En la producción literaria del polifacético Carlos Barral (1928-1989), la prosa parecía haber quedado relegada a un segundo plano tras la reivindicación de su faceta como poeta y el reconocimiento social como editor de prestigio. Sin embargo, tanto los tres volúmenes de memorias, Años de penitencia (1975), Los años sin excusa (1978) y Cuando las horas veloces (1988), como su única novela, Penúltimos castigos (1983), presentan una prosa renovadora que se nutre de las tradiciones francesa e inglesa para superar las convenciones del género autobiográfico.
Sobre el sustrato de una convicción estética modelada en su escritura poética, Barral elabora un discurso autobiográfico basado en la máxima de «la metódica inexactitud» y en recursos estilísticos como el de la lítote, con el fin de representar sus diferentes facetas y recrearse en la dimensión literaria, siendo fiel exclusivamente con el curso natural del recuerdo.
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