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Viena 1910: retazos, desperdicios y fragamentos

  • Autores: José Enrique López-Canti Morales
  • Directores de la Tesis: José Morales Sánchez (dir. tes.)
  • Lectura: En la Universidad de Sevilla ( España ) en 1996
  • Idioma: español
  • Número de páginas: 423
  • Enlaces
    • Tesis en acceso abierto en: Idus
  • Resumen
    • En un precioso librito de Leonard Woolf, titulado �La muerte de Virginia�, publicado autónomamente del resto de la biografía -supongo- por la morbosidad del episodio, pero también, de seguro, por la belleza y tacto con el que se merodea entorno a la vid a en él, puede leerse el siguiente párrafo:�Para volver a nuestra vida cotidiana en mayo y junio de 1940, antes de que empezaran los bombardeos de Londres, se deslizó dentro de una rutina regular. Virginia, que se había sacado de encima Roger Fry, se dispuso a escribir Entreacto, o Pointz Hall como todavía la llamaba. Seguía bien y en conjunto se sentía satisfecha sobre la marcha del libro. Hacia el 31 de mayo vislumbraba ya el final, puesto que había escrito el pasaje sobre �retazos, desperdicios y fragmentos�, que en el libro impreso constituye sólo las treinta y cinco últimas páginas.�De ahí, de ese entrecomillado, es de donde surge parte del título de nuestro trabajo. Pero no hay una actitud frívola en ello. A la medida de la lectura del texto, se me podrá, quizás, dar la razón en esto que digo. El último de los capítulos -el cuarto-, es en realidad el constituido, dentro de ese festín total, de desperdicios. La distancia que me permite esta página -pues a pesar de ser la primera, se ha escrito la última, como casi todo en la vida, lleno de truco-, me anima a contemplarlo asi. Su brevedad y cierta libertad personal, movida en el antiturismo, y la experiencia, creo que me convencen que esas últimas páginas son el lugar hacia el que he logrado desplazarme después de lo más tedioso del trabajo. Especial cariño, fuera de la Academia, he puesto en ellas.Es posible que Viena 1910 no compita ni por asomo con la categoría de la viena del 1900, ésa ante la que tanto público ha guardado tanta cola para magnas exposiciones. Yo he decidido, por el contrario, visitar un lugar menos transitado.El texto sólo es fruto de una azarosa investigación que siempre se ha impulsado por casualidades bibliográficas o biográficas, cuya ley interna hay que derivar en el caos o la suerte. De modo que yo no soy un investigador; tampoco un historiador de la arquitectura, donde mi dificultad para ver la geografía y entender las cosas me hubiera llevado a la ruina y la desacreditación pública. He tratado, siguiendo costumbre loosiama, de comportarme, con esta escritura, como una persona. Y ya es mucho pedir de estas páginas que siguen.Siguiendo con la biografía, he de subrayar que algunos libros utilizados han sido una deuda con mi pasado. La edición del Gog de Papini, perteneciente a la biblioteca familiar, posiblemente comprado por mi padre en Madrid en los años 40, contenía, además de muchas citas que seguirán a continuación por entre estas páginas, fuertes dosis de verano en las que su lomo naranja de tela se mostraba quieto en las insufribles horas de la siesta. Para mí ese recuerdo es inseparable ya de su uso como objeto; como texto.Para una persona como yo nacida en 1963, el recuerdo histórico más lejano visitable, como patrimonio, debiera ser el asesinato de Kennedy. Es difícil irse más allá en el tiempo, si no es con una estrategia asociada a las biografías y las anécdotas de otros. Este problema técnico me parece que se plante a lo largo del primer capítulo.Durante todo el tiempo de escritura, no he dejado de pensar que cuando murió Kafka, mi padre tenía cuatro años: cuando murió Rilke, seis; la muerte de Loos, marcó sus trece años y la de Kraus, los dieciséis. Creo que los años más importantes de su crecimiento se desarrollaron entre necrológica continua, impenitente e imparable de la cultura. Ignoro cuál fue su consciencia de esto, pero este motivo, por encima de otros, es el que me invita a regresar a estos paisajes de la historia sabiendo que él convivió con ese tiempo salvándose milagrosamente. De ese milagro comparto el hecho de que estas páginas hayan podido escribirse.


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