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Resumen de Razones enalbadas: retórica de la violencia politica

Martín Alonso Zarza

  • El rasgo distintivo de la violencia política se encuentra en el plano simbólico. Lo que la singulariza es la persecución de un fin y los fines son productos conceptuales. De las múltiples vías para el estudio de la violencia, se ha optado aquí por la retórica. Por dos razones; la primera porque el discurso acompaña a la acción violenta en su entero devenir; la segunda por la calidad de metarrecursos que para los movimientos sociales exhiben los constructores ideacionales. El objeto de la hipótesis se cifra en indagar si existe una plantilla común de motivos o argumentos reconocible en la retórica de la violencia política. En virtud de su carácter de fenómeno social total, se postula un enfoque pluridisciplinar que aprovecha aportaciones como la política simbólica, el interaccionismo, la teoría de la identidad social, la teoría de la movilización de recursos para la acción colectiva y la retórica constituyente.

    La tarea de explorar la eventual conexión entre la acción violenta y el orden simbólico se ejecuta en dos etapas. En la primera se procede mediante un análisis de casos que escruta los supuestos discursivos y doctrinales del nacionalismo granserbio, el nazismo, el nacionalcatolicismo y el abertzalismo. En la segunda se analizan esos materiales empíricos, complementados con referencias parciales a otros complejos, especialmente el sionismo y el neoconservadurismo norteamericano, con objeto de identificar patrones recurrentes.

    El estudio ha permitido inferir una secuencia de motivos, un hexagrama narrativo integrado por dos tríadas superpuestas. En la primera predomina la función topológica: la de asignar posiciones diferenciadas a los actores, desde un arranque trascendente que traza la frontera hasta el desenlace violento en que se resuelve el antagonismo. En la segunda prima la función motriz, motivacional, encargada de dirigir el devenir del sujeto colectivo hasta la meta histórica de su salvación.

    Los motivos de la tríada topológica son la fundación, la demarcación y la colisión. La fundación es el relato de una ontogenia que otorga al sujeto un bien valioso y privativo. La demarcación construye comunidades simbólicas estructuradas de acuerdo con el esquema "dentro-fuera"; siendo los de fuera, sin excepción, los candidatos a víctimas. De esas posiciones antitéticas deriva el tercer motivo, la colisión: el dilema existencial C" o ellos o nosotros" C deviene imperativo práctico: "si no les destruimos, pereceremos".

    La tríada topológica suele engarzarse en un mecanismo tractor. Es la segunda secuencia, importada de la soteriología teológica, con los tres motivos clásicos: elección, caída y salvación. La elección otorga un título de preeminencia al sujeto de referencia. En el esquema topológico la caída se muda en usurpación, el "trauma elegido" en evento de saldo deudor. Dos tropos apuntalan usualmente la inversión: el síndrome carencial y el complejo obsidional. La tercera fase está destinada a salvar la sima que separa a las dos primeras. Los sujetos, investidos de un estatus superior, resultan inmunes al "universo de la obligación moral": la sangre derramada es un título de gloria que nimba al héroe y al mártir.

    El resultado de esta indagación suscita interrogantes sobre la validez de las conclusiones extraídas, así como sobre el fundamento de la relación causal. Respecto al último, se sugiere que es el factor emocional el que vendría a dar cuenta de la eficacia retórica; de ahí el título del trabajo. Los fantasmas balcánicos no serían entonces tanto la expresión de una negatividad localizada, cuanto la de un lado oscuro omnipresente en las colectividades humanas. En otras palabras, un indicio de la vulnerabilidad de la convivencia ante los procesos de "descivilización", vehiculados por discursos lícitamente calificados de incendiarios en virtud de la destructividad de las emociones aparejadas.


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