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Resumen de Historia política de la emigración española en francia. Antifranquismo y protesta laboral. 1956-1976

Michele D'Angelo

  • El texto que el lector español tiene en sus manos cuenta una parte de la historia de su país y ¿por qué no? de algún miembro de su familia...en Francia.

    A lo largo de estas páginas demostraremos que los muchos españoles que salieron de la península – en busca de mejores condiciones de vida, algunos, y de mayor libertad (política, cultural y aduanera) – tuvieron un papel central en la articulación de las relaciones bilaterales hispano-francesas. Si a finales de los años cincuenta las pocas decenas de miles de españoles que cruzaban la frontera eran un ariete abstracto para el Estado español para ingresar en el sistema de intercambio económicos europeo, en la década siguiente los casi 800 mil españoles en territorio francés se convirtieron en un verdadero instrumento de presión en manos de los representantes del poder Franquista en Francia. Este país, necesitado de mano de obra barata para satisfacer sus necesidades de producción, se volvió cada vez más dependiente de la fuerza laboral ibérica. El precio que la diplomacia española hizo pagar al vecino del otro lado de los Pirineos fue la colaboración en la represión de la militancia antifranquista y el control de la actividad sindical entre "sus" emigrantes, al mismo tiempo que se intentaba encuadrarles en centros y asociaciones de ocio e información gestionado por representantes de la Iglesia española o por funcionarios españoles.

    El lector democrático y de izquierda tal vez se quede un poco decepcionado al descubrir que el exilio antifranquista no fue exactamente un faro en la vida y las luchas de los emigrantes españoles. De hecho, los imperativos de la materialidad de la vida del emigrante difícilmente se combinaron con los requisitos teóricos, la militancia y con la abstracción de las afirmaciones de los grupos antifranquistas. Sin embargo, no faltaron puntos en común: las luchas por los derechos de los trabajadores fueron el anillo de intercambio entre los dos colectivos. Y los sindicatos francesas la correa de transmisión.

    Aquellos que lean estas páginas desde su casa en Francia podrán profundizar el rol de la fuerza de trabajo extranjera, y de la española en detalle, en la articulación de la clase trabajadora de su país. Para algunos será difícil aceptar la ambigüedad de la posición sindical que, por un lado, estimuló la unidad de la clase trabajadora y por otro lado no fue capaz de lograrlo debido a la geometría del sistema de relaciones laborales nacido después de la Segunda Guerra Mundial. Este hizo que el peso de la negociación – fuertes incrementos de la productividad del trabajo a cambio de aumentos salariales – cayera sobre los hombros de las capas inferiores de la clase trabajadora en las que nos encontramos con la mayoría de los extranjeros.

    Las tres categorías de lectores, y especialmente aquellos que han vivido o están experimentando la experiencia migratoria, descubrirán que alrededor de la figura del emigrante se teje una densa red de significados e intereses económicos, se desarrollan políticas estatales y sindicales. Cada uno trata de obtener su confianza o mantener su politización a raya. Pero, sobre todo, descubrirán que todos estos actores dirigen la vida de los emigrantes tanto como estos últimos influyen en el discurso y en las políticas de los primeros.


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