(1916-2016)
VICENTE PAREDES
y el patrimonio cultural
de Extremadura
(1916-2016)
VICENTE PAREDES
y el patrimonio cultural
de Extremadura
(1916-2016)
VICENTE PAREDES
y el patrimonio cultural
de Extremadura
Exposición y Conferencias.
Centenario de la muerte de Vicente Paredes Guillén.
Biblioteca Pública del Estado en Cáceres A. Rodríguez–Moñino/M. Brey
EXPOSICIÓN
PUBLICACIÓN
(1916-2016) Vicente Paredes y
el patrimonio cultural de Extremadura
Editan
Junta de Extremadura
Consejería de Cultura e Igualdad
Dirección General de Bibliotecas,
Museos y Patrimonio Cultural
Biblioteca Pública de Cáceres
A. Rodríguez–Moñino/ M. Brey
del 29 de junio al 27 de octubre de 2016
Organiza
Biblioteca Pública de Cáceres
A. Rodríguez–Moñino/ M. Brey
Junta de Extremadura
Comisariado
María de la Montaña Domínguez Carrero
Carlos Marín Hernández
Comité científico
Enrique Cerrillo Cuenca
Enrique Cerrillo Martín de Cáceres
María de la Montaña Domínguez Carrero
Miguel Hurtado Urrutia
Carlos Marín Hernández
Mercedes Pulido Cordero
Diseño
María Polán Morato
Coordinación general
José Luis Lázaro Regidor
María Jesús Santiago Fernández
Textos
Enrique Cerrillo Cuenca
Enrique Cerrillo Martín de Cáceres
María de la Montaña Domínguez Carrero
Miguel Hurtado Urrutia
Carlos Marín Hernández
Mercedes Pulido Cordero
Diseño y maquetación
María Polán Morato
Fototografía
Esteban Martinena Guerrero
Fotografía
Miguel Hurtado Urrutia
Esteban Martinena Guerrero
Montaje
Biblioteca Pública del Estado en Cáceres
A. Rodríguez–Moñino/ M. Brey
Digitalización
Biblioteca Pública del Estado en Cáceres
A. Rodríguez–Moñino/ M. Brey
ARGONLUX
ISBN
978-84-9852-533-5
GLOVAL services
Coordinación
José Luis Lázaro Regidor
María Jesús Santiago Fernández
Depósito Legal
BA-634-2017
Impresión
Ufrabalma
Vicente Paredes junto a miliario de la Vía
de la Plata. Foto: Maximiliano Macías,
27 de marzo de 1913. Archivo personal
de Miguel Hurtado Urrutia (Procedencia:
Antonio Sánchez Paredes).
Cartel para el Centenario de Vicente Paredes en la Biblioteca Pública del Estado
en Cáceres A. Rodríguez–Moñino/M.
Brey. Diseño: María Polán. 2016.
V
icente Paredes Guillén es una de esas figuras imprescindibles en la historia
cultural de Extremadura que no siempre ha sido debidamente valorada;
probablemente se trata de alguien que se adelantó a su tiempo, puesto que
desarrolló su intensa y fructífera tarea profesional como arquitecto, y su pasión por la Arqueología, en una época y en una tierra en la que su labor no
siempre fue comprendida por resultar ciertamente excepcional.
El contexto histórico y cultural de su existencia tuvo que ser desolador para
él en amplias etapas de su vida, pues es sabido que la región extremeña se
hallaba a finales del siglo XIX especialmente anquilosada y atrasada en el
terreno socioeconómico con respecto al triste panorama general que ofrecía
la España del momento. Vicente Paredes tuvo que desarrollar su existencia en
una Extremadura caracterizada por unas comunicaciones deficientes o inexistentes, profundas desigualdades sociales, extraordinarias carencias educativas, una injusta distribución de la riqueza, la ausencia de un tejido productivo
y comercial en sentido moderno y, por ende, la general ignorancia, cuando
no desprecio, de las ideas regeneradoras de la nación.
Con todo y con eso, la tarea desplegada por nuestro personaje puede
calificarse de ingente y muy valiosa para el conocimiento y la conservación
del Patrimonio Histórico y Cultural de Extremadura, en una época en que
ni siquiera se había acuñado tal concepto. A sus proyectos arquitectónicos,
desarrollados principalmente en Plasencia y su diócesis, hay que añadir una
creciente afición por la Arqueología que desarrolló especialmente en la segunda parte de su vida hasta convertirse en su principal preocupación. Es
preciso recordar que ese afán por el conocimiento, por la salvación y el rescate de los bienes de nuestro Patrimonio artístico, documental y arqueológico
se desarrolló en un momento en que tales ocupaciones estaban todavía lejos
de alcanzar su institucionalización y profesionalización en Extremadura. Es el
11
momento en que comienzan a funcionar la Comisión Provincial de Monumentos de Badajoz (1844), la Subcomisión de Mérida (1868) y la Provincial de
Cáceres (refundada definitivamente en 1898), órganos formados por figuras
prominentes en el estudio de la Historia y del Arte que regalan su tiempo y
su esfuerzo a una administración remisa a seguir sus dictámenes, cuando no
sencillamente sorda a sus opiniones. Vicente Paredes es uno de esos intelectuales de formación autodidacta en el terreno arqueológico, dotado de una
especial sensibilidad hacia el legado de nuestros antepasados que le lleva
a reunir cuanta documentación histórica llega a sus manos y a coleccionar
objetos arqueológicos de todo tipo, especialmente monedas. Sólo la distancia
entre Plasencia y Cáceres, que dificultaba su asistencia a las sesiones de trabajo, le impidió ser una figura determinante en la existencia de la Comisión
Provincial de Monumentos.
Hoy, cien años después, es muy distinto el panorama de la Arqueología en
nuestra región, como, afortunadamente, tampoco se parece gran cosa la actual Extremadura a la que conoció Paredes. Tanto el ejercicio de la profesión
como la enseñanza de la disciplina arqueológica están perfectamente regulados, del mismo modo que la actividad coleccionista se halla limitada por
una legislación destinada a proteger y fomentar lo que es de todos, nuestro
Patrimonio cultural. También los museos, las bibliotecas y los archivos se han
profesionalizado, regulado y dotado de personal facultativo especializado,
siendo objeto de atención preferente de la gestión cultural que se lleva a cabo
desde la Junta de Extremadura. La superación de aquella etapa voluntarista
y caracterizada por el amateurismo, de la que Vicente Paredes es un magnífico exponente, no resta un ápice al reconocimiento y gratitud que esta tierra
debe a figuras históricas como él. Personajes como este arquitecto natural
de Gargüera supieron enfrentar y superar no pocas dificultades y sinsabores
12
en su afán por ampliar el conocimiento y asegurar la transmisión de nuestro
acervo cultural a las siguientes generaciones de extremeños. Si hoy podemos
disfrutar de los edificios que construyó y que restauró, así como de los libros,
documentos y piezas de museo que logró reunir, es gracias a una incansable
labor a menudo desarrollada entre la incomprensión de sus coterráneos.
