El terrorismo nos deja y nos quita cosas. ETA nos dejó casi sin cuestionar una serie de lugares comunes y falsas convenciones que le sirvieron para justificarse y reparar solo en las formas violentas ante la sociedad nacionalista. Son los mitos que matan, aquellos que, como la teoría de los dos bandos, la inevitabilidad de la violencia política o el epítome recurrente (y falso) de la ciudadanía como el Pueblo Vasco, entre otros, sostuvieron ideológicamente el crimen. Con el fin del terrorismo, esos argumentos siguen vivos y penetrando entre sectores contrarios a la violencia, y, sobre todo, entre grupos jóvenes. Pero el terrorismo nos quitó también cosas. Erosionó profundamente la convicción ciudadana en axiomas como la presunción de inocencia, el derecho a un juicio legal y justo, la división de poderes, el respeto de la pluralidad social, el rechazo de la violencia política, la defensa de la democracia como mecanismo de resolución pacífica de los conflictos, y un largo etcétera.
Este libro plantea una reflexión acerca de esos lugares comunes que nos dejó en herencia el terrorismo de ETA y de esos valores que nos arrebató o que cercenó, y que necesitamos recuperar para ser una sociedad normalizada, democrática y decente. Un empeño que debe formar parte de las políticas públicas de memoria si se quieren desactivar los mecanismos que un día propiciaron o dieron posibilidades a la violencia política.
págs. 11-19
págs. 21-38
págs. 39-51
págs. 52-67
págs. 68-75
"El final de ETA, ¿y ahora qué?": una experiencia de educación en valores democráticos
págs. 76-92
págs. 93-102
Educación en valores. Democracia y deslegitimación del terrorismo: un trabajo no exento de obstáculos
págs. 103-118
págs. 119-133
págs. 134-148
Cómo contar lo que nos pasó: la pedagogía de las víctimas en el posterrorismo de ETA
págs. 149-162
págs. 163-176
Pérdidas: tipos, lastres y logros
págs. 177-191
Lo perdido: la memoria que reconoce y recoquista
págs. 192-200
págs. 201-207
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