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Revista de psicología (Santiago)

versión impresa ISSN 0716-8039versión On-line ISSN 0719-0581

Rev. psicol. vol.30 no.2 Santiago dic. 2021

http://dx.doi.org/10.5354/0719-0581.2021.65876 

Máquina del tiempo

La aproximación de Ignacio A. Pane a la psicología de don Quijote

The Approach of Ignacio A. Pane to Don Quixote’s Psychology

José E. García1 

1Universidad Católica, Asunción, Paraguay

Resumen:

El presente trabajo se centra en el texto “El Quijote desde el punto de vista sociológico” (1916) del escritor y sociólogo paraguayo Ignacio A. Pane sobre el personaje de Miguel de Cervantes. Los objetivos son analizar las ideas de Pane relativas a la psicología y la sociología de don Quijote; explorar la interpretación sobre la psicología peculiar que definió al personaje y las nociones respecto a su personalidad; y estimar la relevancia de este escrito de Pane en relación con la psicología paraguaya. Se concluye que Pane ubicó la discusión sobre la singularidad del Quijote en un plano donde coinciden las aproximaciones sociológicas con las psicológicas y literarias, además de mostrar que en las primeras décadas del siglo XX, la actividad conceptual que tenía a la psicología como su epicentro era producto del trabajo de individuos relativamente aislados.

Palabras clave: Quijote; Pane; psicología; historia de la psicología

Abstract:

This work focuses on the text “El Quijote desde el punto de vista sociológico” (1916) by the Paraguayan writer and sociologist Ignacio A. Pane on the character by Miguel de Cervantes. The objectives are to analyse the ideas Pane had regarding the psychology and sociology of Don Quixote; explore the interpretation of the peculiar psychology that defined the character and the notions regarding his personality; and estimate the relevance of this writing by Pane in relation to Paraguayan psychology. It is concluded that Pane placed the discussion on the singularity of Don Quixote on a plane where sociological approaches coincide with psychological and literary ones, in addition to showing that in the first decades of the 20th century, the conceptual activity that had psychology as its epicentre was the product of the labour of relatively isolated individuals.

Keywords: Quixote; Pane; psychology; history of psychology

La publicación de la novela El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha, por el celebrado escritor español Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616) en 1605, constituye uno de los puntos culminantes para la literatura en lengua castellana. La obra constituyó una parodia a las antiguas novelas caballerescas, que se contaban entre las más populares para los lectores de la época ( Valero de Bernabé, 2016 ). Los elementos de la trama se hallan entrelazados con las andanzas de su personaje principal, don Quijote, que en todas las circunstancias aparece secundado por su fiel escudero, Sancho Panza. En los últimos siglos, la novela ha sido objeto de permanente discusión y análisis, no solo en los aspectos más estrictamente literarios que le conciernen, sino también respecto a los indicios de enajenación mental que sufren sus protagonistas. Fue el entusiasmo desmesurado hacia la lectura de novelas de caballería lo que introdujo al Quijote en los laberintos irreductibles de la locura. Es así que Morales (2005 ) comparó esta devoción absorbente que sentía el protagonista con la obsesión que demuestra un toxicómano por acceder a los elementos que generan su dependencia. Quizás por eso Martínez Torrón (1998 ) sentenciaba que en el Quijote lo que verdaderamente se halla parodiado es la locura misma. Se ha dicho que Cervantes creó la novela realista, cuya particularidad consiste en resaltar la coherencia interna de los personajes y la impresión de verosimilitud que trasmiten sus acciones ( Pedraza Jiménez, 2005 ). Pero la historia del Quijote es también una expresión clara y diáfana de la novela psicológica, que se halla fuertemente concentrada en los rasgos idiosincráticos del personaje central, y aún de los secundarios, como ocurre con este caso preciso. Esa variante literaria explora con detalle las maneras de actuar que parecen inusuales o anormales, lo mismo que los pensamientos y los sentimientos de uno o varios personajes (DeMarr, 1996), e igualmente las emociones, sensaciones o estados de ánimo que exhiben ( Dames, 2005 ).