Todo ello acrecienta el valor de la excelente publicación que ahora presentamos, pues constituye un reconocimiento duradero de la figura de este gran
extremeño enamorado de su tierra y de su Historia.
Miriam García Cabezas
Secretaria General de Cultura
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Logotipo del Centenario de Vicente Paredes para la Biblioteca Pública del Estado en Cáceres A. Rodríguez–Moñino/M. Brey.
Diseño: María Polán. 2016.
Introducción
“Bueno es lo que importa, lo que no tenemos;
pero conozcamos y estimemos lo propio”
Vicente Paredes Guillén (1911)
A lo largo del año 2016 la Biblioteca Pública del Estado en Cáceres A.
Rodríguez–Moñino / M. Brey, llevó a cabo un programa de actos con motivo
del primer centenario de la muerte de D. Vicente Paredes Guillén. Pretendíamos con ello atraer y remozar la mirada sobre una de las personalidades
extremeñas del último tercio del siglo XIX y comienzos del XX más interesantes
y olvidadas, que vivió sobre el suelo de una región anquilosada y abandonada, en el contexto de un país con una intelectualidad poco respetada y con
una administración cultural todavía en ciernes. Recuperar la figura de este
hombre laborioso y honesto por el rigor y la seriedad profesional de sus realizaciones como arquitecto, por su extraordinaria actividad y dedicación al
estudio de un entorno histórico casi virgen que le preocupaba y concernía, y
por el singular legado del que hoy disfruta el patrimonio cultural de Extremadura, ha sido y es la iniciativa obsequiosa que anima nuestro reconocimiento
y la celebración de este aniversario.
15
Trasunto del programa Vicente Paredes en su Centenario, 1916-2016, es la
publicación que ahora ve la luz, cuyo contenido se presenta organizado en
tres secciones.
1. Catálogo de la Exposición Vicente Paredes y el patrimonio cultural de Extremadura. Se describen los aspectos más destacados de su vida personal, profesional e intelectual y se reseñan y documentan cada una de las piezas que
configuraron la exposición bajo las mismas pautas que la jalonaron entonces.
En este breve y granado recorrido expositivo encontrará el lector una muestra
gráfica de sus trabajos académicos, que evidencian su habilidad para el dibujo, así como de proyectos y obras realizadas que acreditan a su autor como
arquitecto y urbanista ineludible en la historia de la arquitectura extremeña.
Sucesivamente se incorporan y recuperan testimonios gráficos y documentales de sus múltiples facetas de historiador y arqueólogo, con atención especial a sus estudios sobre la “vía militar romana llamada camino de la Plata”,
tal como él mismo tituló.
Se suma, finalmente, el contenido del remansado espacio de cierre de la
exposición, conformado por una representación de la colección bibliográfica
de lo que hoy constituye el Legado Paredes en la Biblioteca Pública del Estado en Cáceres. Junto a publicaciones de estudios y ensayos de su autoría
y obras en las que colaboró, aparece una selección de ejemplares admirables, exponentes de la espléndida biblioteca que logró reunir con el afán
del bibliófilo y la curiosidad y erudición del sabio. Obras destacadas por la
importancia que han tenido en la fundamentación de su pensamiento o en la
documentación de sus trabajos e investigaciones; ejemplares apreciables por
su valor bibliográfico, curiosidad y rareza —como La Pensatriz salmantina—
o por su trascendencia cultural añadida, como el manuscrito de Lázaro de
16
Velasco (ca. 1564), primera traducción al castellano de Los diez libros de Arquitectura de Marco Vitruvio Polión, pieza estelar de la exposición y siempre
objeto de admiración e interés tanto por la precoz originalidad del ejemplar
en España y la singularidad de sus notas, como por la belleza de su factura.
2. Ciclo de conferencias pronunciadas en esta Biblioteca Pública de Cáceres,
tanto con motivo de la apertura de este Centenario como en la jornada del
27 de octubre que sirvió de clausura a la Exposición. Los textos aquí reproducidos se refieren y se detienen en los aspectos y facetas desde los que cabe
abordar la labor y la figura de Vicente Paredes y constituyen una contribución
importante y novedosa para situar y comprender las aportaciones de este
hombre honorable y talentoso a la historia y a la cultura de Extremadura.
3. En Anexo, figuran dos tipos de repertorios sobre la obra de Vicente Paredes: uno sobre su obra académica y profesional como arquitecto, y otro
relativo a la obra publicada conocida hasta ahora. El criterio cronológico
de ordenación utilizado permite trenzar su trayectoria vital, profesional e intelectual y apreciar las experiencias que confluyen y conforman la riqueza y
complejidad de su vida, de sus inquietudes, investigaciones y estudios.
Como información complementaria el blog https://vicenteparedes.wordpress.
com, abierto para la ocasión por la Biblioteca Pública de Cáceres, recoge
otros contenidos específicos referidos a Vicente Paredes e información y noticias puntuales sobre la celebración del Centenario.
Hoy emociona pensar que este hombre, generoso a la hora de compartir y
ofrecer sus conocimientos y hallazgos, tan solidario y responsable como para
dejar sus libros, documentos y piezas arqueológicas a instituciones públicas,
sentiría alivio si hubiese podido ver que sus colecciones se conservan y se
17
exhiben con el aprecio justo y el tratamiento adecuado y profesional que él
quiso para ellas. Juan Sanguino y Michel, amigo y compañero de aventuras
intelectuales, y de algunos que otros reveses culturales, también se sentiría
satisfecho del resultado de su propio esfuerzo: que el rico y nutrido conjunto
de documentos y piezas históricas que reunió y atesoró con pasión llegara
hasta nosotros, se conserve disponible y cada vez más accesible, para provecho de todos.
En fin, lo que esta publicación ofrece son destellos de la obra y el quehacer de
Vicente Paredes, del que parece que siempre queda algo por revelar. A veces
solo se le vislumbra por indicios... Para descubrirlo está su legado cultural.
María Jesús Santiago Fernández
Directora de la Biblioteca Pública del Estado en Cáceres
A. Rodríguez–Moñino / M. Brey
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Logotipo de la exposición de Vicente Paredes para la Biblioteca Pública del Estado en Cáceres A. Rodríguez–Moñino/M. Brey.
Diseño: María Polán. 2016.
Introducción
María Jesús Santiago Fernández
20
CATÁLOGO DE LA EXPOSICIÓN
11/
20/
Una vida dedicada al estudio
María de la Montaña Domínguez Carrero
25/
Arquitectura: obra proyectada,
obra realizada
Miguel Hurtado Urrutia
40/
Arqueología. De la afición,
al compromiso
Carlos Marín Hernández
62/
Afanosa curiosidad
Mercedes Pulido Cordero
Vicente Paredes Guillén.
Una vida, un legado
María de la Montaña Domínguez Carrero
123/
Vicente Paredes Guillén:
Arquitectura
ANEXOS
CONFERENCIAS
103/
206/
Cronología de Arquitectura
Miguel Hurtado Urrutia
213/
Obra publicada e inédita
Mercedes Pulido Cordero
Miguel Hurtado Urrutia
145/
Vicente Paredes y la
institucionalización
para la gestión del patrimonio.
