El “sueño bolivariano” que numerosos latinoamericanos presentan hoy como prueba ontológica de su fraternidad de civilización, difiere, por naturaleza, de la “asociación de los cinco grandes estados de la América” que entreveía el Libertador a principios de 1821: “La imaginación no puede concebir sin pasmo la magnitud de un coloso, que semejante al Júpiter de Homero, hará temblar la tierra de una ojeada. ¿Quién resistirá a la América unida de corazón, sumisa a una ley y guiada por la antorcha de la libertad?”'.
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