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Variaciones sobre un parque temático.: La nueva ciudad americana y el fin del espacio público

Imagen de portada del libro Variaciones sobre un parque temático.

Información General

  • Autores: (coord.)
  • Editores: Barcelona : Editorial Gustavo Gili, S.L.
  • Año de publicación: 2004
  • País: España
  • Idioma: español
  • ISBN: 84-252-1969-8
  • Texto completo no disponible (Saber más ...)

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Índice

  • Índice
    Contenidos:



    Introducción: variaciones sobre un parque temático

    MICHAEL SORKIN



    El mundo en un centro comercial

    MARGARET CRAWFORD



    La casa de los misterios de Silicon Valley

    LANGDON WINNER



    Nueva ciudad, nueva frontera: el Lower East Side como oeste, salvaje oeste

    NEIL SMITH



    Por el interior de la exópolis:
    escenas del condado de Orange

    EDWARD W. SOJA



    Subterránea y elevada:
    la construcción de la ciudad análoga

    TREVOR BODDY



    Fuerte Los Ángeles:
    la militarización del espacio urbano

    MIKE DAVIS



    Ciudades en venta:
    la comercialización de la historia en el South Street Seaport

    M. CHRISTINE BOYER



    Nos vemos en Disneylandia

    MICHAEL SORKIN



    Los autores


Descripción principal

  • Las ciudades norteamericanas están sufriendo una transformación siniestra y homogénea. Un nuevo tipo de urbanismo –manipulador, disperso y hostil al espacio público tradicional– está emergiendo en los centros y periferias de las ciudades. El parque temático es el paradigma de estos lugares: un entorno aparentemente benigno donde todo se organiza para conseguir un control absoluto y donde la idea de interacción auténtica entre los ciudadanos ha desaparecido.


    Los ocho ensayos que recoge este libro (a cargo deTrevor Boddy, M.Christine Boyer, Margaret Crawford, Mike Davis, Neil Smith, Edward W. Soja, Michael Sorkin y Langdon Winner) describen esta transformación y reclaman un retorno a una urbanidad más auténtica, a una ciudad basada en la proximidad física y la libertad de movimientos, en definitiva, a una ciudad democrática.

Extracto del libro


  • Introducción: variaciones sobre un parque temático
    (extracto)

    Michael Sorkin

    Con la presciencia precisa de un auténtico “maestro del universo”, Walter Wriston ha declarado recientemente que “los números de teléfono que empiezan con 8001 y la tarjeta de plástico han convertido el tiempo y el espacio en algo obsoleto”. Wriston lo debe saber bien. En tanto que antiguo cargo de Citicorp (sugerente nombre), es un auténtico Baron Haussmann de la era de la electrónica, surcando los bulevares del capital por entre la rugosa matriz de la economía global.

    Esta comparación no debería ser desdeñada: la advertencia de Wriston plantea cuestiones fundamentales acerca de la vida urbana. Los ordenadores, las tarjetas de crédito, los teléfonos, los fax, además de otras herramientas complementarias instantáneas y artificiales, están destripando rápidamente las políticas históricas de la proximidad, que son el auténtico cimiento de la ciudad. Efectivamente, en los últimos años hemos asistido a la emergencia de un tipo de ciudad completamente nueva, una ciudad sin un lugar asociado a ella.



    Esta ciudad ageográfica está en una fase especialmente avanzada en Estados Unidos. Podemos verla en los grupos de rascacielos que se elevan desde los campos vallados próximos a autopistas interestatales; en los enormes centros comerciales, instalados por las cadenas nacionales de grandes almacenes, y rodeados de enjambres de automóviles; en los hoteles con grandes vestíbulos herméticamente sellados y clonados de costa a costa; en las uniformes e “históricas” aglomeraciones de gente acomodada, y en los festival markets (centros comerciales y de ocio)2; en las disgregadas e interminables extensiones de nuevos suburbios, sin centro urbano; y en la maraña de antenas formada por cien millones de tejados, desde Secaucus hasta Simi Valley, en las nubes de antenas parabólicas orientadas hacia un mismo punto geosincrónico, todas ellas mamando a Arsenio3 y al A-Team4 procedentes del espacio.