Siendo una ficción que encierra tantos condimentos subjetivos, no resulta extraño que el Quijote despertara la curiosidad de los psicólogos y de otros autores interesados en analizar los escondrijos recónditos de la personalidad. La abundante literatura producida en un lapso temporal dilatado es un indicador categórico de esta tendencia ( Arellano, 2008 ; Castro, 1925; Castro Tejerina, 2005 ; Chasles, 1866; García, 2018a ; Hernández Morejón, 1858; Jaén, 2012 ; Morel-Fatio, 1895; Ortega y Gasset, 1914; Pérez-Álvarez, 2005 , 2006; Pi y Molist, 1886; Quiñones Vidal, Peñaranda Ortega, & García, 2005; Ramón y Cajal, 1905 ; Rivas Iturralde, 2016 ; Romero Quiñones, 1912; Sánchez-Moreno, 2016 ; Soler, 2008; Ulrich, 2009 ; Unamuno, 1914; Wagschal, 2012 ). Al trabajo de los autores que ensayaron explicaciones y análisis sobre este punto, se suma un artículo publicado en 1916 por el abogado y profesor de sociología paraguayo Ignacio A. Pane (1881-1920), quien también se dedicó a la actividad parlamentaria y a la política. Él emprendió una exploración sobre el mítico personaje de Cervantes titulada “El Quijote desde el punto de vista sociológico” ( Pane, 1916a ). Se trata de un ensayo que ofrecía una perspectiva sociológica, pero con abundancia de observaciones psicológicas incisivas. Además, Pane fue autor de unos Apuntes de Sociología (Pane, 1917) que tuvieron gran influencia en el medio intelectual local durante las primeras décadas del siglo XX, así como de otros estudios de menor extensión ( Pane, 1916b ). En Paraguay, fue en las páginas de los Apuntes donde se discutieron por primera vez los conceptos vinculados a la sociología en sus relaciones con la psicología social, la psicología individual, la psicología colectiva y la psicología de las masas ( García, 2017a ). Pane, a quien efectivamente se considera uno de los precursores de la psicología social ( García, 2003 , 2018b), también dedicó su atención a la psicología del arte y, en este contexto particular, al personaje de Cervantes. El trabajo es de gran importancia porque, en el marco de la historia de la psicología paraguaya, fue el primero en abrir esta veta que utiliza la ficción literaria como medio para el adentrarse en las complejidades del análisis psicológico. Basado en todo lo anterior, este artículo en la Máquina del Tiempo se propone: 1) analizar las ideas de Ignacio A. Pane concernientes a la psicología y la sociología de don Quijote; 2) explorar la interpretación sobre la psicología peculiar que definió al personaje y las nociones respecto a su personalidad; y 3) estimar la relevancia de este escrito de Pane en relación con la psicología paraguaya. En el siguiente apartado, analizaremos la temática que identificó al ensayo y la eventual originalidad que aporta.

Pane, el Quijote y la locura

La Enseñanza fue una revista publicada en Asunción durante la década de 1910 por la Asociación Nacional de Maestros. Su director fue el profesor Juan Ramón Dahlquist (1884-1956), cuya influencia en la psicología paraguaya ha sido estudiada en informes previos ( García, 2006 ). En la secretaría de redacción estuvo el maestro Salustiano González. La periodicidad era mensual. Pese a su vinculación institucional con un gremio magisterial, también escribieron con regularidad autores cuya identificación primaria no se daba con la educación, y sobre asuntos cuyo objeto no era siempre la pedagogía, la didáctica, o temas asociados. Pane era uno de ellos. Entre los muchos trabajos que incluyó en las páginas de la revista, se cuentan sus reflexiones acerca del Quijote. Aunque La Enseñanza fuera una publicación mensual, al momento de salir el estudio de Pane llevaba más de un semestre sin ser editada, por lo que el fascículo en que apareció era en realidad una edición múltiple que compilaba ocho meses sucesivos, de mayo a diciembre de 1916. El artículo, cuyo texto provino de una conferencia pronunciada con anterioridad, contaba con veintidós páginas y se hallaba dividido en una introducción y cuatro secciones. En la literatura local, no son muchos los que aludieron a la significación de este asunto específico dentro de los intereses de Pane, y quienes lo hicieron, como Cattivelli Taibo (2011), se refieren a aspectos generales, no dedicándole más espacio que una carilla y media. El ensayo ha sido reimpreso en varias ocasiones. Por descontado, un análisis detenido y concienzudo de sus ideas aún se encuentra pendiente.

En forma similar a las reflexiones de grandes autores españoles como Ortega y Gasset (1914), Ramón y Cajal (1905 ) y Unamuno (1914), la alocución de Pane (1916a ) se produjo en el contexto de recordación por el tercer centenario de la muerte de Cervantes. Puntualizaba, para comenzar, que los elementos de su exposición no provenían de la realización de estudios especiales sobre Cervantes o el Quijote, sino de menciones y apuntes dispersos que utilizaba en sus clases regulares, tanto las de literatura como de psicología y lógica, que dictaba en la Escuela Normal de Maestros, el Colegio Nacional de la Capital y otras instituciones educacionales. En este escrito se hace manifiesto el criterio del autor, desarrollado con mayor claridad y detalle en los Apuntes de Sociología (Pane, 1917), que una de las fuentes principales para esta disciplina era la literatura, principio en el que comulga explícitamente con el sociólogo español Adolfo Posada (1860-1944), cuyo influjo a este respecto se reconoce nítidamente en esta puntualización:

Sin necesidad de profundizar más se admitirá que para penetrar la significación histórica de la nueva ciencia, y poder explicar su constitución en los límites en que hoy se la comprende, no es fácil prescindir de los antecedentes literarios que en las obras de todos los filósofos citados se señalan (Posada, 1902, p. 26; cursiva en el texto original).

