En un artículo pionero dedicado a los gatekeepers of ideas, Lewis Coser se refería a los mecanismos sociales que proveen canales para la circulación de artefactos culturales.
These channels –aseguraba a su vez– are controlled by organizations or persons who operate the sluicegates; they are gatekeepers of ideas inasmuch as they are empowered to make decisions as to what is let “in” and what is kept “out”. Understanding the function of gatekeeping and analyzing the factors that determine the gatekeepers’ decisions will hence give major clues about the ways in which cultural products are selected for distribution. (15)
Ya desde esta instancia fundacional los gatekeepers aparecen conceptualizados como actores que disponen de un capital específico que los distingue de los simples mediadores. A diferencia de estos, lo gatekeepers concentran el poder de operar las compuertas que regulan los flujos de bienes simbólicos, es decir que son capaces de tomar decisiones o activar mecanismos que determinan su (no) circulación. En virtud de esta capacidad, como sostiene Coser, el estudio de la función de los gatekeepers es un recurso valioso y necesario para comprender a cabalidad el modo en que son seleccionados y jerarquizados los productos culturales para su inserción en el mercado.
En años más recientes el concepto fue revitalizado y resignificado por investigadores/as de los estudios literarios y culturales, así como por especialistas en el campo de la edición. Loren Glass, John Thompson y, de manera especial para los fines que nos interesan, William Marling han hecho contribuciones sustanciales y, con ello, han dado lugar a derivas semánticas significativas. Así, en determinados casos gatekeeper va a ser el término que refiera a actores que regulan la interacción entre el sujeto autor y su público (Thompson), en otros va a remitir a sujetos concretos –editores, traductores, escritores, periodistas– que acompañan y promueven la consagración de alguna figura autoral (Marling). Por último, también va a pensarse como un dispositivo (Gallego Cuiñas “Las narrativas del siglo XXI”) para la puesta en relieve y promoción pública de determinados objetos o sujetos.
Ya sea entendido como sujeto individual, como institución o como dispositivo, el gatekeeper ha ido ganando importancia desde los últimos años; lo que, a su vez, se acentúa cuanto más distantes entre sí se encuentren los sistemas culturales de producción y recepción. De tal manera que la circulación de literatura a nivel mundial o transnacional en el actual diseño global pareciera requerir, como condición necesaria, la intercesión de este recurso o agencia. Así, el dossier que presentamos tiene como objetivo examinar la categoría gatekeeper a partir de diferentes enfoques teórico-críticos y sobre la base de casos concretos, en lo que respecta particularmente a los flujos internacionales de literatura latinoamericana contemporánea. Lo que nos interesa son las instancias de mediación que hacen posible la literatura latinoamericana mundial (Guerrero et al.; Locane De la literatura; Sánchez Prado), entendida como la que se proyecta hacia la traducción y la circulación en el mercado transnacional. La hipótesis general, sobre la base de la sociología de la literatura, pero sin que por esto se le pretenda restar significado a la dimensión textual, sostiene –y en ello radica su importancia– que, sin la participación de gatekeepers, esta no sería posible. Esto implica que, en contraposición a la vertiente romántica de los estudios literarios articulada en función de las categorías de autor y de valor estético, esta propuesta concibe lo literario como un fenómeno –material– de factura colectiva y no individual. Los actores que son objeto de los estudios que componen este trabajo y que deben ser consideradores coproductores de literatura latinoamericana mundial abarcan un arco heterogéneo comprendido por traductores, editores, agentes literarios, académicos, festivales como el Hay, premios internacionales como el Herralde de Novela, periodistas culturales, antologías como la de Granta, programas de escritura creativa como el de la Universidad de Nueva York y, entre otros, residencias para escritores. Todos fungen de gatekeepers de las literaturas latinoamericanas en el sistema mundial contemporáneo, cuyo radio de acción y funcionamiento son analizados –sin pretender exhaustividad– en su variedad y conjunto.
Conviene, en este punto, destacar la significativa redefinición de literatura que supone el examen de los gatekeepers. Concentrar la atención en su función implica a todas luces desmontar la tradición romántica que le ha asignado un papel protagónico a quien asume el rol autoral y actúa como responsable legal del texto. Una perspectiva centrada en el proceso de producción distingue entre el texto o, más bien, manuscrito y la literatura. Mientras que el primero puede ser considerado el resultado del proceso de escritura, la segunda pasa por la compleja cadena de montaje que establece la industria editorial. Esta cadena se expande cuando la literatura ingresa en circuitos internacionales y supone la intervención de numerosos gatekeepers con sofisticados capitales sociales y competencias multiculturales que, por regla general, no poseen los autores ni los editores considerados de modo individual.
