Los concilios han sido siempre en la vida de la Iglesia la expresión más solemne de su propia naturaleza de comunión, a la vez que complejos fenómenos históricos que reflejaban la problemática de su tiempo. El Concilio de Constanza (1414-1418) no fue una excepción, pues no solamente logró que el mundo cristiano occidental recobrara la unidad, sino que, por las circunstancias particulares de su convocación y desarrollo, así como por la participación de las nationes en sus decisiones, se convirtió en una reunión del todo sui generis, que a 600 años de su conclusión sigue despertando interrogantes.
Esta obra se ocupa de estudiar la conformación del Concilio a partir de las cinco naciones conciliares (francesa, inglesa, alemana, italiana y española) que asumieron un rol determinante facilitado por el sistema de votación per nationes que reemplazaba al tradicional per capita. El estudio del rol de Castilla, dentro de la natio hispanica, pone en evidencia el funcionamiento de este singular orden de procedimiento. Su presencia revestía una importancia singular para alcanzar la unidad, pues como defensora del poder de Benedicto XIII, no podía quedar excluida del Concilio en suelo alemán para que el Cisma se resolviera definitivamente. Su tardía incorporación y los graves enfrentamientos que se produjeron con su llegada pusieron en peligro el curso del Concilio.
Throughout the Church’s history, councils have embodied both its communal nature and the historical issues of their time. The Council of Constance (1414–1418) was no exception: it restored unity to the Christian West and, due to its unique circumstances and the participation of the nationes, became a sui generis event that still invites reflection 600 years later.
This study examines the Council’s structure, shaped by five conciliar nations (French, English, German, Italian, and Spanish), whose decisive role was enabled by a voting system per nationes, replacing the traditional per capita system. It highlights Castile’s role within the natio hispanica, showing how its involvement was crucial for resolving the Schism. As a supporter of Benedict XIII, Castile’s late arrival and the tensions it provoked threatened the Council’s progress, underscoring the delicate balance required to achieve unity.
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