El espléndido espectáculo de la voz de Gonzalo Restrepo Jaramillo en la tribuna, es uno de los recuerdos imborrables de mi lejana adolescencia. Voz de amplitud extraordinaria, que se plegaba a la variedad de expresiones intelectuales y emocionales del orador, y comunicaba a los oyentes la plenitud humana de su contenido. En las vehementes sesiones de la asamblea departamental de 1933, a la que concurría también Laureano Gómez, Gabriel Turba y Jorge Eliécer Gaitán fue, acaso, donde lo escuché por primera vez. Luégo, en el Congreso Eucarístico de 1935; en el centenario de Jorge Isaacs, dos años después. Y después esa portentosa garganta cobraba tonos más familiares pero no menos expresivos, cuando nos dió, a quienes comenzábamos estudios de derecho, las primeras lecciones de economía política. Horas inolvidables, que continúan viviendo en la perennidad de la memoria y de la amistad. (…)
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