La presente investigación doctoral investiga los más recientes y relevantes cambios en una de las figuras capitales de la cultura latinoamericana republicana: el intelectual. Heredero de una larga tradición de pensadores y literatos en ambos lados del Atlántico, usualmente afiliado a alguno de los géneros literarios para la difusión de su pensamiento crítico, el intelectual latinoamericano ha sido una de las voces públicas más relevantes de la cultura crítica continental y de la circulación masiva de ideas y propuestas estéticas que, en sus momentos, merecieron discusión y evaluación. En la gran mayoría de los casos, el letrado latinoamericano trascendió las barreras nacionales o regionales y contribuyó a cimentar una comunidad cultural continental, con rasgos distintivos y señales diferenciadas, aunque siguiera patrones metropolitanos, principalmente el francés.
El intelectual latinoamericano contemporáneo examinado en esta investigación, ha sufrido desde fines de los años sesenta una serie de mutaciones, que van desde la renovación de sus intervenciones políticas hasta la variedad de plataformas en que aparece. Estas modificaciones han alterado su figura, usualmente ejemplarizante y erudita, así como el contenido de sus aportes y su alcance. En virtud de ello, aquí se propone que, tomando el año de 1968 como año de referencia, la figura del intelectual continental de las últimas décadas debe ser situada dentro de varios reacomodos generales de la imagen del erudito. De la misma forma, resulta necesario identificar las causas exógenas que dieron pie a su mutación, a saber: la renovación del sistema económico, la pérdida de valor relativo de los discursos progresistas tradicionales, la llegada de los estudios culturales y el pensamiento postestructuralista, y la hegemonía de la academia estadounidense en tanto espacio predominante de formulación y circulación de ideas complejas.
A pesar de estas transformaciones y la pérdida de influencia de las referencias culturales tradicionales, como revistas, editoriales o autores paradigmáticos, esta investigación sostiene que la figura del intelectual latinoamericano actual continúa activa. En ese sentido, resalta la presencia y fuerza de discursos nostálgicos, que advierten de la desaparición o de la erosión del intelectual y elaboran un relato temporal idealizado, donde su figura parecía observarse con mayor claridad y los canales por los que circulaban su imagen e ideas resultaban más diáfanos. Esa aproximación pasa por alto, sin embargo, que el intelectual latinoamericano tradicional ha sido con frecuencia una figura privilegiada, usualmente hombre, blanco y heterosexual, y que los más recientes representantes letrados del continente no necesariamente remiten a estas procedencias y tienen la ventaja de dirigirse a franjas poblacionales muchísimo más nutridas, alfabetizadas y con un conocimiento cultural global. De esta manera, la caída del modelo de intelectual latinoamericano tradicional no ha significado necesariamente la pérdida o relativización de los discursos complejos o del lugar privilegiado de la literatura, sino la diversificación de las intervenciones críticas, el carácter interdisciplinario de las reflexiones estéticas y políticas ¿en buena medida, debido a la precarización del espacio cultural-, y la propensión de los letrados a afiliarse a espacios académicos, ya sea en la región o en países con mayores recursos.
Con el objetivo de comprobar y discutir estas ideas, esta tesis inicia con un balance histórico sobre la figura del intelectual moderno, que recuerda, además, la hegemonía francesa en la construcción de su relato temporal y la preocupación de los intelectuales por autoanalizarse, entender sus acciones, sus campos de movimiento y la influencia que ejercen sobre sus audiencias. En segundo lugar, se emprende un estudio histórico de las particularidades del intelectual latinoamericano, desde los pequeños espacios de producción de pensamiento complejo hasta la segunda parte del siglo pasado. Esta reconstrucción concluye analizando pormenorizadamente los factores arriba mencionados, responsables de la transformación de su talante público y sus modos de dirigirse a los interlocutores.
