Marthelena Guerrero Rodríguez, Ana Iveth González Romo, Gustavo Ornelas Rodríguez, María Antonieta Anabel Valencia García
Durante siglos, la figura y la enseñanza del docente fueron los elementos centrales a los que se les atribuía el éxito del aprendizaje de los alumnos, quienes –desde la misma raíz etimológica de la palabra derivada del latín alumnus, que significa “alimentado” (Real Academia Española [RAE], 2001)– fueron considerados como entes pasivos y receptores de información. La educación formal tuvo la finalidad esencial de preparar al estudiante para la vida, a partir del desarrollo de su inteligencia, entendida como la capacidad para acumular saberes, principalmente de carácter conceptual (Galviz, 2007).
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