De esta manera, Pane admite la utilidad primaria de la literatura como proveedora de información que posee un alto valor sociológico. Y con este elemento como fuente para su análisis se propuso indicar, pero no verdaderamente explicar, la más importante de las aristas sociales del Quijote. Las consideraciones estéticas se fundamentan en las doctrinas de Mario Pilo (1859-1920), por entonces profesor de la Universidad de Boloña, quien diversificó la concepción de lo bello en un componente sensorial, sentimental, intelectual e ideal (Pilo, 1905). Pane, para quien el análisis de la obra cervantina practicado en uso de estos conceptos resultaba entretenido y utilísimo para comprender al Quijote, descubrió que todos los niveles de apreciación de lo estético establecidos por Pilo se revelaban en diferentes matices y formas: la apariencia física de Don Quijote y Sancho, que causa hilaridad incluso en los niños, es un ejemplo del aspecto sensorial; el amor platónico que profesaba el caballero a su Dulcinea, así como el sentimiento conyugal que era propio de Sancho, más vulgar y menos idealista, coincidía con lo sentimental; las descripciones precisas y exactas de la monomanía que identificaban al Quijote y Sancho constituyen la vertiente intelectual; y el grado ideal, nos dice Pane (1916a ), se halla mejor representado en esta obra que en ninguna otra que haya conocido la literatura universal. De acuerdo con el manual del médico estadounidense Frederick Hollick (1818-1900), la monomanía es un estado de la mente en que esta se encuentra mitad sana y mitad enferma, con el paciente perfectamente saludable en unos sentidos y completamente alienado en otros. Esto depende, como cualquier otra forma de locura, de la parte del cerebro que se halle afectada (Hollick, 1873).

En la obra de Cervantes, igualmente, había espacio para retratar la fealdad. Para esta condición, el aspecto físico de la persona resulta la dimensión privilegiada en que la horribilidad manifiesta su presencia, y que puede observarse en los dos personajes principales de la novela. Para el hidalgo caballero, el afeamiento contrasta vivamente con la nobleza transparente de su alma. En Sancho se refleja en su patente mediocridad burguesa, “...cuyas bellezas morales no sobrepasan grandemente a los defectos físicos” ( Pane, 1916a , p. 187). En cuanto a lo que es típico del estilo literario, la novela se inscribió en el género romántico, pues sus características habrían de convertirla en un antecedente de la reacción producida más tarde contra el clasicismo, verificada a partir de 1830. En su camino para desplegar íntegramente su argumento, Pane recuerda la expresión de lo ideal y lo real como se dieron en el Quijote, y analiza el sentido propio que corresponde a la sensibilidad y la imaginación. Asimismo, remarcaba que el escritor de nuestro tiempo está forzado a saberlo todo, idea que tomó en préstamo del ensayista ecuatoriano Juan Montalvo (1919). Esto es tanto más cierto si se sitúa en los límites de la poesía. Por ello, el Cervantes analizado por Pane poseía todas las características deseables: era psicólogo, filósofo, moralista y jurisconsulto. Hasta cocinero, observación curiosa que se produce en alusión a cuanto sucede en el episodio de las bodas de Camacho. Unamuno (1914), a quien Pane calificó como el más eximio conocedor de Cervantes y uno de los más penetrantes entre los psicólogos sociológicos españoles, concordaba con este punto de vista. Al propio tiempo, dejó en claro su discordancia con el criterio defendido por Théodule Ribot (1839-1916), fundador de la psicología experimental en Francia (Nicolas & Murray, 1999), para quien el arte poseía un origen exclusivamente antropomórfico.

Las observaciones de Pane lo llevaron a considerar la psicología social de la locura en el Quijote y el papel que a esta le corresponde en el contexto global de la sociedad. Es muy específico al señalar que tal clase de enajenación corresponde a su forma monomaníaca, aunque sostiene que los aspectos literarios, estéticos y psicológicos se revelan como esencialmente sociológicos. Eso significaba que tanto la estética como la psicología sirven al propósito de comprender los caracteres y las costumbres generales que se muestran en los episodios de la novela. Las perspectivas desde las cuales resulta factible una aproximación a esta trama particular son básicamente dos:

El simbolismo del Quijote puede ser encarado dentro de dos sistemas sociológicos: 1º. el de la psicología individualista de Emerson, Carlyle, Nietzche y el mismo Giddings según sus ideas respecto a la prensa; 2º. el de la Psicología Social en que se puede observar el fenómeno de la locura y sus causas sociales (la novela y el teatro, el arte en general), el del delito, y el papel de los héroes, mártires y altruistas en general frente a la chusma de los egoístas, malos, pseudo-sociales o antisociales ( Pane, 1916a , p. 190).

