Victòria Camps i Cervera (coord.)
Aunque pueda parecer una perogrullada a veces vale la pena recordar que «no somos dioses», si lo fuéramos este libro que presentamos no tendría sentido. El concepto de dios, tal como lo hemos concebido al menos en la tradición judeo-cristiana, es una entidad omnipotente y omnisciente en el que no cabe el error. Pero los humanos como resultado de la evolución somos seres con un sistema nervioso y un cerebro potente, desde el punto de vista cognitivo, pero falible. Es por ello que aún poniendo todo nuestro esfuerzo nos equivocamos, incluso en aquello que conocemos bien. No digamos en aquello que ignoramos que es más de lo que sabemos, la cuestión es, pues, cómo gestionamos la ignorancia 1.
En una época en que el conocimiento ocupa un lugar central en nuestra sociedad, en que la ciencia incide muy directamente en nuestras vidas, en que la educación se ha democratizado, alcanzando, de forma más o menos satisfactoria, al conjunto de la población (al menos en el denominado ?primer mundo?), en el que la aplicación de los conocimientos científicos a sistemas tecnológicos complejos supone riesgos a pesar de los beneficios que sin duda entraña, urge una reflexión sobre todos estos fenómenos que giran en torno a la expansión del saber y la información.
¿Qué papel juega el error en esta «sociedad del conocimiento»? En un mundo en el que nos desenvolvemos en sistemas complejos, automatizados muchos de ellos, en el que la tecnología forma parte de nuestras capacidades cognitivas y a veces incluso físicas (pensemos en las personas que llevan marcapasos, por poner sólo un ejemplo), la relación entre ciencia y tecnología se ha hecho visible a todos los niveles. Como dice A. Clark, ¿no son el ordenador, las agendas, etc. parte de nuestra capacidad de almacenar información, por tanto, de nuestra capacidad de memoria? Cuanto más dependemos de sistemas tecnológicos más importancia adquieren los errores. Todo ello nos lleva a considerar la importancia de un análisis de los errores desde diversas perspectivas. El tema que proponemos es tan complejo que un análisis global del mismo requiere un análisis multidisciplinar que permita tomar en consideración todos los factores que intervienen en la comisión de errores.
Se dan una serie de fenómenos en torno al papel de la ciencia y la tecnología en nuestra sociedad que forzosamente nos obligan a revisar la reflexión sobre la ciencia. Entre dichos fenómenos señalamos los siguientes:
- La imbricación que en la actualidad existe entre la investigación básica, la utilización de ésta por las ciencias de diseño (ciencias que tienen como objetivo transformar el mundo, como las ingenierías, la medicina, la bibliote¬co¬no¬mía, etc.) y la construcción de artefactos (tecnología) para cambiar la realidad.
- Esta imbricación hace que incluso la investigación básica se vea inmersa en debates sociales por las posibles repercusiones que pudiera tener en problemas prácticos.
- La dependencia de la investigación científica de los patro¬cinadores financieros. La fuente de financiación no es la misma en todos los países pero, sea pública o privada, el patrocinador querrá contrapartidas (no necesariamente económicas) con lo cual creará una dependencia de los investigadores respecto a sus benefactores.
- La rapidez con la que se pasa del conocimiento científico a su aplicación para satisfacer necesidades humanas o construir tecnología. M. Kranzberg (1967), un historiador de la tecnología, señala que pasaron 1700 años desde que la máquina de vapor fuera diseñada en Alejandría hasta que Watt la hizo funcionar, el principio de fotografía tardó en llevarse a la práctica 200 años desde que fue esquema¬tizado por Leonardo, el motor eléctrico tardó 40 años, la energía nuclear 5 años, el transistor 5 años, los plásticos transparentes 2 años y los rayos láser 18 meses. Esto, dice Kranzberg, apoya la tesis de que la asociación de la ciencia (que quiere saber el «porqué») y la tecnología (que quiere saber el «cómo») produce una reacción en cadena de descubrimiento científico e invención tecnológica que, aunque no es un fenómeno nuevo, sí lo es el tiempo transcurrido, transformando cualitativamente las características de la relación entre la ciencia y la tecnología.
