La capilla mariana, como toda obra arquitectónica, es un producto cultural, documento ilustrativo de los hechos históricos y, por ende, sobre la sociedad que los produjo. Desde los inicios de los trabajos constructivos del templo se establecen una serie de vínculos directos con el pasado romano de la ciudad; desarrollando una arquitectura repleta de evocaciones que se ha pretendido rastrear a través del estudio de los orígenes, el lugar, la tipología, la expresión y la materialidad del edificio; observando los distintos significados que esta arquitectura para sus usuarios.
La conservación de unos restos arqueológicos -encontrados con motivo de la apertura de las zanjas para la cimentación del edificio- y su posterior ubicación específica en el zócalo de la fachada principal, responde a una serie de motivaciones que propiciaron su preservación, muy pocos años después de la destrucción de otras lápidas romanas que se encontraban en la vecina catedral.
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