La estrecha interrelación entre los diversos procesos sociales (sociológicos) y su dependencia de los factores psicológicos —que fue objeto de análisis en los estudios de Pane sobre las vinculaciones entre la sociología y la psicología social, colectiva o de las masas ( García, 2017a )— se nota una vez más en esta cita. Aunque los significados conceptuales atribuidos a tales disciplinas no fueron abordados por Pane de una forma intercambiable. El posicionarse en el ámbito de la sociología ética, que adscribe al segundo sistema sociológico mencionado, le permite discutir la doble faz de la personalidad, desdoblada en un aspecto orgánico y otro espiritual. Esta dualidad también se halla presente en el Quijote y sintetiza lo básico de la oposición entre el espíritu y la materia. Pane observa una antítesis entre el desinterés y altruismo que identifican a Quijano contra el egoísmo de Sancho, que juzga de importancia esencial para la comprensión de la política y que, curiosamente, visualiza como un hecho sociológico, cuando obviamente estaba ante la manifestación de dos variables sustancialmente psicológicas. Este elemento vuelve a comprenderse, sin embargo, en la interdependencia que descubre entre este par de circunstancias fundamentales.

El análisis sociológico de Pane se origina en la siguiente consideración: el Quijote es la más lograda encarnación del tipo social, tal como lo había definido el académico estadounidense Franklin Giddings (1855-1931), uno de los referentes habituales de Pane. Para aquel, las clases sociales se distinguían por diferencias de condición grupal y eran creadas por combinaciones de factores hereditarios y por la influencia que ejerce la asociación de individuos. Giddings (1896), que fue un sociólogo dentro de cuyo sistema la psicología cumplió un rol destacado, estimó que la verdadera estructura colectiva se encuentra integrada por los siguientes tipos de personas: el social, el no-social, el pseudosocial y el antisocial. Y agregaba que “las clases sociales se componen de aquellos en quienes la conciencia de clase está altamente desarrollada y cuyas disposiciones y habilidades les impelen a hacer contribuciones positivas a la suma de relaciones útiles” (Giddings, 1896, p. 126). En este mismo aspecto coincide la caracterización de Lester Frank Ward (1841-1913), el otro sociólogo norteamericano a quien mucho debe Pane, en su caracterización del hombre socializador (Ward, 1898). Igualmente, los vínculos con Sancho Panza proveían una pauta ética respecto a las relaciones de un sujeto con quienes resulten sus semejantes. Al tiempo de estimar que el Quijote era un esbozo real del saber sociológico, Pane creía que en él se entrelazaban profundos e importantes simbolismos.

La figura misma de Don Quijote configura el primer gran simbolismo, prototipo del hombre social de Giddings o el socializador de Ward. Esas personas son imprescindibles ( Pane, 1916a ), pues inspiran profundamente los sentimientos humanos. Ellas ayudan y guían, contribuyen a prosperar, al tiempo de ser filántropos. Sin individuos como el Quijote, que simboliza la encarnación del más elevado ideal, la humanidad en sí probablemente no existiría. En este punto, una vez más, Pane (1916a ) asume una perspectiva intelectual que resulta congruente con el pensamiento de Giddings (1896), cuya conceptualización es preferida por el autor a la del héroe de Thomas Carlyle (1795-1881; 1840), el superhéroe de Friedrich Nietzsche (1844-1900; 2005) o el hombre representativo de Ralph Waldo Emerson (1803-1882; 1850). Pane cuestiona que la concepción de estos pensadores no supere en realidad el ámbito filosófico, mientras que la de los sociólogos se enmarca en el discurso científico. Además, Pane intenta adelantarse a la objeción de que la visión de los tres se encamina a la genialidad y a la formación del héroe, no al hecho mismo que conforma la locura. Puntualiza, de forma contundente, que los ingratos y los ignorantes denominan loco al genio, porque no lo comprenden; y se oponen al bueno, pues contraviene sus intereses mezquinos y su individualismo.

Las cosas no son tan sencillas ni directas, sin embargo. El egoísmo, o más bien el individuo que lo padece, también es calificado como loco. Es por su efecto que Sancho abraza la opción de seguir a su amo. La locura egoísta del escudero es la del monomaníaco y avaro, la del grafómano, que se reconoce en los políticos de poca monta, ávidos de enriquecerse a expensas de la sociedad mediante la posesión de los bienes públicos. Esta es la insania menos admirable, y la más improductiva socialmente. Aquí entrevemos el paso muy directo que se hace muchas veces entre la genialidad y la enfermedad mental. Nuestro autor lo manifiesta con claridad: “Desde luego la ciencia no ha dicho la última palabra sobre la locura como tampoco sobre el genio” ( Pane, 1916a , p. 192). Son muchos los exploradores, los creadores y los incomprendidos, capturados en las páginas de la historia, que fueron estigmatizados como locos. Complementa su razonamiento al señalar que la monomanía tiene varias formas, y que entre ellas, hay algunas que resultan sublimes, como las de Buda o Jesucristo. Retomando el juicio de Unamuno (1914), Pane reivindica que individuos como el Quijote, al que puede estimarse como la personificación de los héroes de Castilla, condensa lo que hay de local e histórico en esa comunidad española. Esta, indudablemente, es una apreciación sociológica. Y se pregunta, incurriendo en lo metafórico, si los castellanos no serían asimismo un poco locos al haber consentido las aventuras de Isabel I de Castilla (1451-1504), Carlos V (1500-1558) y Felipe II (1527-1598).