Estos fenómenos plantean la necesidad de estudios globales de la ciencia, desde los que se tengan en cuenta los factores epistemológicos, sociales, políticos y éticos. A esto hay que añadir la necesidad de que estos conocimientos lleguen a todos los ciudadanos a través de la educación científica, entendida no en sentido restringido de una serie de conocimientos académicos y enciclopédicos sino en un sentido más amplio de la práctica científica.
La imbricación de ciencia y tecnología y sus consecuencias para la sociedad está en el origen del surgimiento de los estudios de «Ciencia, Tecnología y Sociedad» (CTS), que han sido un paraguas bajo el cual se ha acogido todo tipo de estudios sobre los factores externos de la ciencia (sociales, económicos, éticos, etc.), con marcos filosóficos distintos (predominando los relativistas) y desde disciplinas distintas, aunque predominando los estudios sociales. Las objeciones que ponemos a los estudios CTS son de varios tipos. Una de ellas es su limitación a las cuestiones contextuales de la ciencia, algo que puede explicarse porque veníamos de una etapa en que los factores internos habían prevalecido en el análisis meta-teórico de la ciencia y porque el impacto de la ciencia en la sociedad se había acelerado a lo largo del siglo XX. La otra objeción se debe a que los estudios CST han estado muy influenciados por las corrientes relativistas e irracionalistas surgidas, fundamentalmente, en las últimas décadas del siglo XX, como el Programa Radical en Sociología del Conocimiento en sus diversas versiones.
Otra de las carencias de los estudios CTS es su olvido de todo lo relacionado con la cognición. El enfoque cognitivo surgido por el desarrollo experimentado en las ciencias cognitivas y que ha influido en todas las disciplinas (al menos todas las relacionadas con sistemas inteligentes desde agentes con cerebro a máquinas), ha pasado sin pena ni gloria en los estudios CTS. No sólo esto sino que se ha considerado como algo ajeno al análisis del conocimiento y si se ha tratado ha sido para argumentar que lo que subyacía a la cognición era una explicación sociológica. Finalmente, si bien el análisis de la ciencia desde una perspectiva estrictamente internalista y epistemológica es insuficiente, al menos para tomar decisiones sobre las prácticas científicas, también lo es una aproximación estrictamente contextual que deje fuera el análisis episte¬mo¬lógico.
Todo lo expuesto hasta ahora nos hace ver que es necesario un marco teórico que aborde todos los factores que intervienen en la práctica científica y que esto se haga desde principios racionales. No es el momento de desarrollar estos marcos pero sí nos gustaría referirnos a posibles alternativas a los estudios CTS que salvan las objeciones que hemos puesto y son suficientemente amplias y rigurosas para abordar un fenómeno que, si bien no es nuevo, sí se ha acentuado de forma progresiva pero imparable a lo largo de los dos últimos siglos. Nos referimos a las aportaciones de H. Simon sobre las ciencias de lo artificial y las ciencias de diseño y de T. Kotarbinski sobre la praxiología como ciencia de la acción eficiente.
Así, mientras las ciencias denominadas «puras» (física, química, biología, psicología, sociología) tienen como objetivo la descripción y explicación del mundo, las ciencias de diseño (ingenierías, medicina, biblioteconomía, etc.) son el resultado de la cientifización y mecanización de las artes en el sentido de habilidades para cultivar, curar, contar, etc. y tienen como objetivo la transformación del mundo. En este marco juega un papel muy importante la praxiología cuyo objetivo es buscar las condiciones de las que depende la maximización de la eficiencia. Lo que tenemos son normas prácticas en las que intervienen tres elementos: los fundamentos teóricos, la base técnica y la selección y orden de las acciones.
Todas estas ideas las hemos puesto en práctica en el análisis de una cuestión concreta, a saber: el error. El error es uno de estos temas que necesitan de un estudio interdisciplinar si queremos que tenga una aplicación práctica, en el sentido de que pueda aminorar las consecuencias perniciosas de los sistemas tecnológicos complejos. Esto no significa que no puedan realizarse estudios acotados y parciales pero nuestra tesis es que para tomar decisiones en cualquiera de los ámbitos en los que se tenga que lidiar con los errores tendrán que tener en cuenta los análisis de otros ámbitos. Ésta ha sido la idea que nos ha llevado a converger desde los ámbitos de la didáctica, la ética y la epistemología en el análisis de los errores.
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