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Papeles del Psicólogo es una revista científico-profesional, cuyo objetivo es publicar revisiones, meta-análisis, soluciones, descubrimientos, guías, experiencias y métodos de utilidad para abordar problemas y cuestiones que surgen en la práctica profesional de cualquier área de la Psicología. Se ofrece también como foro para contrastar opiniones y fomentar el debate sobre enfoques o cuestiones que suscitan controversia.

PAPELES DEL PSICÓLOGO
  • Director: Serafín Lemos Giráldez
  • Última difusión: Enero 2024
  • Periodicidad: Enero - Mayo - Septiembre
  • ISSN: 0214 - 7823
  • ISSN Electrónico: 1886-1415
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Papeles del Psicólogo, 1982. Vol. (3).




LA PSICOLOGÍA DEBE SER UN SERVICIO PÚBLICO

Carlos Camarero

Psicólogo del Servicio Social de Minusválidos, INSERSO, y Decano de nuestro Colegio.

El Colegio Oficial de Psicólogos realizó estas Jornadas de Minusválidos y Psicología en la sociedad española actual debido a una preocupación social y científica de los profesionales que trabajan en este sector y como aportación de los mismos a la idea general que informa nuestro Colegio profesional: la Psicología, está al servicio de los ciudadanos, la Psicología debe ser un servicio público.

La oportunidad de estas Mesas Redondas viene determinada porque el año pasado fue el Año Internacional del Disminuido, (otros lo han utilizado oportunísticamente para vender globos y pegatinas y arrimar el ascua a la sardina de sus intereses, sean estos políticos, institucionales, o simplemente personales). La diferencia con respecto a otros actos multitudinarios que han podido organizarse estriba en que el Colegio Oficial de Psicólogos no tiene intereses partidistas ni particulares, no tiene que conseguir votos para mantenerse en ningún poder ni tiene que ofertar ninguna actividad institucional populista para mantener intereses particulares a costa de ese sector tan necesitado de respuestas adecuadas a sus problemas, como son minusválidos, sean estos físicos, psíquicos o sensoriales.

El Colegio Oficial de Psicólogos durante los cuatro largos años que ha durado la discusión de la Ley de Integración Social de los Minusválidos, ha trabajado en ella presentando sugerencias, enmiendas, etc. introducidas a través de los distintos grupos políticos y reflejadas en dicha ley. En honor a la verdad hay que decir que han sido el PSOE y el PCE los grupos que han sido receptivos a nuestras propuestas.

Nuestras aportaciones han tocado desde planteamientos generales sobre la concepción de lo que hay que llevar a cabo para poder hablar de una política de servicios sociales, hasta lo que puede ser el trabajo de los equipos multiprofesionales o, la aportación de la Psicología en el proceso de rehabilitación y en la orientación de los distintos aspectos organizativos del sector.

Las Conclusiones de dichas Jornadas, que aparecieron en el número anterior de "Papeles del Colegio", demuestran bien a las claras cuáles han sido nuestras intenciones:

a) Analizar críticamente el contenido de la Ley de Integración de Minusválidos, tratando de acercarnos a la visión que los interesados, a través de sus asociaciones, tienen de la misma, las desconfianzas que les suscita, y lo que esperan de aquella en la realidad.

b) Buscar una fórmula de integración y normalización del sector afectado adscribiendo su problemática en la general de los ciudadanos necesitados de una política global de Servicios Sociales.

c) Tratar de conocer cual puede ser la metodología de trabajo del equipo multiprofesional.

d) Contrastar con otros profesionales la propia experiencia y avanzar en la adecuación al trabajo en equipo en función de la realidad social del colectivo afectado.

e) Conocer directamente la problemática de los minusválidos sin preconcebir supuestas patologías asociadas.

Estudiar las distintas experiencias de trabajo de psicólogos en la rehabilitación e integración de minusválidos desde distintos enfoques científicos.

Discutir las distintas alternativas políticas que ofrecen los partidos en su distinta concepción social de los servicios.

Dichas intenciones, y otras que sería Prolijo enumerar, demuestran bien a las claras que nuestra concepción social de la figura del psicólogo no tiene nada que ver con algunos corporativismos trasnochados, y que desde aquí propugnamos la necesidad de socializar los conocimientos científicos con el fin de dotar al ciudadano de los elementos necesarios para su autonomía, para su propio desarrollo personal, para planear su propio proyecto de vida en libertad en una sociedad libre y democrática.