Ha habido locos célebres en este mismo sentido que encontraron un sitial propio en la historia. Entre ellos, Pane no solo menciona a la reina Isabel o Julio César (100-44 a.C.), a quienes califica como desequilibrados. Recuerda al mariscal Francisco Solano López (1827-1870), conductor militar paraguayo durante la Guerra contra la Triple Alianza, como un ejemplo de locura, que se hace reconocible en su decisión de interponerse al Brasil cuando este invadió la Banda Oriental en 1864. En nuestra historia nacional, también destaca la enigmática figura del Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia (1766-1840), estudiado por el médico argentino José María Ramos Mejía (1849-1914), quien se interesó vivamente en lo que él diagnosticó como un caso de melancolía que sufría el dictador Perpetuo (Ramos Mejía, 1915). Francia ha generado puntos de vista encontrados, desde el sostenido por Báez (1910), que en la percepción de Pane conceptuó a Francia como un “loco bueno”, hasta el enfoque clásico del historiador británico Carlyle (1843 ), cuya reivindicación del personaje como un héroe se hizo famosa. Esto nos brinda una idea de la variedad de matices inherentes al problema. El Quijote era hasta un higienista social, atendiendo a los consejos sobre el cuidado personal y la ética que había prodigado a Sancho. Por ello, advierte Pane, la locura no significa necesariamente una carencia de orientación moral. Pero, en la visión que pueda tenerse del Quijote, es indudable que representa un tipo cualitativamente distinto de individuo:

Solo que D. Quijote fue un loco manso, evangélico, no trágico como López, en la horrible aventura de una guerra internacional o Francia en la siniestra tiranía de una paz que sobrepujó a la de los sepulcros. D. Quijote es justo y a la vez misericordioso. Era un girondino anticipado ( Pane, 1916a , p. 194).

El nexo entre lo social y aquello que es inherente a la realidad subjetiva del Quijote se va haciendo, tras estas consideraciones, cada vez más evidente.

El Quijote en clave psicológica y sociológica

Toda la novela del Quijote, sostenía Pane (1916a ), era una demostración ad absurdum de la conocida expresión mente sana en cuerpo sano. El popular adagio invitaba al rescate de una psicología de tipo individual y social que podía utilizarse como recurso explicativo para la comprensión de las singularidades mentales de los personajes. Y cabía vislumbrarla, además, como un componente implícito en el entramado original de la obra. Pero es preciso examinar los términos con la debida atención. ¿Qué deseaba significar Pane con esta observación? En el mencionado aforismo, decía, “…se ve propuesta la causa orgánica de las anomalías psíquicas que los autores del día ponen por delante” ( Pane, 1916a , p. 194). ¿A quiénes aludía como “los autores del día”? Para entenderlo mejor, hay que remitirse a los Apuntes (Pane, 1917). Entre los académicos que Pane consideró eslabones centrales en el desarrollo de la psicología individual se encontraba, fundamentalmente, Wilhelm Wundt (1832-1920), el psicólogo alemán que es retratado como el fundador de la psicología experimental en la historiografía tradicional de la psicología ( García, 2017b ). Pero la perspectiva wundtiana, contrariamente a ciertas interpretaciones de su pensamiento que fueron cuestionadas como inadecuadas en revisiones recientes (Danziger, 1990), no es simplemente una psicología mentalista divorciada de los procesos fisiológicos. Al contrario, la investigación con la que Wundt inició a su carrera se dio precisamente en el campo de la fisiología, y muchos de los temas que le interesaron, como la apercepción, por ejemplo, surgieron en ese contexto específico (Wundt, 1904).

Pane (1917) no desconocía ese pensamiento, pues se hizo eco del erudito alemán al exponer las relaciones de la psicología con la sociología, y no ignoraba que los fenómenos mentales eran entendidos también como fisiológicos. De manera que, la visión de los mismos como anclados en la fisiología, cuando habla del Quijote, no es casual. Así hay que entender la vinculación que hace de la psicología individual con los procesos orgánicos. Estas consideraciones, además, le llevan a entender que la anemia que padecía Quijano obedecía básicamente a una causalidad orgánica, que indicaba como la fuente más común para la enajenación mental ( Pane, 1916a ). Estamos aquí frente a un punto crucial: la locura del Quijote procedía de un fundamento biológico. Pero Pane no se queda solo allí; busca un apoyo en las formulaciones médicas. Y lo hace recurriendo al Tratado de Medicina Legal de Charles Vibert, para quien la variante mórbida que fatigó al Quijote es de las que se explican con mayor facilidad entre el vulgo y constituye el tipo más sencillo de comprender (Vibert, 1908). Al mismo tiempo, sugería la consulta de las obras de Hernández Morejón (1858), para un mayor ahondamiento. En la mirada de Pane, las condiciones cerebrales que identifican al Quijote, combinadas con las circunstancias contingentes de su afición a la lectura, son las que además desencadenan las actitudes obsesivas o las ideas fijas del personaje.

