El 28 de octubre del 312 Constantino venció al emperador Majencio a las puertas de Roma, junto al puente Milvio. Este último pereció ahogado en las aguas del Tíber y Constantino entró en triunfo en Roma, lo que le proporcionó el poder sobre toda la parte occidental del Imperio romano. Constantino no era cristiano, pero propagó la noticia de que le había proporcionado la victoria el dios de los cristianos. Se trataba de la primera gran manipulación de la historia de su reinado: difundió que, antes de la batalla, Cristo se le había aparecido –en sueños según unos, a plena luz del día, según otros– para indicarle que debía grabar la cruz en los escudos de sus soldados para lograr la victoria.
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