Archivo Español de Arqueología 96
enero-diciembre 2023, r04
ISSN: 0066-6742, eISSN: 1988-3110, ISSN-L: 0066-6742
https://doi.org/10.3989/aespa.096.023.res04

Inés Sastre

CSIC, Instituto de Historia

https://orcid.org/0000-0001-5487-705X

Reseña de / Review of: Christian Rico, Hispania negotia. Essai sur le commerce au long cours de l’Hispanie romaine (IIe s. av. J.-C. – IIe s. apr. J.-C.), Archéologies méditerranéennes. Bibliothèque d’archéologie méditerranéenne et africaine, 33, Presses Universitaires de Provence, Aix-Marseille Université, Aix-en-Provence, 2022, 216 pp. ISBN: 979-10-320-0418-0; ISSN: 2101-2849.

CONTENIDO

El libro recoge un estudio global del comercio hispano a larga distancia centrado en los principales productos implicados (metal, vino, aceite y salazones) y en las principales regiones exportadoras, principalmente del sur y el levante peninsulares, con una cronología amplia, entre el siglo II a. C. y finales del Alto Imperio. Supone, por lo tanto, una aportación novedosa en cuanto a su concepción global y a su amplitud cronológica. Deriva de la memoria científica para la habilitation à diriger des recherches presentada por el autor en la Aix-Marseille Université en 2107 y supervisada por Catherine Virlouvet, directora hasta 2019 de l’École française de Rome, quien firma el prefacio.

La transformación de estos trabajos académicos en monografías es siempre una labor ardua, y es difícil borrar completamente el rastro que dejan los rígidos formatos universitarios. Pero, al mismo tiempo, la profunda investigación que lleva detrás el esfuerzo de acceder al rango de professeur indudablemente produce volúmenes de enorme peso científico destinados a convertirse en obras de referencia en la materia, como es el caso de este libro.

El volumen se divide en tres partes. La primera, Les exportations lointaines de l’Hispanie, les produits et leur marchés, repasa los tres grandes sectores de la actividad económica (minas, agricultura y explotación del mar) que proporcionan los productos específicos y relevantes para entender el papel de Hispania como actor fundamental del comercio a larga distancia, incluyendo una revisión arqueológica de los territorios productivos. La segunda, Le petit (?) monde des marchands de l’Hispanie romaine, entra de lleno en la información epigráfica para relacionar los sellos y tituli picti de lingotes y ánforas, y la nomenclatura recogida en la epigrafía lapídea, con los distintos agentes relacionados con el comercio, atendiendo a su contribución específica en el marco de las redes de intercambio, el fenómeno de las asociaciones y collegia, y las diferencias tanto de estatus (libres, libertos, esclavos) como geográficas (itálicos, galos, hispanos). La tercera parte Du producteur au consommateur. L’organisation du commerce de l’Hispanie romaine, sigue el trazado de las redes de intercambio a lo largo de todo su recorrido ‒desde las zonas de producción y embarque hasta los destinos finales‒, define los puertos de ruptura de carga necesarios para posibilitar el transporte a larga distancia e identifica la participación de los distintos actores en los diferentes momentos y puntos de las rutas.

Esta estructura tripartita es lógica, está bien argumentada y, de hecho, cada una de las partes tiene peso específico y coherencia por sí misma. Sin embargo, se han construido de una manera tal vez excesivamente independiente, de modo que a menudo se producen repeticiones. El autor vuelve en varias ocasiones, pero como si se hiciera por primera vez, a la información que puede extraerse del mismo pecio o de la misma inscripción, añadiendo una nueva perspectiva a lo dicho anteriormente o señalando nuevos datos que antes no se habían mencionado. Esto produce una innecesaria fragmentación del hilo argumental. Se echa de menos poder disponer del dosier completo de cada fuente de información en su apartado correspondiente del texto, con las necesarias llamadas al mismo cuando sea necesario. Esto ocurre con diversas cuestiones: la información de los lingotes de yacimientos submarinos transmite una especial sensación de fragmentación; el comercio de redistribución y el papel de los puntos de ruptura de carga; la crítica a las conclusiones del grupo del CEIPAC se hace en la p. 79 ss. y vuelve a desarrollarse en la 164 y ss.; la distinción entre mercator y negotiator se plantea en distintos puntos (p. e. en p. 90, 109 y 148).