Carlos Marín Hernández
159/
Vicente Paredes y la construcción
de una idea de prehistoria
en Extremadura.
Enrique Cerrillo Cuenca
177/
Vicente Paredes y la arqueología
del Camino de la Plata
Enrique Cerrillo Martín de Cáceres
191/
Fuentes
21
VICENTE PAREDES Y LA INSTITUCIONALIZACIÓN
PARA LA GESTIÓN DEL PATRIMONIO
Carlos Marín Hernández
Doctor por la Universidad de Extremadura
RESUMEN:
Vicente Paredes Guillén es una figura crucial en la historia de la gestión del Patrimonio
(sin apellidos) de Extremadura durante los siglos XIX y XX. Su perfil biográfico es el de tantos otros esforzados integrantes de la intelectualidad extremeña que logran entablar una
firme colaboración con los organismos de la Administración que abrigan la profesionalización y la institucionalización para respaldar el Patrimonio en España. En este campo,
Vicente Paredes se revela como una figura “no profesional” que, sin embargo, resulta
decisivo para comprender la orientación que la gestión del Patrimonio y las instituciones
consagradas a su práctica toman en la Extremadura de los dos últimos siglos así como el
poso que tienen en el presente. Todo sea dicho, siempre con la perseverancia individual
de quien nunca acaba integrándose, en puridad, en la red de instituciones indicada.
PALABRAS CLAVE:
Historiografía, Extremadura, Institucionalización, Comisiones de Monumentos.
VICENTE PAREDES AND THE INSTITUTIONALIZATION
FOR THE HERITAGE MANAGEMENT
ABSTRACT
Vicente Paredes Guillén is a main name in the history of the Heritage management (without surnames) of Extremadura in the 19th and 20th centuries. His profile is that of many
other inhabitants of Extremadura who manage to establish a great collaboration with the
Spanish administration that open the professionalization and the institutionalization for the
Heritage management in our country. In fact, Vicente Paredes is a non-professional name
who is decisive to understand the path that the Heritage management and the institutions
take in the Extremadura of the last centuries as well as the influence that they have in the
present. Certainly, with the perseverance of one who never belong to the institutionalization
network structures which were indicated.
KEYWORDS:
Historiography, Extremadura, Institutionalization, Provincial Monuments Commissions
149
Las efemérides, quizá con demasiada frecuencia, son el campo mejor abonado
para la rememoración histórica. Más si cabe cuando la figura que se busca evocar es
una de las más destacadas de la historia de la cultura extremeña al tiempo que una
de las más desdibujadas en el espacio de la Contemporaneidad regional. Vicente
Paredes es una de esas figuras de la historia extremeña desposeídas del mesurado
lugar que merece en la historiografía regional. Fallecido en 1916, acontecimiento
que ha alcanzado en el año 2016 su primer centenario, la historiografía extremeña
había extendido hasta no hace mucho sobre sus ocupaciones un manto de distracción
que no había hecho justicia al lugar del arquitecto en la historia de la cultura extremeña, cuando no en la de la cultura española. La salida de sus colecciones reunidas
en Plasencia tras décadas de trabajos de gabinete y de campo, cualquiera que fuese
la índole de sus estudios e inquietudes, y el litigio entre las ciudades de Cáceres y
Plasencia sobre la disputada titularidad de estos materiales, cuyo latido ha perdurado con diferentes ritmos de vigorosidad hasta nuestras fechas, habían eclipsado
la propia obra que Vicente Paredes desarrollara en Extremadura durante las últimas
décadas del siglo XIX y las primeras del XX, precisamente la que le había permitido
hacer el acopio de su formidable colección privada.
Al mismo tiempo, este enfoque reducido a la expatriación de su herencia cultural
en muchos casos no ha hecho sino constreñir la imagen de Vicente Paredes a la de
un esmerado coleccionista, un compilador de materiales de ecléctica consideración,
desvirtuando, en definitiva, la percepción de su efigie y la de su labor en pro del
conocimiento y la conservación de los caudales históricos de Extremadura. Así, el
rescate de Vicente Paredes de estas distracciones ha de pasar por su contextualización en la historia cabal de la cultura extremeña de los dos últimos siglos. Un objetivo
común, que se engloba en los marcos y fines del presente volumen, abordado desde
la óptica poliédrica por diferentes investigadores y (todo sea dicho) con motivo del
primer centenario del fallecimiento del biografiado.
Entre las aristas inexploradas del arquitecto placentino se halla la de su encaje en
la institucionalización para la gestión del Patrimonio implementada en la Extremadura restauracionista, cuya incidencia tiene una especial fuerza en las décadas que
señalan el cambio de siglo. La institucionalización hace referencia al tránsito que
ampara a la administración del Patrimonio en España desde su concepción como
empresas comúnmente individuales y privadas hacia una consideración sustentada
en la práctica planificada y dirigida por organismos públicos del Estado. Desde esta
perspectiva, abordar las indudables conexiones que durante los siglos XIX y XX se
establecen entre el concepto de Patrimonio (en proceso de configuración y moderna
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noción) y la institucionalización para su tutela (los órganos supremos y delegados que
amparan su estudio, conservación y promoción) es lo mismo que narrar la crónica de
la gestión patrimonial desenvuelta en todo el país y durante toda la Edad Contemporánea, cuyos ecos aún dejan entreverse en la tutela diaria de cuantos bienes muebles
e inmuebles integran este acervo.
1. El trascurso de la institucionalización
E El proceso de institucionalización fue largo y no exento de contradicciones y
abruptos escollos. Las primeras políticas públicas de protección y conservación de
“antigüedades” no tienen peso real en España hasta mediados del siglo XVIII, cuando los planteamientos ilustrados borbónicos comienzan a dictar disposiciones bajo
el patronazgo de unas flamantes Academias de la Historia y de las Bellas Artes de
San Fernando. Desde su fundación en 1738, a semejanza de los impulsos culturales
ilustrados que muestran otros Estados europeos, con Francia o Italia como principales
referentes, la Real Academia de la Historia promueve lo que se da en llamar viajes
literarios; esto es, verdaderas misiones de inspección de la geografía peninsular en
busca de las “antigüedades” patrias más sobresalientes, entre cuyas empresas cabe
destacar el muy citado viaje del Marqués de Valdeflores. El descubrimiento de Pompeya y Herculano y las excavaciones de sus ricas ruinas arqueológicas, al amparo
del reformismo ilustrado, contribuyen por igual a la narración legitimadora de la
Monarquía borbónica, fin primordial de esta política de mecenazgo (Mora y Tortosa
1996; Abascal Palazón 2013).
