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Resumen de Fotogramas desde el púlpito. (Iglesia, cine y primer franquismo)

Ricardo Colmenero Martínez

  • La irrupción del Estado franquista tras la victoria en la Guerra Civil Española conformó un gobierno nuevo que necesitaba legitimar su ascenso al poder. El cine fue una de las principales armas para conformar un aparato propagandístico que llegase a personas de cualquier clase, nivel cultural o nacionalidad. Para ello contaban con la tradición de las películas elaboradas durante la II República y el material filmado en la contienda bélica.

    La integración en el gobierno de diferentes familias políticas y su mayor o menor acceso al poder también marcó la naturaleza del cine elaborado en España. En consecuencia, a lo largo de los primeros años cuarenta se presenció un fuerte número de largometrajes castrenses y pocas producciones de corte falangista. Finalmente, sería la Iglesia Católica quien se hizo con el control del séptimo arte a través de la jerarquía y las diversas asociaciones laicas. Este hecho se consumó con la supremacía de ministros católicos a partir de la segunda mitad de los años cuarenta y una plena adopción del ideal nacionalcatólico.

    Las estrechas relaciones entre la curia y el Estado se materializaron en la monopolización del control moral y el apoyo económico a producciones de corte piadoso y católico. El resultado fue un ciclo de largometrajes y documentales que no solamente alcanzaron el éxito en España, sino también en el extranjero. El séptimo arte se transformó en un instrumento de política exterior durante la Autarquía y el posterior Aperturismo. España tuvo voz y voto en instituciones de carácter internacional como la Organización Católica Internacional del Cine (OCIC, dependiente del Vaticano) antes de ingresar en la ONU o de alcanzar los célebres acuerdos plenamente políticos con EEUU y el Vaticano (Concordato de 1953).

    Esta ventana al mundo generó también un entorno cultural propicio al intercambio de ideas entre diferentes creadores y críticos del mundo católico. Las producciones y ensayos procedentes fundamentalmente de EEUU, Francia e Italia otorgaron una nueva visión de la industria cinematográfica e incluso una serie de derivas ideológicas que generaron la demanda de unas películas con mayor profundidad y sensibilidad. Así fue como el cine de valores humanos hizo aparición en espacios como los festivales de cine o salas especializadas.

    En definitiva, los usos del cine por parte de la Iglesia y el Estado no fueron homogéneos durante los veinte años que abarcó el primer franquismo (1939-1959). La jerarquía eclesiástica, el Estado, los creadores, la crítica y el público experimentaron una serie de acuerdos y desencuentros bajo un entorno legal particular. Estas diferentes opiniones fueron protagonistas de un tiempo en el que el cine católico vivió sus días de gloria y concentró una serie de intereses sociopolíticos y económicos. Ese éxito desembocó en una reflexión final en torno al concepto religioso y la forma de entender la catolicidad en España.


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