Un rasgo que llama la atención es la ausencia total de ilustraciones, a excepción de los mapas con la distribución de pecios romanos en el Mediterráneo. Este material está acompañado de varias tablas de síntesis sobre el contenido conservado en los mismos, que es sin duda de enorme utilidad. El formato físico del libro, casi un US-Letter, que resulta bonito y cómodo de manejar ‒cuando el texto se distribuye en dos columnas‒ habría dado juego para incluir ilustraciones que habrían facilitado muchas descripciones (la morfología de los lingotes o de las ánforas; la distribución de los tituli picti, por mencionar algunas especialmente evidentes) y aligerado la lectura, que a veces resulta un poco densa.

Se ha completado la bibliografía desde 2017, aunque en ocasiones se detecta que el texto se ha redactado con anterioridad a la fecha de publicación. Hay menciones de “recientes investigaciones” que se refieren a obras de 2002 (p. 49), y muchas de las referencias de los investigadores más relevantes sobre los temas tratados no van más allá de 2012-14. Esto se hace más notable en las escasas incursiones sobre otras regiones hispanas, como Lusitania o el Noroeste, aunque dado que el interés por ellas es mínimo, la desactualización bibliográfica no pasa de anecdótica. Esto tal vez explique por qué el autor resulta demasiado pesimista en algunas ocasiones sobre el panorama que describe en relación con el estado actual de las investigaciones. Las interpretaciones están en la línea principalmente de las investigaciones de otros autores franceses, como es el caso de Domergue, y también de J. Andreau, A. Tchernia y N. Tran.

El enfoque que plantea Rico quiere evitar a toda costa generalizar o encasillar en una única estructura económica las diversas especificidades documentadas para cada sector y cada región estudiados. Virlouvet lo destaca como un mérito en el prefacio: “il restitue le passé dans son épaisseur et sa complexité, au plus près de ce que l’on peut savoir a partir des témoignages antiques, échappant à la tentation de creer un systéme. Il aboutit ainsi à un tableau nuancé et complexe des acteurs et de l’organisation des échanges, qui évite le piège de vouloir trouver un modèle économique unique pour expliquer le grand commerce romain et que revisite les idées reçues”. Sin duda, el minucioso y sistemático análisis de las fuentes, sobre todo en lo que respecta a los lingotes y los tituli picti, ha permitido al autor desplegar una visión matizada y certera sobre muchos aspectos, pero al mismo tiempo el apego a las fuentes hace que en ocasiones las conclusiones estén demasiado circunscritas a las mismas. El libro proporciona un cuadro específico que tiene sentido en sí mismo, pero que puede cobrar mayor relevancia si se inserta, como una pieza más, en el puzle más amplio que le corresponde y que le permita abrir el campo de observación. Uno de los méritos del libro es que plantea el reto de analizar cómo esta pieza, la de las redes comerciales y sus protagonistas, encaja en la organización de la producción del género comercializado, en la construcción de las redes de poder en las ciudades “exportadoras” y en las regiones “consumidoras”, y en la continuidad o discontinuidad que la dominación romana impuso sobre redes de intercambio bien asentadas como las fenicio-púnicas. Las conclusiones generales sobre la relativización del papel de las grandes élites financieras (esp. p. 121 y ss.) y del Estado (esp. p. 156 ss.) en el comercio a larga distancia, tal vez se matizasen si la interpretación se insertara en estos marcos más amplios de interpretación.