Inaugurado el siglo XIX, existe un amplio consenso en la historiografía española
para situar a la importantísima Real Cédula de 6 de julio de 1803 como la primera
piedra fundacional de la política proteccionista estatal. La específica alusión a lo que
en su título califica de “monumentos antiguos” señala el camino de la reglamentación
proteccionista del Estado, a pesar de su notoria carencia de criterios homogéneos y
de la palpable imprecisión terminológica para definir conceptos sintéticos. La Real
Academia de la Historia, sobre la que ha recaído la elaboración de la Real Cédula,
adquiere al instante y hasta principios del siglo XX un papel protagonista al confiársele la gestión integral de todos los fundamentos que conforman el Patrimonio
Arqueológico nacional.
Como en tantos y tantos otros ámbitos de la legislación, no es sino la lamentable
depredación patrimonial resultante del proceso desamortizador la que da el impulso
definitivo a los programas conservacionistas estatales (Ordieres 1995: 23 y ss.). Una
ingente cantidad de bienes salen al mercado producto de la expropiación forzosa y
al instante se genera una gran preocupación por la suerte de innumerables objetos
de valor histórico-artístico y el incierto destino que pueden correr edificios y monumentos análogos. Las medidas legislativas promulgadas durante el reinado isabelino
denotan también la plena implicación del nacionalismo liberal en todo el discurso
151
proteccionista antedicho. Una realidad que no está marginada del contexto europeo,
sino plenamente integrada en el mismo, donde las revoluciones liberales espolean
y extienden por todo el continente los mismos principios e influencias y donde el
“hecho histórico” se manifiesta como un extraordinario avalista de la configuración
identitaria del “hecho nacional”: si en el pasado se encuentra la raíz de la nación,
el estudio de los testimonios físicos del pasado es lo que puede revelar los caracteres
“fundacionales” de la misma, convertida ésta desde entonces y por largo tiempo en
el objeto de estudio de la historiografía española (Díaz-Andreu y Champion 1996;
Peiró y Pasamar 1991).
Las Comisiones Provinciales de Monumentos Históricos y Artísticos serán las encargadas de gestionar este Patrimonio nacional instrumentalizado. Mediante una Real
Orden de 13 de junio de 1844 el Estado postula la creación de estos organismos,
conocidos a secas como Comisiones de Monumentos, una disposición pionera que
cobra cuerpo como primera gran regulación orgánica del Patrimonio en España
(Alegre 1994, I: 46). Su creación está íntimamente relacionada con otras instituciones
de corte similar en Europa y con las dinámicas históricas que atraviesa el continente
durante las políticas desamortizadoras y sus efectos sobre el Patrimonio, con la Ley
Guizot francesa como referente imprescindible, a la que se agrega el andamiaje de la
institucionalización, con la Societé Française pour la conservation et la description des
Monuments Historiques (1834) y la Commission des Monuments Historiques (1837)
como referentes elementales para el proteccionismo monumental (Alegre 1994, I: 41).
Creadas las Comisiones de Monumentos en 1844, cada una de ellas sobrevive
según las circunstancias endógenas y exógenas de las provincias en las que se circunscriben. Las más longevas perviven, con mayor o menor suerte, hasta La Transición
e incluso hasta la promulgación de la Ley de Patrimonio Histórico Español de 1985,
acontecimientos que acaban sepultando por lo general los modelos de gestión patrimonial precedentes, a los que las Comisiones de Monumentos están circunscritas. A
pesar de su paulatina pérdida de fuelle, durante casi un siglo y medio las Comisiones
de Monumentos son uno de los puntales de las políticas conservacionistas y culturales
del Estado, como órganos sostenedores del andamiaje jurídico e institucional para
la tutela y el control del Patrimonio español. Dicho de otro modo, fundadas en 1844
y anuladas en 1985, a las Comisiones de Monumentos les son transferidas las más
amplias potestades de gestión en sus feudos provinciales sobre los más eclécticos
bienes muebles e inmuebles dignos de estudio y conservación del país. En torno a
ellas giran, por tanto, los mayores esfuerzos y anhelos de la institucionalización para
la gestión del Patrimonio.
152
2. Vicente Paredes y la Comisión de Monumentos de Cáceres
La Comisión de Monumentos de Cáceres se instala al mismo tiempo que lo hacen
la mayor parte de las de su género en España, a mediados de 1844. La institución
arranca entonces una primera y larga etapa que puede tildarse de fundacional, a
pesar de que se extienda hasta la lejana fecha de 1898. Acontece, por tanto, durante
toda la segunda mitad del siglo XIX, sin que la corporación extremeña logre consolidar una estabilidad de prolongado y firme recorrido. Con unos claros precedentes en
la Comisión Científica y Artística de Cáceres, que apenas ensaya la administración
del malogrado Patrimonio extremeño desamortizado, las disoluciones y reorganizaciones de la Comisión de Monumentos de Cáceres se suceden a lo largo de este tiempo (1855, 1860, 1867), a saltos, con un fluctuante activismo y despego del órgano
altoextremeño por sus atribuciones proteccionistas que hace de su inconsistencia un
hecho estructural. No será hasta 1898 cuando la Comisión cacereña alcance el suficiente afianzamiento institucional como para recorrer la que será su etapa de mayor
pujanza en la defensa y la promoción del Patrimonio extremeño.
Con esta institución tiene ya Vicente Paredes en 1869 una primera toma de contacto, aunque no podamos atisbar con precisión el tipo de relación que el organismo y
el particular mantienen. Retornado a la región tras cursar los estudios de Arquitectura
en Madrid, a Vicente Paredes le toca luchar en todas las localidades y destinos en
los que desenvuelve su actividad profesional con la ignorancia, el descuido y la descapitalización de la sociedad rural y de las instituciones públicas por el Patrimonio
extremeño mueble e inmueble, abandonado en importantes casos a la suerte de los
efectos de las desamortizaciones y de la incuria cultural. Así lo constata nada más
regresar a Extremadura, en 1869, cuando en calidad de arquitecto provincial se ve
obligado a redactar el proyecto de derribo de la torre campanario de Santa María
la Mayor de Trujillo, transgrediendo la sensibilidad que siempre demostraría por los
testimonios físicos del pasado. Nos hacemos eco del indudable impacto que la ruina
de la torre y el encargo de su derribo debieron de causar en el ánimo de Vicente
Paredes (Pizarro 2004: 17-18). Recién titulado en Arquitectura y nada más retornar a
su región natal, no se ve inmerso en una obra de edificación, como cabría deducirse
de sus estudios y desempeño profesional, sino en la deconstrucción de un monumento
singular y emblemático digno de preservación. Independientemente de esta causa
y de la relación que entablara con los vocales de la Comisión de Monumentos en
un momento tan temprano, es importante señalar que el proyecto de demolición le
ponía en contacto, por primera vez, con las prístinas instituciones consagradas a la
gestión y el amparo del Patrimonio extremeño, en un litigio entre la Real Academia
de San Fernando, la Comisión de Monumentos de Cáceres, el Gobierno Civil y el
Ayuntamiento de Trujillo que acabó finalmente y para desdicha del biografiado con
la demolición parcial de la torre en 1871 (Marín 2013).
