la tesis. Nos ocuparemos entonces en este capítulo de la relación del poeta con otras figuras capitales, así como su presencia en obras posteriores: sus lazos con Esquilo y Sófocles; sus vínculos con los sofistas; la relevancia que posee ¿aun en un sentido negativo¿ en obras como la de Aristófanes y en la de Nietzsche. Lo anterior nos proporcionará un panorama general del horizonte intelectual en que se generaron las obras de Eurípides. Posteriormente analizaremos tanto aspectos en los cuales su obra permanece fiel a los lineamientos generales de lo trágico que venían presentándose desde Esquilo, como aquellos elementos que constituyen una ruptura con esa visión. Investigaremos entonces sus ideas sobre el ser humano y su relación con la divinidad, su tratamiento del mito, así como las innovaciones que elabora en cuanto a la incorporación de lo cotidiano en escena, y las consecuencias de ello. Finalmente llevaremos a cabo el análisis de la obra Hécuba, en el cual nos serán de utilidad las notas precedentes; nuestro objetivo en éste será rastrear los elementos que pervivirán en la noción que Aristóteles llevará a cabo del hombre prudente. El cierre de nuestra investigación lo constituirán las páginas dedicadas a la conclusión de nuestro trabajo.


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