Esta renuncia a la construcción de modelos es coherente con la superficialidad con la que se trata el debate entre modernistas y primitivistas sobre la definición de la economía antigua. Las referencias al clásico debate no suelen faltar en la bibliografía reciente, casi siempre para constatar que ya está superado y que no merece la pena persistir en él. En el libro de Rico la cuestión se incluye en un párrafo de la Introducción (p. 13). Sin embargo, muchas de las interpretaciones ofrecidas son de sumo interés en la clarificación de las cuestiones que subyacen a ese debate. El reconocimiento de que las posturas clásicas sobre el asunto exageraron determinados aspectos y minimizaron otros no elimina el hecho de que de ninguna manera está resuelto aún este tema en lo que se refiere a la caracterización de las mentalidades antiguas en lo relativo a la llamada “racionalidad económica” y al valor que podemos dar a las herramientas analíticas de la economía moderna para entender los mercados antiguos. Precisamente este interés de Rico por la “especificidad” de la información de las fuentes y las “particularidades” de los distintos sectores analizados, acentúa la necesidad de caracterizar adecuadamente los procesos de producción, redistribución y consumo para identificar qué es lo que caracteriza a las sociedades antiguas en comparación con las de otros periodos históricos y lugares. Hoy en día, cuando se detecta una tendencia a marcar anacrónicamente las continuidades entre la antigüedad y el presente a través de la traslación al pasado de las mentalidades capitalistas, esa labor de investigación es especialmente necesaria. Contrariamente a lo que pueda parecer, la definición de modelos en este sentido permite precisamente identificar las peculiaridades de los procesos históricos1No es posible entrar de lleno en esta cuestión. Remito a un trabajo de próxima publicación: I. Sastre, “Economía antigua e ideología contemporánea: algunas reflexiones sobre la economía de mercado romana”, A. Alvar (ed.), Esclavitud histórica. Ideología contemporánea / Esclavage historique. Idéologie contemporaine, Actas del XLIII coloquio del GIREA, colección Instrumenta, Barcelona..

El libro de Rico recoge temas y hace afirmaciones muy interesantes para comprender las particularidades de estas formas mercantiles. El autor no entra en cuestiones de mentalidad económica y solo puntualmente en aspectos relativos a la rentabilidad u optimización de las formas de organizar el trabajo o los intercambios. Atribuye a las dificultades de las conexiones a larga distancia parte de las características de estas redes comerciales. Pero cabe preguntarse si por detrás de muchos de los aspectos que quedan resaltados en el texto no hay otras cuestiones que permiten abundar en la caracterización general de la economía romana y, en particular, de las formas de “racionalidad económica”. Entre estos aspectos se pueden enumerar los siguientes:

  • La especialización por productos. A finales de la República los negotiatores trabajaban con cualquier producto dependiendo de múltiples circunstancias, en un contexto marcado por el alcance moderado de su distribución. Pero cuando las producciones alcanzaron un volumen mayor, los comerciantes se especializaron (p. 99), salvo algunas excepciones puntuales que suelen relacionar el aceite y las salazones, y en alguna ocasión el vino y el aceite, pero no implican a los metales (p. 117). Aunque los productos se transportan juntos y viajan por las mismas rutas, no se comercializan juntos.

  • La ausencia de control sobre toda la “cadena operativa”. El ámbito de la producción y la comercialización aparecen como sectores independientes (p. 54), y también lo son la comercialización del producto y el transporte, siendo excepcionales los casos en los que se percibe la participación de los mismos personajes en diferentes sectores (p. e. L. Urittius Verecundus, p. 155). Las redes están notablemente fragmentadas, con un número llamativo de intermediarios, en función sobre todo de la distancia geográfica. Esto hace especialmente relevantes los puntos de ruptura de carga (Arles, Narbona, Lyon, Puteoli) para un “comercio de redistribución” (p. 143). Las distintas esferas parceladas son campo de actuación de distintos agentes: mercatores, negotiatores, difusores, navicularii… El comercio a larga distancia es una red en la que hay distintos grados y formas de participación (p. 172).

  • El hecho de que los barcos tengan en general una capacidad media. A partir de Augusto, aparecen los barcos con contenedores de gran capacidad, dolia o toneles, que sustituyen a las ánforas en el transporte de vino itálico hacia los campamentos del limes. Con ello se consigue más capacidad y menos peso. Estos barcos se relacionan directamente con los C. Piranii de Minturnae, a los que aluden más de la mitad de los sellos de los dolia (p. 46) y desaparecen hacia mediados del siglo I, cuando el cultivo de la vid se extiende por Galia y esta se convierte en la principal suministradora de las zonas campamentales (valle del Ródano), utilizando para ello toneles. Lo más destacable es que no se demuestra arqueológicamente que haya un aumento progresivo del número de navíos de alta capacidad de carga (p. 140), ni es posible identificar a destacados comerciantes propietarios de grandes cargamentos (p. 141).

