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El Real Conservatorio de Artes (1824-1887): un intento de fomento e innovación industrial en la España del XIX.

  • Autores: Javier Ramon Teijelo
  • Directores de la Tesis: Guillermo Lusa Monforte (dir. tes.), Agustí Nieto Galán (dir. tes.)
  • Lectura: En la Universitat Autònoma de Barcelona ( España ) en 2012
  • Idioma: español
  • Tribunal Calificador de la Tesis: Horacio Capel Sáez (presid.), Antoni M. Roca Rosell (secret.), Nicolás García Tapia (voc.)
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  • Resumen
    • Claro exponente de la articulación entre estrategias ilustradas y ochocentistas para el desarrollo de la técnica industrial, el Real Conservatorio de Artes (fundado en 1824) fue bastante más que un centro docente. Precedente inmediato y, curiosamente, parte del Real Instituto Industrial (tras su creación en 1850), es una institución multidimensional que participa activamente en el intento industrializador de la España decimonónica. En el trágico incendio del Archivo General de la Administración de Alcalá de Henares (agosto de 1939) se quemó gran parte de su documentación, convirtiéndolo en una institución un tanto mítica. La progresiva desaparición de las corporaciones gremiales impulsa un cambio del modelo de formación e innovación técnica industrial. Durante el segundo cuarto del siglo XIX, con luces y sombras, el Conservatorio será protagonista en esta dimensión, junto con las Escuelas de la Junta de Comercio de Barcelona. Inicialmente depósito y taller para la construcción y reparación de máquinas, entre otras colecciones, el Conservatorio hereda de la Real Sociedad Económica Matritense el célebre Real Gabinete de Máquinas del Buen Retiro. Asume tareas docentes no regladas, en la tradición ilustrada de las sociedades económicas de amigos del país, muy en particular de la Matritense, también del parisino Conservatoire National des Arts et Métiers, que será su referente científico-técnico en diversas dimensiones. Su proyección pública rebasa su misión docente, Cuerpo auxiliar de la Administración activa en el ramo de industria, el Conservatorio desarrolla tareas relativas de consultoría para las empresas y fabricantes, así como para el Gobierno, la concesión de privilegios de invención (1826-1878), marcas (1850-1887) y patentes (1878-1887), al tiempo que, en el complejo proceso de tránsito al sistema métrico decimal, es depósito de los patrones originales de las pesas y medidas legales, y elemento activo en su impulsión (1849-1878); también se encarga de promover las seis exposiciones públicas de la Industria española (1827, 1828, 1831, 1841, 1845 y 1850). A partir de 1850, fue utilizado como instrumento para la participación en las exhibiciones universales y otros certámenes monográficos nacionales, bien como depósito seleccionador o por la participación activa de sus protagonistas. Clausurado el Real Instituto en 1867, el Conservatorio le sobrevivirá, no sin dificultades, aunque se ve, desplazado en el terreno docente por la Escuela de Artes y Oficios, fundada en su mismo seno en 1871 y elevada a Central en 1886, año de su segregación junto con la Escuela de Comercio. Desaparece en 1887 tras la pérdida de atribuciones como oficina de patentes y marcas. El Conservatorio de Artes es marginalmente mencionado en estudios relativos a las enseñanzas industriales, la Escuela de Caminos, o la Escuela de Comercio de Madrid; con la dimensión industrialista de Juan López de Peñalver, las exposiciones industriales; en el estudio del sistema español de patentes, así como en otros relativos a la introducción del sistema métrico decimal; también como una consecuencia de la Revolución francesa en el ámbito educativo español. Sin embargo, faltaba una reconstrucción integra y panorámica de toda su singladura, así como de su trascendencia en el intento industrializador español del XIX. Institución compleja, con diversas misiones de innovación industrial, sus frutos en el ámbito fabril no son fáciles de evaluar. Sin embargo, aunque la atonía productiva del entorno madrileño de la época le restara eficacia, utilizando una expresión del abad Grégoire, impulsor de su homónimo parisino, el Conservatorio, intentó ser un faro que guiase a la industria.


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