    En realidad, la estructura de esta ciudad es como la de la televisión. El acontecimiento televisivo más importante es el corte, la elisión entre bits de emisión, el paso sin interrupción de una telenovela a un docudrama, o a unas palabras de nuestro patrocinador. En la televisión, el “diseño” consiste simplemente en borrar las diferencias que existen entre estos bits, en asignar el mismo valor a todos los elementos de la red, con el fin de que cualquiera de las infinitas combinaciones producidas por la transmisión diaria pueda tener un “sentido”. La nueva ciudad resultante elimina las peculiaridades genuinas a favor de un campo urbano continuo, una red conceptual de alcance infinito. Es un proceso de eliminación que resulta muy visible. En los años cincuenta y sesenta, se disparó la alarma sobre la “dispersión urbana” y la “megalópolis”, es decir, la expansión de una zona de urbanización ininterrumpida por toda la costa noreste americana: una ciudad convertida en región. Más recientemente, la atención se ha centrado en la explosión de las llamadas “ciudades suburbanas” en las periferias de las metrópolis existentes. En este territorio, vasto y virtualmente indiferenciado –que se extiende desde los condados de Fairfax y Virginia hasta los de Orange y California–, las viviendas, las oficinas, las fábricas y los centros comerciales flotan en un medio culturizador, en un “reino de no-lugares urbanos” que ofrece las funciones desnudas de la ciudad, al tiempo que renuncia a la mezcla formal, social y vital, aunque no suficientemente disciplinada, que hace que una ciudad esté viva.



    Ahora bien, la ciudad que se describe en este libro no es sólo un fenómeno de extensión. Su crecimiento ya no es meramente físico –es decir, un problema de densidad exagerada, o próxima a la metástasis–. La nueva ciudad ocupa también un vasto espacio conceptual impensable hasta ahora. Esta Cyburbia invisible, tan bien evocada por Wriston, va tomando forma como algo necesario, que brota como súbitos champiñones en la trama promiscua del capital. Lo que en esta ciudad se echa de menos no son determinados edificios ni un lugar en especial; sino los espacios intermedios, las conexiones que dan sentido a las formas.



    [...]

    Este libro no pretende teorizar sobre esta nueva ciudad, sino describirla. Los lugares que aquí se estudian tienen un carácter representativo. No sólo tipifican la evolución del urbanismo norteamericano, sino que pueden constituir modelos válidos para el desarrollo urbano en todo el mundo. Así pues, el marco de referencia es limitado: el libro no trata de Soweto, del South Bronx o de Dhaka, ni tampoco directamente de Urbino, de París o de Savannah, esos agradables centros de la urbanidad tradicional. Y sin embargo, sí tiene que ver con ellos. El peligro de la nueva ciudad está en su antítesis: como reza la famosa frase de Victor Hugo, “esto va a destruir lo otro”. Sencillamente, la nueva ciudad tiene capacidad no sólo para superar los escenarios tradicionales de la urbanidad, sino también para apropiarse de ellos, para relegarlos al papel de meras intersecciones de una red global, donde el tiempo y el espacio han quedado efectivamente obsoletos.



    Un refrán medieval dice: “El aire de la ciudad hace libre a la gente”. Los preventivos ensayos recogidos en este volumen describen un viento malsano que está soplando en nuestras ciudades, una atmósfera que tiene el potencial suficiente para alterar irreparablemente el carácter de las ciudades en tanto que espacios primordiales de la democracia y del ocio. Los espacios más familiares de las ciudades tradicionales, es decir, las calles y las plazas, los patios y los parques, son los grandes escenarios del civismo, de lo visible y de lo accesible: son los agentes de nuestra cohesión. Al describir la ciudad que se presenta como alternativa, este libro reclama un retorno a una urbanidad más auténtica, a una ciudad basada en la proximidad física y en la libertad de movimientos, si realmente pensamos que la ciudad es la mejor expresión de nuestro deseo de una vida en colectividad. A medida que disminuye el espacio va disminuyendo también el grado de intimidad. La ciudad privatizada de los bits es una mentira que simula sus conexiones, que elimina la capacidad de los ciudadanos para actuar, tanto solos como conjuntamente.

    Este es el significado del parque temático: un lugar que lo incorpora todo, la ageografía, la vigilancia y el control, las simulaciones sin fin. Con sus formas artificiosamente embusteras, el parque temático ofrece una visión alegre y civilizada del placer que suplanta al reino de la democracia pública, y lo hace de un modo atractivo, con el aguijón de su descarnada y turbulenta urbanidad, de los pobres, del crimen, de la suciedad, del trabajo. En los espacios “públicos” de los parques temáticos o de los centros comerciales el propio discurso queda restringido: en Disneylandia no hay manifestaciones. El esfuerzo por recuperar la ciudad es la lucha de la democracia misma.


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