  • Caracterización de las societates y collegia (p. 101 ss.). Cuando se documentan societates comerciales ‒algo frecuente entre los olearii pero casi ausente en salazones y desconocido en metales (p. 109)‒ suelen ser miembros de la misma gens, y es muy poco frecuente que los asociados lleven nomina diferentes (p. 102). Nuevamente, el rasgo más destacado es la heterogeneidad y el hecho de que no sean criterios exclusivamente económicos los que condicionan la conformación de las societates. Y en cuanto a los collegia, estos funcionan más como “clubs” o “cadres de sociabilité” que como sindicatos o gremios; no muestran interés en intervenir en la regulación de la actividad económica (p. 107) ni tienen tampoco una función política, aunque es razonable pensar que actuaran como grupos de presión en beneficio de sus miembros y que fueran útiles para canalizar las relaciones con la annona imperial, sin que de aquí se derive que estuvieran a su servicio.

Por supuesto, algunas conclusiones pueden ser discutibles, y lo serán en el futuro. Seguramente el aspecto más polémico (y cabría añadirse que esa polémica se busca de forma expresa) es la enmienda casi a la totalidad de las aportaciones del grupo CEIPAC de la Universidad de Barcelona sobre la vinculación entre la Bética y las zonas campamentales del limes a través del suministro de aceite en un contexto de “comercio administrativo”. Rico no reconoce sus interpretaciones de los sellos anfóricos y los tituli picti (esta es la parte en la que la argumentación resulta más convincente), ni la relevancia estadística que lleva a conectar distintas regiones productoras con campamentos específicos, ni la importancia del Estado romano como factor económico esencial para que los suministros fueran viables, con todo lo que esto implica sobre la interpretación de la annona. El peso del comercio cae, según Rico, sobre actores privados que tienen que interactuar con las autoridades en tanto que gestores encargados de facilitar y garantizar el desarrollo de su actividad. El Estado no es un actor del comercio ni un factor de control del mismo, y el ejército es un consumidor más dentro de mercados amplios y crecientes.

Estas “gens du commerce” se consideran también al margen de las élites imperiales, y solo puntualmente vinculadas a las élites municipales (p. 121 ss.). Algunos casos, como los Decimii Caecilii astigitanos (p. 96), parecen estar al margen de las familias dominantes de su ciudad, pero prosperan en los ámbitos inferiores de la administración de Roma (lictor curiatus, viator y apparitor), aunque en la mayoría de los casos las conexiones epigráficas son muy débiles. El problema con esto es que el autor ha puesto un foco muy limitado a la información epigráfica directamente vinculada a la actividad comercial y rechaza cualquier conexión onomástica que no sea manifiestamente elocuente. De cualquier manera, tengan o no conexión con grandes hombres de fortuna que invierten en expediciones comerciales, lo cierto es que la actividad comercial no parece ser por sí misma un trampolín especialmente eficaz de progreso social y más bien es un medio de ganarse la vida para algunas familias o individuos, muchos de ellos claramente dependientes (esclavos y libertos). Esta idea es muy interesante para caracterizar la economía de mercado romana, y puede unirse a la enumeración desplegada más arriba.

En síntesis, por su visión global del comercio hispano a larga distancia y por la exhaustividad y precisión del análisis de fuentes, el libro de Rico se convertirá sin duda en una obra de referencia sobre el tema. Al mismo tiempo, su exposición de los datos desde una postura que busca estar muy cercana a los mismos abre numerosas vías de tránsito en el futuro, agitando las aguas del debate científico y favoreciendo con ello el progreso de nuestro conocimiento sobre la economía antigua.

NOTA

 
1

No es posible entrar de lleno en esta cuestión. Remito a un trabajo de próxima publicación: I. Sastre, “Economía antigua e ideología contemporánea: algunas reflexiones sobre la economía de mercado romana”, A. Alvar (ed.), Esclavitud histórica. Ideología contemporánea / Esclavage historique. Idéologie contemporaine, Actas del XLIII coloquio del GIREA, colección Instrumenta, Barcelona.