153
Los vaivenes que sufre la institución de Cáceres durante el resto de la centuria
imposibilitan su afianzamiento y el arquitecto de Plasencia rompe todo vínculo de
colaboración que en el algún momento se hubiera meditado. La ciudad del Jerte se
convierte en su residencia definitiva y la capital de provincia, pese a los pocos kilómetros que las separan, queda muy lejos de las motivaciones y quehaceres habituales
del arquitecto. En todo caso, esta afirmación no implica necesariamente que Vicente
Paredes quede aislado. Sin cónyuge ni hijos a los que consagrar otros desvelos mundanos, va a compaginar su desempeño profesional con sus inquietas aficiones por
las materias humanísticas de una manera creciente con el correr de los años. De esta
etapa precedente a la reinstalación de la Comisión de Monumentos de Cáceres en
1898 y a la relación que Vicente Paredes puede (o no) predisponer con los genuinos
vocales de esta institución, han quedado también otros testimonios que nos remiten a
su compromiso con los ambientes culturales e ilustrados de la época. Los más importantes, aquellos que emergen de la institucionalización de la coyuntura de entresiglos.
Clave en el ofrecimiento de correspondiente académico en Cáceres que en 1897
le hará la Real Academia de la Historia, igualmente trascendental para su trato y
afinidad con su Comisión de Monumentos, es la oportunidad que se le presenta con
motivo de la conmemoración del IV Centenario del Descubrimiento de América. La
efeméride se celebra con el debido boato, entre otros actos, a través del montaje de
dos exposiciones en Madrid: la Exposición Histórico-Europea y la Exposición Histórico-Americana. Complementarias ambas, en un intento propagandístico de comparar
el estado evolutivo de “conquistadores” y “conquistados” en los primeros momentos
del descubrimiento del continente (Bernabeu 1987). Ideada por Antonio Cánovas
del Castillo y con un Fidel Fita que ha sido nombrado Comisario de la misma, la
exposición se inaugura un 11 de noviembre de 1892 en el Palacio de Museos y Bibliotecas de Madrid y allí permanece instalada hasta el 30 de junio de 1893, tras las
continuas peticiones que llegan para que sea prorrogada. Si bien no fue precisamente
un éxito de público, según las crónicas del evento, la muestra generó un profundo
interés entre los investigadores del momento ante el número y la cantidad de piezas
exhibidas y el carácter inédito de su reunión.
Conforme a la planificación, la Exposición Histórico-Europea se dividía en dos
secciones, una dedicada a las Bellas Artes y otra a las industrias artísticas. En la
segunda, concretamente en la sala XXII y en dos expositores diferentes, era donde
se exhibía, según unas fuentes, “una colección de monedas de la época á que el
certamen se refiere”, presentadas por Vicente Paredes; otros testimonios coetáneos
e igualmente vinculados a la exposición fechan la serie de monedas prestada: “Monetario hispano-árabe”, en alusión al Reino Nazarí de Granada de finales del siglo
XV, que era el representado en la sala en cuestión. Sea cual sea la cronología exacta
y la envergadura del lote de monedas presentado por el arquitecto de Plasencia
a la Exposición Histórico-Europea, imposibles de determinar hoy, la simple cesión
le hacía partícipe de una exhibición en la que había colaborado lo más granado
de la institucionalización española (activamente, el Museo Arqueológico Nacional),
154
otros países europeos e incluso de la órbita no
continental, al igual que los más reputados coleccionistas privados. Ambientes de la considerada
institucionalización y profesionalización entre los
que el biografiado había logrado hacerse un hueco, por iniciático que fuera.
Como muestra de agradecimiento y consideración, la organización del IV Centenario del
Descubrimiento de América concedería a Vicente
Paredes en agosto de 1893 un diploma honorífico, conservado en la Biblioteca Pública del Estado
en Cáceres e inédito hasta la fecha. Firmado por
el Presidente y el Secretario del jurado (Antonio
Cánovas y José Ramón Mélida y Alinari, señalado entre los arqueólogos españoles más representativos de la historia de la disciplina) y por el
Comisario de la muestra (Fidel Fita), el diploma
es, sin duda, la antesala del nombramiento de
correspondiente de la Real Academia de la Historia en Cáceres que esta institución le reconoce en
1897 (figs. 1 y 2).
Fig.1. José Ramón Mélida Alinari (Casado Rigalt 2006).
Un año después, en 1898, la Comisión de Monumentos de Cáceres se refunda y queda reinstalada. De tal modo, Vicente Paredes encuentra
por donde canalizar potencial e institucionalmente sus vastas inquietudes intelectuales y culturales
en beneficio de la cultura extremeña. Habiendo
acogido en 1897 el nombramiento de correspondiente de la Real Academia de la Historia, esta
designación le hace automáticamente merecedor
de una de las vocalías asociadas a la institución
conservacionista de Cáceres. Sin embargo, es
muy digno de mención que el biografiado apenas
modificará en lo venidero su conducta pautada. Fig.2. Fidel Fita y Colomé (Abascal
Como un continuo, Vicente Paredes siempre pre- Palazón 1999).
dispondrá la arquetípica perseverancia individual
de quien nunca va a acabar integrándose, en puridad, en la institucionalización
programada por el Estado a través de las Comisiones de Monumentos.
El caso no es único y se extiende a otros muchos nombres de la historia de la cultura regional. Muchas empresas individuales de corte conservacionista, principalmente
las de base coleccionista, son las que se abren paso en Extremadura a fuerza de que
155
individuos e iniciativas personales suplanten a la
endeble Comisión de Monumentos de Cáceres.
La institución proteccionista nunca logra allanar
el terreno extremeño sobre el que poder cimentar
su raquítica estructura corporativa y se muestra
incapacitada para coordinar muchas de las iniciativas que se efectúan o que se pretenden efectuar
en la provincia. La Comisión de Monumentos de
Cáceres es ineficiente en todas sus vertientes organizativas, formal y prácticamente, haciendo que
la provincia quede desamparada de la dirección
del programa de gestión e intervención en el Patrimonio. Así, son las iniciativas privadas las que
marcan el paso de una gestión patrimonial que se
desenvuelve en muchos casos dejada en manos
de particulares, lo que por otro lado no permite
canalizar un discurso coherente que cale en la
región y conforme un credo en función del ideario
pregonado por el Estado, las Reales Academias y
otros organismos institucionalizados en las lejanas
instancias de Madrid.
Fig.3. Publio Hurtado Pérez (cortesía
de Miguel Hurtado Urrutia)..