El sujeto de nuestro estudio

El interés creciente de numerosos psicólogos que trabajan en el campo de la rehabilitación e integración de minusválidos, dentro de la teoría o la práctica, nos impulsa a hacer un pequeño repaso por la problemática con la cual nos enfrentamos. Los psicólogos, dentro de nuestra vertiente de trabajadores sociales estamos interesados en la problemática de este sector que por sus características, situación económica, lugar que ocupan en la sociedad y los problemas derivados de la marginación, entran dentro de nuestro campo de trabajo.

Todo ello nos tiene que llevar a plantear soluciones que a la vez que técnicas, sean políticas y de compromiso con las necesidades de la población, en contacto directo con ellas; estamos dispuestos a modificar planteamientos tecnocráticos y mesianismos cientificistas que nos pueden hacer perder la oportunidad de servir de dinamizadores sociales, corriendo el peligro de ser utilizados profesionalmente por intereses que nada tengan que ver con las necesidades reales del ciudadano.

Las cifras de afectados en nuestro país no pueden ser más esclarecedoras: para la O.M.S. las cifras a nivel mundial oscilan entre el uno y el tres por ciento de deficientes mentales, lo cual representaría no menos de 370.000 hasta un total de 1.100.000, (lo que nos da una media de setecientos cuarenta mil) para una población de treinta y siete millones. Otros índices (SEREM) hablan del 1,10%, lo cual nos arroja un total de 407.000 deficientes mentales según de un organismo oficial. De estas cifras, podemos asegurar que están atendidos en todo el país un total de 44.000 deficientes, lo cual no es muy halagüeño.

Pero sigamos. Los minusválidos físicos representan casi un 2% (cifras del SEREM) lo que para treinta y siete millones de habitantes supone un total de 740.000; los minusválidos sensoriales representan un 0,33% lo que nos da una cifra de 122.100 ciegos y sordomudos.

Obtenemos así una cantidad global de 862.100 minusválidos físicos y sensoriales, y un total entre todos (ateniéndonos exclusivamente a los datos del Servicio Social de Minusválidos) de 1.269.100 minusválidos en toda España.

A esto hay que añadir los accidentes de trabajo: según el Servicio de Higiene y Seguridad en el Trabajo, durante 1980 se produjeron en España un total de 762.620, de los cuales 647.902 ocasionaron baja laboral. De ellos ocurrieron en el propio centro de trabajo 599.817 y 48.085 "in itinere". De todos ellos fueron mortales un total de 1.745 y 14.209 sufrieron lesiones graves. Estos datos nos lleva a una tasa total del 7% de accidentes laborales del total de la población activa. esto quiere decir que a estas cifras hay que sumar las de años anteriores, además de las correspondientes a enfermedades profesionales y accidentes de tráfico.

Los servicios sociales

Alrededor de estas personas existen padres, madres, hermanos, hijos, etc.; es decir que el volumen del problema no es sólo la suma de los afectados, sino el conjunto de personas que se ven afectadas por ellos directa o indirectamente.

Imaginar cifras globales de este último capítulo nos conduciría a repetir, quizás, argumentos ya esgrimidos. En cualquier caso, todo este colectivo se ve afectado física, psicológica y socialmente, lo que quiere decir que las soluciones tienen que venir por vía política: mejora de la sanidad, de la educación, de la seguridad vial, de las condiciones de trabajo, etc., etc., y esto pasa por un planteamiento global de la necesidad de un Plan General de Servicios Sociales que redistribuya el excedente que produce el sistema.

En época de crisis económica deberían aumentar los presupuestos para Servicios Sociales, ya que es en ella donde se dan las situaciones de mayor insolidaridad; pero parece como si estuviéramos influidos por el "síndrome Reagan" que prefiere aumentar los presupuestos de armamento en detrimento de los Servicios Sociales, cuando es el trabajo y el sistema económico el productor de minusvalías ya que nos invierte en servicios sociales y sobre todo, no invierte en prevenirlas.

El psicólogo ante el minusválido

Aparte de una actitud ética y política frente al colectivo que nos ocupa, lógicamente tenemos una actitud científica y profesional.