En el aspecto más estrictamente sociológico, se enfatiza la influencia social del arte, especialmente la literatura en cuanto género artístico, pero sin olvidar otras como el teatro, la oratoria y el periodismo. En Pane, ese interés en el arte ya se había manifestado con anterioridad, explorando los orígenes y proceso evolutivo de las expresiones creativas y analizando los elementos principales que la componen ( Pane, 1905 ). A su criterio, otras obras de importancia que se ocupaban de los nexos entre estas actividades y la sociología eran La muchedumbre delincuente de Sighele (1892) y El arte desde un punto de vista sociológico de Guyau (1897). Estos puntos también fueron tratados con cierto detalle en los Apuntes (Pane, 1917). La relevancia de tales trabajos, para nuestro autor, era que a partir de ellos se había incorporado de manera irrebatible ciertas temáticas como la opinión y la voluntad social en los dominios teóricos de nuestra disciplina. Es decir, el estudio de aquellos procesos, reflejados en la literatura, retroalimenta directamente sobre la comprensión psicológica.

Pero aún puede darse un paso más y muy significativo. Y es que lo verdaderamente esencial en el Quijote, lo que hizo que impactara de modo tan fuerte y duradero en la conciencia social de los europeos, era que Cervantes logró sintetizar en su protagonista el conjunto de todas las insanias que habían cruzado por las mentes de los habitantes del Medievo. Estas se reflejaban en diversas formas, como el gusto por todo lo que fuera extraordinario o maravilloso, en cualquiera de sus vertientes: cristiana o bárbara, así como en las creaciones de la superstición cultural que desembocaron en la brujería, los encantamientos, las hadas, y una larga lista de otras prácticas bizarras. Esa es la locura inmersa en aquella sociedad, en la que sus miembros, al decir de Pane (1916a ), creían y con la cual soñaban. Y a la vez temían, agregaríamos nosotros. Esta forma de locura en que consistió el quijotismo se percibía en algunas personalidades de la política de la época, por ejemplo, el presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt (1882-1945), a quien Pane atribuyó la encarnación de un quijotismo internacional, personificando una suerte de humanitarismo solidario que subsiste por encima de los intereses de los millonarios. La expectativa de un líder mundial que decidiese emprender la defensa de la humanidad sería la concreción de un ideal quijotesco, pero concebible, pues los avances genuinos de la historia se han logrado únicamente a partir de esta clase de renunciamientos y acciones altruistas. De manera que no se trata únicamente de buscar una comprensión nueva del Quijote en su perfil psicológico y sociológico. Es también la esperanza de un mundo mejor por medio de quienes asuman sus utopías.

Don Quijote es, ante todo, la manifestación prístina del bien. En su locura incluso arrastra a quienes, como Sancho, no son del todo buenos. El Quijote personifica, en lo más íntimo de su significación, la crítica de los vicios y las costumbres que minaban su tiempo. Es por ello que Pane (1916a ) discrepa de la interpretación de Unamuno (1914) de que el personaje condensa la representación del carácter nacional de Castilla. Realmente es el espíritu filosófico lo que le convierte en una expresión que adquiere plena universalidad. Pane recurre aquí al concepto de Giddings (1896) del hombre social, que explica por qué las imágenes del Quijote se convierten en estampas constitutivas para la humanidad toda. Desde los socialistas que sacrifican sus anhelos personales por el bien universal hasta los santos en su sacrificio vital por un amor filantrópico, son muestras palpables de quijotismo. Asimismo están los inventores que crean cosas novedosas para beneficio de los demás, obteniendo ellos, a veces, mínimas recompensas. Todos son, para Pane, portadores de algún grado de quijotismo y, al mismo tiempo, ejemplos de monomanía. Remarca que el Quijote no es únicamente un carácter en la acepción esbozada por Giddings (1896). Es como una disyuntiva moral que hoy y siempre habrá de plantearse en forma inexorable a cualquier individuo, entre el conveniente acomodo de la vida común, y lo que pudiera representar la locura o la santidad. Pane no olvida, en su recuento de los ecos que propagaron las actitudes quijotescas, las luchas de las feministas contra el conservadurismo de la época.

Lo que el Quijote otorga a todos los que se identifiquen con él es un significado profundo que concierne a lo que llamamos humanidad en un modo amplio, y que se traduce en la forma como la sociología contempla a la sociedad “. . . en el sentido de tribu, pueblo o nación. . .” ( Pane, 1916a , p. 199). Es la humanidad vista como una sociedad de sociedades, a lo que Pane denominó una sociología intersocial. Los virtuosos, por lo demás, constituyen desde siempre una excelsa minoría frente a la abundancia numérica de los Sanchos. Pane hace una extensa cita del escritor francés Paul de Saint-Victor (1827-1881), quien concebía el espíritu de Prometeo en una transformación permanente a través de los diferentes arquetipos que ha infundido en la humanidad, robando sin cesar el fuego de los dioses y escribiendo con su audacia la historia de la civilización humana. Esta matriz de la evolución es la que aflora en los individuos extraordinarios, de los que el Quijote ha llegado a ser uno de los himnos principales en la producción literaria. Cervantes como creador y el Quijote como su hijo intelectual son expresiones del espíritu de Prometeo. Pero estos grandes hombres permanecen siempre como incomprendidos. Atrapados en la fulgurante brillantez de su intelecto:

Me refiero al nublado de coces de la ignorancia aplicada a los genios y de la ingratitud de los pueblos, dirigida contra sus benefactores en general, así como a los golpes y lapidación de que siempre los Prometeos son fatales víctimas ( Pane, 1916a , p. 202).