Que Vicente Paredes apenas comparta con los
individuos de la Comisión de Cáceres un puñado
de sesiones de trabajo, en desplazamientos ocasionales a la capital de provincia, es un hecho
sintomático de su difícil consideración como vocal
genuino de la corporación proteccionista. Vicente
Paredes sólo asiste a ocho sesiones de entre todas
las que se celebran entre 1899 y 1916, fecha de
su fallecimiento. Desde 1899 a 1904, asiste a una
junta por año, movido quizá por el sentimiento de
compromiso para mantener un mínimo contacto
anual con las asambleas; más adelante sólo acude
a dos sesiones en 1910 y 1913. En un principio,
Fig.4. Juan Sanguino Michel (Archivo
por tanto, ha querido compartir intereses y algu- personal de Miguel Hurtado Urrutia).
nas iniciativas con los vocales de Cáceres, pero
muy pronto reduce el contacto a la relación epistolar unipersonal con Publio Hurtado
y, sobre todo, Juan Sanguino, los dos egregios correspondientes de Cáceres que capitanean los destinos de la junta (figs. 3 y 4). Que Hurtado y Sanguino le mantengan
al tanto de las actuaciones institucionales que ejerce la Comisión (en ningún caso
de manera periódica ni sobre todos los asuntos que la atañen), como también a la
inversa, en torno a los progresos que Vicente Paredes realiza en su autónoma labor
156
investigadora (de lo que da parte a cuentagotas y generalmente tras salir a colación
en la correspondencia o mediante solicitud previa) o a las funciones de delegado en
Plasencia que cumplimenta ocasionalmente (sobre consultas o averiguaciones bajo
encargo), nos ofrece también una panorámica bastante cercana de lo que es su “no
agregación” a la Comisión de Monumentos de Cáceres.
De la misma manera, frustradas fueron para él y para la Comisión todas las
intenciones de fundar la “Sociedad Excursionista Extremeña”, que no acabaron de
desembocar en su creación, otro factible pero malogrado medio de colaboración
entre el interesado y la corporación. De forma recurrente, los epistolarios, las crónicas
periodísticas y las publicaciones más diversas asociadas a la región dan cuenta de
los desvelos de los círculos ilustrados extremeños, entre ellos los integrados o en trato
constante con la Comisión de Monumentos de Cáceres o Badajoz, para fundar en su
suelo una sociedad excursionista con carácter regional que ahonde en los postulados
prototípicos del excursionismo de este tiempo. Siempre en vano. La Revista de Extremadura es de manera recurrente un vehículo de expresión para estas inquietudes,
que también se aprovecha para otorgarle a la iniciativa la publicidad que merece.
Las diferentes personalidades que colaboran en la empresa editorial se refieren con
insistencia en sus páginas a la necesidad de agitar las voluntades de quienes más
pueden hacer por la causa, que tanto provecho tendría en la instrucción, la cultura
y, en último caso, en el progreso general de la región extremeña. Varias muestras de
apoyo a la proyectada sociedad de excursiones de Extremadura se dejan imprimir
en la revista sin que la pública lectura que de ella hace la sociedad ilustrada regional
acabe de movilizar los esfuerzos más elementales para organizarla.
Tampoco desde Plasencia, donde esta tentativa no pasa de ser manifestada por
Vicente Paredes y sus más allegados, una voluntad sobre la que se pronunció en
ciertas ocasiones, esperando encontrar la implicación de los círculos ilustrados de
la ciudad, cuando contaba ya con demasiada edad. Resolutivamente en 1909, reunido en el vado de Alconétar y posteriormente en su vivienda particular con otros
personajes de la élite social de Plasencia, cuando barajan la posibilidad de instaurar
una asociación “titulada La Extremeña, semejante á las de otras regiones”, con sede
en esta localidad norteña (Paredes 1909: 435). Juntos comparten consideraciones
generales sobre el modo de hacer práctica de la teoría, pero ni la salud de Paredes
(según le expone el arquitecto a sus acompañantes) ni la voluntad real de los demás
de sacar adelante la iniciativa les hace movilizarse.
Su residencia en la lejana localidad de Plasencia, con los condicionantes de la
trama de comunicaciones terrestres de primeros de siglo pasado, y su avanzada
edad, los 58 años que cumple cuando se produce la reorganización de 1898 de
la Comisión de Monumentos de Cáceres, ayudan a ponderar también el grado de
compromiso que el arquitecto hubiera podido consolidar, aún habiéndolo deseado,
con esta corporación proteccionista. De tal modo, la órbita de la institucionalización
157
que el Estado materializa en la provincia por medio de la Comisión de Monumentos
de Cáceres se convierte así en el espacio en el que Vicente Paredes se desenvuelve
en todo momento mientras persiste en su polifacético examen de la región.
La propia relación personal que Vicente Paredes y Mario Roso de Luna disponen
entre sí ayuda a ponderar la escasa cohesión con la que la Comisión de Monumentos de Cáceres es capaz de sellar su política conservacionista en Extremadura. El de
Logrosán es otra de las figuras descollantes de la historia de la cultura extremeña que
también se resiste a la institucionalización (Cortijo 1992). Hasta donde sabemos,
nunca se conocieron personalmente, ni llegaron a coincidir siquiera en las asambleas
de la Comisión cacereña. Sí que consta una muy reducida relación epistolar entre
ambos, así como el envío por parte del placentino de dos ejemplares de sus obras
Historia de los Framontanos Celtíberos y Origen del nombre de Extremadura en
1903. Un trato muy semejante mantuvieron a través de la prensa, en la que se rastrean opiniones y pareceres sobre determinadas cuestiones que atañían a sus trabajos
o intereses mutuos, y sobre lo que ambos discutían a base de cartas remitidas a los
diarios regionales para su inserción, al modo corriente de la época y como muchos
otros de sus contemporáneos. Valga de ejemplo El Noticiero de los días 30 de septiembre y 1 y 4 de abril de 1915, que publica tres cartas abiertas de Roso de Luna a
Paredes con las impresiones que le había producido la lectura de su obra Orígenes
históricos de la leyenda “La Serrana de la Vera”, respondidas por el placentino con
una amable misiva que publica también abiertamente en el mismo diario el 20 de octubre. Pese a todo, Roso de Luna, en el secreto personal de la comunicación epistolar,
consideraba a Vicente Paredes un ejemplo a seguir entre los lamentables sinsabores
que sus inquietudes les granjeaban.
Todos los factores antedichos toman cuerpo en su debido contexto, como es la
incapacidad de la Comisión de Monumentos de Cáceres para agregar a su espacio institucional más próximo a las élites ilustradas de Plasencia, de la que Vicente
Paredes es parte, pero no único protagonista. Entre la Comisión de Cáceres y los
círculos ilustrados placentinos se levanta una barrera permanente que da al traste
con la coordinación de todo el proyecto de gestión del Patrimonio en la provincia. El
muro que les separa se levanta ya en 1898, cuando la Comisión de Monumentos de
Cáceres trata de recuperar y delimitar su espacio de actuación geográfico asignado,
la provincia, nada más certificar su reorganización. Los vocales de la corporación
que residen en Cáceres saben de su incapacidad para administrar sus atribuciones
transferidas en toda la demarcación geográfica provincial, una labor que requiere
de personal numeroso, dedicación casi exclusiva e infraestructura organizativa. Estas
dificultades empujan a la Comisión de Monumentos a buscar fórmulas para conquistar
ese espacio.