La segunda parte de la tesis observa con detenimiento los casos de tres intelectuales latinoamericanos paradigmáticos, Ricardo Piglia, Carlos Monsiváis y María Moreno. Ellos evidencian la singularidad del nuevo intelectual continental, aunque, a la vez, reflejan en sus obras y trayectorias los cambios más relevantes en el campo latinoamericano de las ideas y en la figura misma del erudito, hoy menos predecible y con poca intención ejemplarizante. En el caso de Piglia, que bien puede verse como un modelo bisagra entre el intelectual tradicional y el intelectual contemporáneo, es visible la preocupación por complejizar campos anteriormente poco transitados, como la cultura popular, el crimen y la impunidad, el poder político, la capacidad de la literatura para construir escenarios socioculturales complejos, y las oportunidades que brindan los nuevos medios de comunicación, especialmente el cine y la televisión, para facilitar la transmisión de ideas críticas. En Piglia se divisa, además, una codificación del lenguaje complejo que se acerca cada vez más a un registro propio de la universidad, algo que evidencia la importancia cada vez mayor de esta institución en la creación de pensamiento y figuras eruditas.
El ensayista mexicano Carlos Monsiváis, por su parte, concentra en la mayoría de su obra una preocupación por la producción cultural popular urbana, aunque mantiene la tensión erudita con un canon literario universal al que valora como la más lograda fuente de conocimiento. En los textos y apariciones públicas de Monsiváis es imposible no advertir la coexistencia de una mirada crítica entrenada en los clásicos, la poesía modernista continental y la lectura atenta de la Biblia protestante, y el humor y la erudición ¿además de la crítica implacable- que despiertan los modos de adaptación de las masas de la Ciudad de México, de las se convierte, a la vez, en defensor y crítico. Esta cercanía con la ciudad, las muchedumbres, las formas culturales relegadas y los textos canónicos resulta, en términos políticos, en un Monsiváis que no evade ninguna forma de militancia por la expansión de los derechos civiles y la autodeterminación individual. Ya muerta o con muy pobre fama la idea de un cambio revolucionario radical, Monsiváis entiende a la democracia desde la idea liberal decimonónica de la expansión de las formas de expresión de la ciudadanía, y de su capacidad para cuestionar y, si desea, derrocar, a sus mandantes a través de movimientos políticos espontáneos y diversos.
Finalmente, la cronista María Moreno construye una obra y una figura pública cuya preocupación medular es la impugnación radical de los referentes canónicos anteriores, a los que califica de machistas, elitistas y prejuiciosos con ¿las políticas del cuerpo¿, ese conjunto de reflexiones sobre la vida sexual de las personas y sus deseos. Moreno propone un campo de escritos, referencias y militancias que celebran la no-ejemplaridad del letrado, la educación literaria marginal, el carácter menor del oficio del periodismo y la ¿escritura plebeya¿, así como la experiencia en los márgenes de la sociedad en tanto forma de politización y autoidentificación con los individuos más relegados. En este viraje hacia una escritura y sus teorías de la contra, Moreno se inscribe en la nutrida tradición del antiintelectualismo, muy recurrente en la historia de las élites letradas, pero abreva también de algunas características propias de la Argentina de la segunda parte del siglo XX: el peronismo, el abrazo al vocabulario y las teorías psicoanalíticas, la búsqueda y celebración de poéticas y autores menores, y un rechazo visceral hacia los letrados de gesto aristócrata y excluyente.
La investigación concluye con una serie de reflexiones sobre la naturaleza precaria del trabajo intelectual contemporáneo, que explica en buena medida la interdisciplinariedad del letrado latinoamericano. De la misma manera, ahonda en las mutaciones de la política progresista y en la inclusión de nuevos vocabularios y sensibilidades antes relegadas, que trazan un panorama de intervención intelectual mucho más extenso, aunque también más difuminado.
Aunque la voz del intelectual contemporáneo se confunde con su propia imagen y sufre de la interferencia de un campo saturado, el acceso masivo a la cultura, los medios de circulación de ideas y la variedad de lugares desde los que es posible generar pensamiento crítico han provocado una democratización del campo intelectual latinoamericano de los últimos años, aunque éste ha estado constantemente signado por la crisis y la precariedad de la mayoría de oficios que producen miradas críticas.
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