El tramo final del artículo está dedicado, en una discusión merecedora de mayor extensión, a cuanto Sancho representó psicológicamente. El “gentío de los Sanchos”, como dice Pane (1916a ), no es una realidad despreciable, pues si no hubiera una presencia mayoritaria de los mismos, seríamos incapaces de distinguir a los Quijotes. Pane argumentaba que si alguna vez hubiera de sintetizarse el conjunto de todas las leyes sociológicas, se tendría que incluir la eterna dicotomía del egoísmo y el altruismo que operan de manera recíproca. El quijotismo no existiría sin el sanchopancismo, pues ambos son absolutamente complementarios e integran una conjunción real (Quer Antich, 1994). En la novela, el egoísmo que identifica a Sancho sigue al idealismo que insufla el Quijote, y es lo que a nivel más extendido se infiere de las circunstancias políticas, por ejemplo, cuando la burguesía que encarna el talante de Sancho se opone al clamor de las mayorías por la igualdad y la justicia social, o desdeña las utopías que buscan transformaciones en procura de un mundo mejor y más humanitario. Siempre habrá Quijotes para enderezar a los Sanchos, advirtió Pane, aunque de hecho fueran menos en número, y no abunden en nuestros horizontes. De la literatura a la sociedad, y del análisis psicológico a la contemplación del tejido colectivo, el simbolismo auténtico del Quijote se abre paso, como una alternativa proveniente desde la estética y por la reflexión que inspira sobre la condición individual. También, como un elemento alternativo para el avance de la psicología. Prescindente del lenguaje y la metodología científica, pero lleno de lecciones importantes sobre lo propio y singular de la naturaleza humana. Esa es, a no dudarlo, la gran lección de Cervantes para la posteridad.

El ensayo sobre el Quijote en la psicología paraguaya

Ignacio A. Pane es una figura emblemática para la historia del pensamiento paraguayo, siendo el de sociólogo su rol mejor definido. Poviña (1959) lo ha conceptuado entre los más eminentes de la América española para esa área específica. En el plano de la psicología social, también se lo menciona como uno de sus precursores principales por las discusiones que incentivó en sus Apuntes de Sociología (Pane, 1917) sobre diversos aspectos que le conciernen, en especial, la relación entre ambas disciplinas, y sus semejanzas y diferencias ( García, 2003 , 2017a, 2018b). Otras vertientes por las que encauzó el análisis psicológico son, sin embargo, menos difundidas o reconocidas. En este artículo revisamos una de ellas, la de su óptica psicológica y sociológica respecto a la personalidad literaria del Quijote. Desde luego, es razonable preguntarse por la originalidad que pueda encerrar esta aproximación, a la vez de inquirir por su auténtica ligazón con la teoría psicológica. Fundamentado en Posada (1902), Pane defendió el supuesto de que la literatura es un canal privilegiado para el conocimiento de las singularidades psicológicas humanas, una perspectiva que numerosos autores compartieron. El material, al que puede estimarse como poseedor de una relevancia evidente para la psicología, exhibe aristas muy variadas y, a la vez, posibles de estudiarse desde distintos puntos de vista. En lo esencial, la conjetura de fondo es que la literatura suministra una fuente de datos observables, susceptibles de ser examinados y expresados cuantitativamente, o explorados de modo argumentativo y especulativo ( Lindauer, 1984 ). En el abanico de las orientaciones psicológicas, el sector más productivo para esta clase de reflexiones, probablemente, haya sido el psicoanálisis (Holland, 1990).

De cualquier manera, el análisis psicológico de los personajes literarios no ha sido la modalidad de estudio más común o frecuente en la historia de la psicología paraguaya. El artículo de Pane es más una excepción a la regla que el ejemplo de una tradición repetida. Esta peculiaridad es la que le confiere su valía histórica. Y nos demuestra, al mismo tiempo, que el desarrollo de ciertos ámbitos de interés en el Paraguay de comienzos del siglo XX, particularmente aquellos que recurrían al uso de conceptos psicológicos como los atinentes a la locura en la breve revisión de la monomanía que Pane situó en su discusión, resultaban muy infrecuentes en el marco de la ensayística producida por los autores nacionales. Él mismo remarcó que había llegado hasta una formulación de este tipo desde una consideración que se originó en la literatura, de la que fue catedrático por varios años y representó su canal de entrada para una exploración de la psicología en ese ámbito concreto. Sin embargo, Pane no se hallaba iniciando una línea de investigación especifica cuyo centro fuera la psicopatología humana ni tampoco apuntaba hacia la implementación de aplicaciones clínicas. Trabajó como lo haría un intelectual, generando una disquisición teórica acerca de su objeto y enmarcando los complementos necesarios de su pensamiento, tanto desde el punto de vista social como de las consideraciones más humanistas referentes al Quijote. Es por eso que en este artículo se reconoce como la expresión de los intereses surgidos en la confluencia de la psicología con la literatura, tal como se producía en los inicios del siglo XX. El escrito es un indicador de las opciones temáticas que podían abordarse con criterios muy abiertos en la etapa previa al surgimiento de las primeras carreras de psicología en el país. Pero, aunque novedoso y atractivo, fue una manifestación de interés que no dejó secuelas reconocibles de su influencia en el ámbito de la investigación psicológica.