Una de las opciones que baraja la Comisión de Monumentos para solventar este
escollo, en 1900, es la creación de una Subcomisión con sede en Plasencia. A
imagen y semejanza de otras Subcomisiones del país (Mérida, Cartagena, Alcalá
158
de Henares...), la Subcomisión de Plasencia se desempeñaría como una junta autónoma, con un personal y un funcionamiento independiente, desahogando a la de
Monumentos de Cáceres de sus facultades conservacionistas en esta localidad. Sea
como fuere, esta Subcomisión de Plasencia no alcanzaría a ser más que una sugerencia propuesta estérilmente por los vocales de Cáceres un 6 de junio de 1900,
durante una de sus asambleas. A la Comisión se
da parte de que Eugenio Escobar Prieto, Deán de
la catedral de Plasencia, acaba de ser designado
correspondiente de la Real Academia de la Historia, y se piensa en formar un Subcomisión con
el resto de académicos del municipio. De hecho,
la designación de Eugenio Escobar reúne en tales
momentos en Plasencia a una tríada de correspondientes susceptibles de formar la Subcomisión: Vicente Paredes Guillén, José Benavides Checa y el
citado Eugenio Escobar. Múltiples contrariedades
tirarían por tierra la sugerencia.
José Benavides es un erudito conocedor de la
historia placentina y coleccionista aficionado que
ha sido nombrado académico de la Historia en
Roma en 1884 y Chantre de la catedral de Plasencia en 1887. Personifica muy bien la figura de
quien, pese a mantener algún tipo de relación con
la Comisión de Monumentos, no llega a formar
Fig.5. Eugenio Escobar Prieto (cortesía
parte de la institucionalización programada por de Miguel Hurtado Urrutia).
el Estado a través de estas plataformas. Lo mismo
se puede decir de Eugenio Escobar, Deán de la catedral placentina y autor de una
profusa obra histórica y literaria, la que le abre las puertas para el nombramiento
de académico, pero quien nunca contrae las responsabilidades anejas a su cargo
como potencial vocal de la Comisión de Cáceres (fig. 5). Uno y otro pertenecen
además a una jerarquía eclesiástica con la que la Comisión de Monumentos arrastra
(y arrastrará) ciertas desavenencias, y en las que también se verá implicado, como
intermediario, el tercer miembro en discordia de la malograda Subcomisión, Vicente
Paredes. El personalismo con el que estos tres biografiados se desenvuelven explica
que la Subcomisión de Plasencia no pase nunca del estadio de la propuesta. La
totalidad de sus estudios e investigaciones son el fruto de una labor individual siempre situada en los contornos de la institucionalización que el organismo de Cáceres
representa en la región extremeña. Una Comisión de Monumentos que en ningún
momento consigue ser lo que presumiblemente esperan de ella las confiadas esferas
de Madrid, un organismo capaz de coordinar y armonizar sus inquietudes para
darles cobertura institucional.
Francisco Jarrín Moro y José Polo Benito son otros de los académicos con residencia en la localidad placentina situados en las fronteras de la junta cacereña. Si la
159
propuesta de la Comisión de Monumentos de Cáceres para instalar la pretendida
Subcomisión de Plasencia cae en saco roto es por estar directamente relacionada con
estas contrariedades, las que señalan la incapacidad de la corporación de Cáceres
para agregar a su círculo institucional a estas personalidades, con quienes los vocales
de la capital de provincia comparten, si acaso, los más livianos contactos que cabe
suponer a quienes encarnan la élite socioprofesional de la región.
Buena parte de estos correspondientes académicos de la Plasencia de entresiglos
pertenecen además a una comunidad eclesiástica con la que la Comisión de Monumentos de Cáceres mantiene incómodos encontronazos. La común resistencia a los
dictámenes de la corporación proteccionista, interpretados como una intromisión en
la administración de lo que el estamento eclesiástico considera asuntos privados,
hace imposible aproximar a unos y otros correspondientes placentinos a la esfera
de influencia de la Comisión de Monumentos. Con frecuencia, asuntos que obligan
a Vicente Paredes a moverse entre las aguas de la incomodidad y la conveniencia.
Una prueba de la “lealtad” del arquitecto a la Comisión de Monumentos se presenta en 1910, cuando la institución sabe de las intenciones de la catedral de Plasencia de enajenar el valioso sitial de coro denominado “Silla del Penitenciario”,
labrado por Rodrigo Alemán, así como de la venta que piensa hacerse de una biblia
manuscrita coetánea (Mateo 2003: 180-182). La Comisión de Cáceres se propone
indagar “con la debida reserva” para eludir una indeseada disputa con el cabildo
en el caso de que las denuncias sean infundadas. Vicente Paredes confirmaría a su
íntimo amigo y diligente vocal de la institución Juan Sanguino, en carta particular,
que ya de antemano se viene produciendo la venta de cuantiosos objetos para el
culto pertenecientes al cabildo, según parece a fin de recaudar dinero para arreglar
la arruinada cubierta de madera de la catedral.
Confirmada la venta del sitial, tanto José Benavides, Chantre de la catedral, como
Eugenio Escobar, Deán de la misma, causarán una profunda irritación en la Comisión
de Monumentos por sus evasivas para corroborarla, escudándose en sus credenciales eclesiásticas (cuando las explicaciones se les pedían como académicos) y en las
habladurías de los periódicos placentinos. Paralizada la opción sugerida por otras
voces para recurrir a las Reales Academias y habiéndose acercado Vicente Paredes
a la catedral para ver los efectos religiosos, con la carta que le ha sido entregada
por la Comisión a modo de poderes delegados, el cabildo le contesta con excusas y
ambigüedades, negándose a exhibirle los objetos citados. De este modo, para cuando se recibe la contestación el asunto ha sido ya confirmado gracias a las prudentes
averiguaciones de un Vicente Paredes comisionado por la de Monumentos para un
asunto espinoso que debió de enterrar todo deseo de la institución para delegar sus
prerrogativas a una proyectada Subcomisión en Plasencia.
Ni la Comisión de Monumentos ni las autoridades e instituciones placentinas demostrarán la intención de articular la política conservacionista en los años siguientes
160
y muchos de los bienes muebles de (diversa) entidad que radican en la ciudad del Jerte pasan a
formar parte del amplio catálogo de cuestiones
descuidadas, con efectos y colecciones que sufren
los avatares de la enajenación, la pérdida o la
descontextualización. En otras ocasiones no será
necesario que traspasen estas fronteras para que
su salida de la localidad de Plasencia sea considerada una expatriación, tal y como aún se tiene
a la controvertida concesión a las instituciones
del Estado en Cáceres del denominado Legado
Vicente Paredes Guillén.
La singularidad que un día tuviera esta colección privada, determinada por la unidad que le
proporcionaba la circunscrita residencia donde
Vicente Paredes custodiaba todos estos materiaFig.6. Joaquín Rosado Munilla (Real
les, al uso de museo particular, se halla hoy rota Academia Nacional de Farmacia).
y administrada en Cáceres por diferentes organismos públicos del Estado. En 1919 el Museo Provincial de Cáceres se hacía con
la serie numismática y de piezas históricas, artísticas y arqueológicas; la Biblioteca
Provincial, en 1920, con el fondo bibliográfico y documental. El traslado consumaba
todos los temores presagiados por la intelectualidad placentina, como tanto lamentaría Joaquín Rosado Munilla, amigo de confianza del arquitecto (fig. 6). Tanto su salida de la localidad placentina en 1919 y 1920 como la partición de la que adolece
actualmente la colección fueron objeto de un público y polémico debate en la región
extremeña que aún hoy es causa de controversia. Una reivindicación con altibajos en
el tiempo pero que se conceptúa inacabable, a buen seguro por no haberse abordado aún el muy necesario análisis historiográfico de la concesión y de las pretensiones
de una y otra parte. Un hecho íntimamente relacionado con la institucionalización de
los museos provinciales en la Extremadura de su tiempo.
