Señor Editor,
Hace más de un año han acontecido importantes procesos institucionales, sanitarios y sociales en Chile que demandan nuestra atención. Es de conocimiento público que, por la pandemia, y otros motivos que no profundizaremos en esta carta, se realizaron reasignaciones de presupuesto y cierres transitorios de programas emblemáticos de formación de capital humano avanzado otorgados por el Estado de Chile como el programa “Becas Chile” creado en el año 2008.
La excelencia y trayectoria académica, junto con la aceptación por una de las mejores Universidades del mundo según ranking y área de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), eran parte de las exigencias que demandaban estos programas de formación de capital humano. Sin embargo, a pesar de que estos programas fueron positivamente valorados por el Banco Mundial1, no estaban exentos de problemas. Entre ellos destacaban la falta de instrumentos de gestión, impacto, evaluación y seguimiento, particularmente con una carente política de reinserción de los graduados2.
En los últimos años, el producto interno bruto (PIB) en Chile asignado a investigación y desarrollo fluctúa entre 0,36-0,40%, el cual se encuentra muy por debajo al compararlo con la mayoría de los países desarrollados de altos ingresos económicos como 1,24% España, 1,72% de Reino Unido, 3,09% de Alemania, y 2,27% global según cifras del Banco Mundial (2018). Lo anterior limita enormemente el progreso en esta materia e imposibilita una mayor inversión que esté orientada tanto en aumentar nuestro capital humano avanzado como también en generar oportunidades de inserción, no solo en la academia, sino también en el sector productivo del país. Por otro lado, la proximidad de la situación sanitaria global se asocia a la valorización de los avances en ciencia, innovación y tecnología y también en diversas áreas científicas del conocimiento. La importancia de la vanguardia en el área de la investigación es vital para los procesos venideros en Chile. Es por esto que existe la constante y latente preocupación sobre la reducción en los presupuestos y oferta de programas nacionales en el área de la salud y ciencias médicas en comparación con las áreas de ingeniería, humanidades, ciencias sociales y naturales3. Las recomendaciones internacionales y la experiencia acumulada por el COVID-19 plantea reforzar la investigación en biomedicina y ciencias de la salud para mejorar la equidad y calidad de vida de las personas obteniendo una retribución productiva y económica equilibrada en el largo plazo4. Sin embargo, ¿cómo alcanzar estos estándares si no se invierte en la formación de capital humano avanzado?
Con el objetivo de focalizar los esfuerzos en formación de capital humano en el País, la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID) aumentó en el año 2021 27,6% las Becas Nacionales para formación doctoral en comparación con el año 2020. A pesar de que en el último tiempo los programas nacionales de postgrado han crecido, se han diversificado, logrando cumplir estándares de calidad y acreditación, las limitaciones persisten en distintos ámbitos. Entre ellas podemos destacar la falta de: a) política de investigación; b) infraestructura a ser subsidiada por otras áreas universitarias y precariedad contractual, y c) red de apoyo gubernamental, impactando tanto a los programas de formación como los futuros graduados e investigadores3. Por otra parte, una reciente discusión sobre la priorización de becas de especialización médica también revela la necesidad de un análisis más profundo sobre los actuales procesos, decisiones de rediseño y proyecciones a largo plazo de distintos campos que podrían verse aún más comprometidos como salud pública, psiquiatría y medicina familiar.
La necesidad de evaluar, reformular y proyectar nuevos programas de formación de postgrados y especialidades en Chile y en el extranjero, respaldados en una política de investigación, desarrollo e inserción laboral, podrían contribuir a mejorar el escenario actual. Cabe destacar que este nuevo proceso debe ser discutido en diferentes niveles, con evidencia, de forma integral y complementaria. La propuesta de reestructuración y continuidad de Becas Chile debe ir bajo el alero de políticas de inversión e integración estratégica que permitan atraer a los graduados a nuevas oportunidades y proyecciones laborales y/o académicas. Por ejemplo, dentro de las principales vías de inserción laboral para doctores estaría continuar con una posición académica y/o de postdoctorado, investigación en empresas e industrias y desarrollar emprendimiento e innovación en el área de especialización5. Una retribución más flexible orientada en potenciar procesos de internacionalización, producción y difusión científica, entre otros, facilitarían esta etapa de inserción6.
Finalmente, el financiamiento de programas de capital humano avanzado debe continuar y progresar con mucho énfasis en la priorización, arraigados en políticas y planes institucionales con visión de futuro en áreas comprometidas como alimentación, medio ambiente y salud, que tengan un énfasis en investigación aplicada y traslacional. En este punto, las instituciones de educación superior, centros de investigación, empresas e industria -entre otros sectores- deben optimizar la inserción de este nuevo capital humano avanzado de una manera mancomunada que involucre la colaboración internacional. Es importante que los distintos poderes de Estado, el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación y otros actores tomen la iniciativa para consolidar acciones de mediano y largo plazo en estas materias. Esta debe ser colaborativa entre las instituciones públicas y privadas para potenciar la investigación, desarrollo e innovación en Chile como elementos claves para la productividad, el empleo y la transformación de procesos sociales, ambientales, culturales y tecnológicos.