En primer lugar, diremos que el trabajo a desarrollar tiene que ir enclavado en una metodología multiprofesional y actuar como trabajadores de primera línea en algunos casos, como coordinadores en otros, como orientadores, como terapeutas, etc., conforme al problema y a las necesidades reales. De entrada, debemos rechazar la idea de la existencia de problemas psicológicos subyacentes asociados a la minusvalía. El psicólogo debe actuar más como enseñante de habilidades que como terapeuta, porque aunque puede haber problemas de conducta asociados a distintas minusvalías, esto no debe llevarnos a una generalización del problema y canalizar lo que el psicólogo puede paliar o intentar resolver en problemas de adaptación, de rehabilitación, de habilidades sociales, ansiedad, aprendizaje de conductas nuevas, etc., y sobre todo en la intervención en el ambiente para propiciar las condiciones de vida adecuadas interviniendo más a nivel preventivo que curativo.

Los minusválidos pueden tener problema de conducta como consecuencia de la minusvalía y de otras variables sociales que infieren directamente en los mismos como son la autoestima y autoimagen, que viene determinada por la estima de los demás; la marginación, como consecuencia de la supremacía de ideas dominantes de superioridad versus normalidad; la inadaptación, por razones de estructuración social en función de la mayoría, sin tener en cuenta las minorías.

Es decir, que los efectos sociales de determinados aspectos físicos están siendo reforzadores principales del mantenimiento de algunas conductas. Esta imputación de diferencia no deseable respecto a los demás que es la minusvalía, supone un valor social dominante que define lo que es normal y adecuado y, al tiempo, determina lo que no es deseable porque se desvía de ello; con lo que vemos que la sociedad está definiendo cuales son los rasgos, atributos y normas que son deseables. El psicólogo debe conocer esto pero no puede entrar en el juego y lo que debe hacer es modificar esas relaciones de fuerzas, al tiempo que enseña habilidades sociales al minusválido para que esas expectativas cambien. Las habilidades sociales tienen bastante que ver, en general, con la clase social y con la riqueza del ambiente educativo.

Así, nosotros propugnamos la idea de normalización, entendiendo esta como una integración plena de los minusválidos en todos los servicios generales del resto de los ciudadanos, introduciendo las modificaciones ambientales convenientes para evitar la marginación y "lo especial". Pero integración, decimos, sin que el afectado tenga que presentarse socialmente minimizando su minusvalía para aproximarse al concepto de normalidad y recibir con ello una recompensa social por acercarse al valor dominante de nuestra sociedad; si no que, por el contrario, la normalización vendrá determinada por la integración en el mundo de los normales" con "su" diferencia. Por así decirlo, "imponiendo" su diferencia como un derecho.

Todo ello, ese proceso, puede producir desajustes que el psicólogo mitigará enseñando mecanismos de autocontrol y con la creación de formas de respuesta a situaciones nuevas que suplan la tensión que la dimensión social de la minusvalía puede producir.

Las actividades rehabilitadoras en general, pero sobretodo las que hacen referencia a los aspectos psicológicos, corren el peligro de convertirse (si no lo son ya) en procesos de socialización, mediante los cuales se induce a adoptar un papel social concorde con las expectativas que la sociedad tiene de su comportamiento como minusválido: induciendo y haciendo producir determinadas pautas de aprendizaje que, en muchos casos, son conductas de dependencia, reforzando las conductas de petición de ayuda y desvalimiento, reproduciendo esquemas de comportamiento de sumisión al grupo normal".

Por ello el trabajo del psicólogo en este y en otros campos debe estar informado por un Código ético y deontológico basado en el control social de su actividad profesional que corrija lo que es el peligro en todo proceso de rehabilitación y educativo: la reproducción de esquemas sociales a través de los profesionales.

El psicólogo no tiene por qué adentrarse en los "escondrijos ocultos de la mente" indagando procesos subyacentes de la personalidad del minusválido. Lo que ha de hacer, a mi modo de ver, es eliminar las conductas aprendidas erróneamente bajo la variable "disminución", enseñando conductas nuevas incompatibles con ellas de forma que recomponga un panel de habilidades, que sirvan para la adaptación, si ello produce problemas a la persona afectada, contando siempre con la aprobación, consentimiento, y colaboración del interesado.

En definitiva, debe dar elementos de autocontrol, desprofesionalizándose en el sentido de socializar sus conocimientos, debiendo incidir en la modificación del ambiente, colaborando con el individuo y con la comunidad; debe participar activamente en los objetivos de normalización con otros profesionales, asociaciones, entidades, etc., Porque, en definitiva, para decirlo con Henry Wallon: "no he podido disociar jamás lo biológico y lo social, y no porque los crea mutuamente reductibles, sino porque creo que en el hombre son tan estrechamente complementarios desde su nacimiento que no es posible contemplar la vida psíquica, sino bajo la forma de sus relaciones recíprocas".

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