Conclusión

Antes de concluir la segunda década del siglo XX se producía la publicación de un ensayo perteneciente a Ignacio A. Pane, titulado El Quijote desde el punto de vista sociológico (1916), en las páginas de una revista educativa paraguaya. El artículo se enfocaba en un tema poco frecuentado dentro de las temáticas habituales de los escritores y académicos paraguayos: el de la compleja figura del protagonista de la célebre novela de Cervantes y su fiel acompañante, Sancho. En el contexto planteado en esa historia, la personalidad del Quijote surgía como una conjunción de alegorías variadas que fueron objeto de análisis en los últimos siglos debido a los matices que presenta el perfil del personaje y las múltiples esferas de discusión que se condensan en derredor suyo. El enfoque adoptado por Pane se dirigió hacia los numerosos aspectos que se derivan del argumento y la construcción literaria del pensamiento del protagonista. En tal sentido, destacan el sentido estético y sus conexiones con la belleza y la fealdad, el predominio de lo afectivo y lo sentimental que se imponen con fuerza en la concepción de los asuntos de la vida, y la ética, con el consecuente imperativo categórico que suponen el deber y la honorabilidad personal. Pero entre todos estos asuntos, resalta nítidamente un problema que aparece recurrentemente en toda la obra, y a veces asoma sutilmente disimulado en los cambiantes vaivenes del discurso. Este asunto esencial se halla representado por la locura, concebida en cuanto manifestación subjetiva de la individualidad psicológica del personaje central, aunque igualmente volcada en los entramados discursivos y las costumbres que se modelan en el ambiente social que enmarca la obra.

Las reflexiones surgidas en la temática del Quijote están sumidas en una visión romántica del mundo, y atadas a la peculiar misión que se autoimpuso para orientar su vida. En este contexto se entiende que, lejos de constituir un estado mental excepcional que afecta y aflige a unos pocos individuos, ya sea que se los visualice como enfermos, endemoniados o incomprendidos por el entorno, y que requieren internación hospitalaria y aislamiento social, la locura constituye, en esencia, una expresión de rebeldía contra lo socialmente establecido. En el caso del Quijote, representa su rechazo a la injusticia, y se alza como una reivindicación plena de los valores humanos más elevados. Del análisis que realiza Pane se desprende que la locura puede hallarse enraizada en las prácticas sociales compartidas. Muchas veces puede dar la impresión de que el loco, en su locura, en verdad toma distancia de los extravíos del entorno colectivo que le rodea y que se considera a sí mismo cuerdo. De este modo, refleja todo lo contrario de lo que aparenta, abriendo espacio para una peculiar y aparentemente contradictoria forma de mantener un mínimo espacio de cordura.

Pane, cuyos escritos se caracterizan por una marcada inclinación hacia los análisis de la realidad social, ubicó la discusión sobre la singularidad del Quijote en un plano donde coinciden plenamente las aproximaciones sociológicas con las psicológicas y literarias. El ensayo nos revela el alcance universal de la novela de Cervantes y su capacidad de fundar reflexiones lúcidas, como las que se articulan en los argumentos expuestos por Pane mismo. En un sentido más atinente a la psicología local y su evolución histórica, el artículo nos muestra que, en las primeras décadas de la pasada centuria, la actividad conceptual que tenía a la psicología como su epicentro era, con mayor frecuencia, un producto del trabajo de individuos relativamente aislados, en el sentido de no establecer una línea teórica capaz de generar una sistematización congruente u orientada hacia la formación de discípulos o seguidores. Pane fue una conciencia individual frente a un campo de estudio y reflexión, el de la psicología del Quijote en este caso, al que tampoco le pudo conceder la continuidad o la diversificación en el contorno global de su obra, lo cual se explica y justifica, en gran medida, por su prematuro fallecimiento. Entre muchos otros, constituye un ejemplo del disperso y escasamente sistematizado conjunto de ideas y problemas que formaron el vértice de la psicología paraguaya en la mitad inicial del siglo XX. Ciertamente, el examen del Quijote y su personalidad forma parte de un amplio horizonte de temas que aún requieren de una exploración detenida en varios aspectos importantes.

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Recibido: 02 de Septiembre de 2020; Aprobado: 26 de Octubre de 2021

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