Al tiempo que las series de Vicente Paredes se debaten en Plasencia entre la
permanencia o la partida, encontramos a la Comisión de Monumentos afanada en
el acrecentamiento de una pequeña colección de piezas de diversa naturaleza que
desde 1898 se encuentra instalada en el edificio que comparte con el Instituto de
Cáceres. Todo sin que el Ministerio de Instrucción Pública se avenga a concederle el
título de Museo Provincial de Cáceres a lo que hasta la fecha es poco más que un
local provisional en el que acopiar todos estos materiales, de ninguna manera un
centro institucionalizado. De hecho, no es hasta 1917 cuando esta modesta colección
y las dependencias que la alojan reciben la declaración de utilidad pública en concepto de Museo Provincial de Bellas Artes de Cáceres, cuya tutela se va a entregar
a una Junta de Patronato, autónoma de la Comisión de Monumentos, encargada de
su cuidado (Museo de Cáceres 2008: 11 y ss.).
161
De una trascendencia crucial, pendiente está todavía de ponderarse cuánto de la
apropiación del Legado Vicente Paredes Guillén por parte de la Comisión de Monumentos pesa en la constitución definitiva del Museo Provincial de Bellas Artes en
1917. En ningún caso una mera coincidencia en el tiempo, la instalación del Museo
Provincial y la adquisición de las colecciones del placentino, dos hechos que hasta
fechas recientes han pasado casi desapercibidas por haberlas tenido como realidades disociadas. El organismo de Cáceres tiene sus ojos puestos en la herencia cultural
de Vicente Paredes desde hace tiempo, como un excepcional nutriente que puede
llegar a constituir de recalar en la capital provincial, pero las restrictivas cláusulas del
testador para su traslado, conservación y exhibición en Cáceres, cuando el Museo
Provincial no es todavía un establecimiento institucionalizado, sino coyuntural, ponen
freno a la incautación. De algún modo todavía pendiente de narrarse con la debida
amplitud y argumentación, la instalación del Museo Provincial de Cáceres en 1917
es un hecho acelerado, si no directamente precipitado, por la presurosa adquisición
del Legado Vicente Paredes Guillén. La gran paradoja de quien nunca había querido
la institucionalización para su persona, pero sí para su formidable obra.
162
194
Fuentes
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trascendentales; sus caminos anteriores á los que construyeron los romanos; los muchos nombres de comarcas,
ciudades, villas y pueblos origínales por el ejercicio de la trashumación de ganados y desino ú objeto que tuvieron
las muchas estatuas de animales, como los toros da Guisando que labraran y colocaron en gran número de puntos
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BLOG
En el BLOG editado por la Biblioteca Pública del Estado en Cáceres “A. Rodríguez–Moñino/ M. Brey”, se han
publicado las siguientes entradas a lo largo del año del centenario:
BPE Cáceres: “Vicente Paredes: Arqueología, de la afición al compromiso”, 13 julio 2016.
BPE Cáceres: “Arquitectura proyectada, arquitectura realizada”, 20 julio 2016.
BPE Cáceres: “La traducción de Lázaro de Velasco de “Los diez libros de Arquitectura de Vitruvio”, pieza
clave del legado de Vicente Paredes Guillén”, 10 agosto 2016.
BPE Cáceres: “Los trabajos de campo de Vicente Paredes y su legado para los investigadores futuros”, 29
agosto 2016.
BPE Cáceres: “Recorriendo la Vía de la Plata”, 12 octubre 2016.
BPE Cáceres: “Descubriendo Cáparra”, 17 octubre 2016.
BPE Cáceres: “La apuesta de Vicente Paredes por la difusión del patrimonio cultural”, 24 octubre 2016.
BPE Cáceres: “Vicente Paredes Guillén y su arquitectura”, 31 octubre 2016.
Cerrillo Cuenca, E.: “Los libros de tesoros recopilados por Vicente Paredes. Entre la tradición popular y una
naciente Arqueología científica”, 25 julio 2016.
Cerrillo Martín de Cáceres, E.: “Vicente Paredes y el final de la Revista de Extremadura”, 5 septiembre 2016.
Domínguez Carrero, M. M.: “Vicente Paredes y la plaza de toros de Plasencia”, 8 agosto 2016.
Domínguez Carrero, M. M. “El jardín de Silos. Un ejemplo singular de la arquitectura de ocio en Plasencia”,
19 septiembre 2016.
Marín Hernández, C.: “El derribo de la torre de Santa María la Mayor de Trujillo. El despertar de la conciencia patrimonial”, 1 agosto 2016.
Marín Hernández, C.: “El IV Centenario del Descubrimiento de América y la Exposición Histórico-Europea de
1892”, 7 noviembre 2016.
Marín Hernández, C.: “El epistolario de Vicente Paredes. Amistades y recomen-daciones”, 30 noviembre 2016.
Morán Sánchez, C. J.: “Imaginando un teatro romano. Vicente Paredes y la reconstrucción virtual del teatro
de Mérida” (1) y (2), 16 y 22 agosto 2016.
207
La Biblioteca Pública del Estado en Cáceres
“A. Rodríguez-Moñino/M. Brey” agradece
su colaboración a las siguientes Instituciones y
personas:
Archivo Histórico Provincial de Cáceres, Archivo Municipal de Plasencia, Archivo Municipal
de Trujillo, Museo de Cáceres, Archivo Personal de Miguel Hurtado Urrutia, Ayuntamiento
de Don Benito, Fototeca del Instituto del Patrimonio Cultural de España (MECD).
A Antonio Sánchez Paredes, Carmen Paredes Vivas, Matilde Paredes Vivas y Fernando
Paredes Gutiérrez, familiares de D. Vicente
Paredes Guillén.
A Elías Lozano Flores y a Esther Ortiz Menea,
por su eficaz información.
Al personal de esta Biblioteca por su implicación y generosidad en la gestión, preparación
y montaje de la Exposición incluso más allá de
sus obligaciones profesionales.
Allá, hace bastantes años, un puñado de amigos, en la tertulia
de una rebotica, organizamos la publicación de una revista que
llevó por todas partes el nombre de Extremadura, y todos, a una,
comprendimos que Vicente Paredes, morador hasta su muerte, en su
amada Plasencia, debía honrar la lista de sus fundadores, y él fue
también uno de los nueve que amenizó por derecho propio, aquellas
páginas tan leídas, que allende los mares hicieron resonar el nombre
de nuestra región.
Manuel Castillo Quijada
El Noticiero, Cáceres, enero 1916