De este modo, hoy las producciones artísticas están siendo reemplazadas por los sistemas de intermediación que tasan y legitiman el valor económico y simbólico de la literatura. Además, la proliferación de estos agentes en las dos últimas décadas también se debe a la necesidad de reducir la incertidumbre del valor –de repartir riesgos y beneficios– (Roueff y Sofio 4-7) derivada de la democratización en la prescripción del gusto y de la pérdida de legitimidad de los prístinos agentes de valoración: la academia, los premios, la prensa cultural y las revistas, entre otros. Es cierto que tampoco existía antes una convención clara para evaluar la calidad de un artefacto literario –más allá de la contingencia de determinadas corrientes estéticas y pedagogías nacionales–, pero la pérdida de crédito de los aparatos ideológicos del campo literario y el adelgazamiento de la hegemonía de la literatura en la esfera pública ha favorecido la construcción de un territorio profesional que, como toda labor creativa en el siglo XXI, deviene hipermediado y precarizado. Las instancias de mediación de lo literario, de su objeto y su sujeto, se han profesionalizado y multiplicado tanto (editoriales, agentes literarios, scouts, traductores, ferias, festivales, listas, premios, etc.) en la actualidad que se impone ensayar una suerte de sistematización, operativa y clarificadora, de las funciones que realizan y que distinguen a unos agentes y a otros. Así, presentamos la siguiente tipología, tentativa, de gatekeepers de la literatura actual 1 :
i) exploradores (scouts)
ii) tasadores (editores)
iii) negociadores (agentes literarios)
iv) conseguidores (ferias profesionales)
v) legitimadores y/o relacionadores (festivales)
vi) profesionalizantes (másteres, talleres, residencias)
vii) consagradores (traducciones, premios, listas)
A partir de esta propuesta, nos hemos centrado en la mayoría de los mediadores mencionados (agentes literarios, másteres de escritura, festivales, premios, antologías, ferias, traductores, etc.) para pensar la forma en que se disputan el control del trabajo del escritor, del texto literario y de su espectáculo, en los distintos mercados de la literatura latinoamericana mundial. Esto deviene en una suerte de repartición de lo material –jugando con el concepto de Jacques Rancière– que visibiliza (produce), hace legible (distribuye) y legitima (consagra) determinados valores en función de un reparto de lo sensible que significa la naturaleza, ontológica y epistémica, de la literatura en lengua castellana hoy. Entonces, desde un enfoque materialista, este dossier aborda la forma en que la literatura es producida socialmente, como una categoría cultural pública y como un producto, o espacio (Sapiro; Weber), colectivo. La crítica literaria materialista en el ámbito iberoamericano se ha prodigado en los últimos tiempos en la historia del libro (De Diego; Espósito), el mercado editorial (Botto; Manzoni; Szpilbarg y Saferstein; Vanoli; Epplin; Fernández; Gallego Cuiñas; Guerrero; Müller), las ferias (Bosshard y García Naharro; Villarino), los premios (Moreno), las traducciones (Roig-Sanz y Meylaerts) o los agentes literarios (Locane “La mediación”; García Naharro) 2 . Nuestra propuesta va en esta línea de atención a nuevos objetos sociológicos, pero, además, planteamos la necesidad de llevar a cabo una ponderación teórica de los modos de lectura crítica de este tipo de fenómenos.
Con este horizonte, hemos desarrollado el primer estudio de conjunto –desde la sociología, la crítica literaria y la teoría– de los acontecimientos (Badiou) mundiales que han marcado la literatura latinoamericana en lo que va del siglo XX a las primeras décadas del XXI. Estas fuerzas globales de la mediación literaria participan, de una u otra forma, en la mundialización del libro y de las figuras de escritor: las antologías y másteres de escritura controlan los modos de producción (son tasadadores y profesionalizantes); los agentes literarios, las ferias y los traductores controlan la distribución o circulación (son negociadores y conseguidores); y los festivales y premios controlan la recepción (son legitimadores y consagradores). Al modo de las publicaciones periódicas del siglo XIX o las revistas de la vanguardia histórica, estos gatekeepers simbolizan el estado de nuestras literaturas y los usos de sus representaciones (Frow 47). Por ello, se han convertido en privilegiados mediadores en la formación del gusto a través de determinadas políticas del mercado y de la literatura que es urgente desentrañar. En definitiva, en las páginas que siguen analizamos, a partir de casos de estudio muy heterogéneos, el modo en que se comportan los principales gatekeepers de la cultura actual para hacer (Müller) literatura latinoamericana mundial.
Antes de concluir esta presentación, queremos hacer explícitas y poner de relieve las razones por las que en este dossier el término gatekeeper se mantiene en inglés. Una categoría equivalente en español, como podría ser ‘mediador’, ‘guardián’ o ‘portero’, sacrificaría –como ya adelantamos– especificidad. Pero hay otra razón. En una conferencia de 1989, Pierre Bourdieu ejecutaba la misma operación cuando se preguntaba: “qui sont les sélectionneurs, ceux qu’une sociologue de la science américaine appelle les ‘gate-keepers’?” (5). Más tarde, la conferencia fue publicada e incluso traducida y siempre se ha mantenido esta opción. Para sugerir una continuidad con esta línea de pensamiento –de la cual Sapiro puede ser considerada hoy su mejor expresión– insistimos, pues, en su forma en inglés. Además, esta palabra se aviene a una imagen que condensa a la perfección la idea descrita que, sin duda, bascula entre el ámbito de la ley o de lo prescriptivo, como aquellos guardianes –traducidos como justamente gatekeepers– de la parábola de Kafka “Ante la ley”, y, el ámbito de la magia o del secreto que controla el acceso a la cueva del tesoro, como en el cuento “Ali Baba y los cuarenta ladrones” de Las mil y una noches. En ambos casos, el objetivo es el mismo, abrir las puertas de algo que, paradójicamente, está siempre abierto: el mercado.