El período central del siglo XVII fue el último en el que los Austrias de Madrid intentaron mantener su hegemonía en Europa. En este contexto, las rebeliones de Cataluña y Portugal de 1640 desencadenaron la crisis decisiva de la Manarquia Hispánica. El valor de la Corona lusa dentro del imperio español - no siempre tenido en cuenta- obligó a Felipe IV a intentar su recuperación sin descanso. La escasez de recursos, el desánimo general y la deficiente planificación estratégica - la obsesión por repetir el triunfo de Felipe II en 1580-~ fueron las causas de aquella derrote, trascendental para los Austrias y para Europa
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