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Papeles del Psicólogo es una revista científico-profesional, cuyo objetivo es publicar revisiones, meta-análisis, soluciones, descubrimientos, guías, experiencias y métodos de utilidad para abordar problemas y cuestiones que surgen en la práctica profesional de cualquier área de la Psicología. Se ofrece también como foro para contrastar opiniones y fomentar el debate sobre enfoques o cuestiones que suscitan controversia.

PAPELES DEL PSICÓLOGO
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Papeles del Psicólogo, 1987. Vol. (31).




LA CRISIS DEL ESTADO DEL BIENESTAR Y SU REPERCUSION EN LA CALIDAD DE VIDA

CARLOS CAMARERO

Psicólogo y ExDecano-presidente del Colegio Oficial de Psicólogos. Técnico de la Administración de la Seguridad Social.

QUIERO que estas palabras sean sólo elementos de reflexión para un debate que debe hacerse con todo rigor y del que deberán derivarse, en consecuencia, medidas a adoptar por todos los que de una forma u otra tenemos algo que ver en el asunto. Últimamente, además, se discuten poco los temas que en otro tiempo eran más queridos por nuestros teóricos. Estamos dejando con demasiada frecuencia que los políticos discutan todo al margen de la sociedad civil, y sólo sobre determinadas decisiones ya tomadas, el ciudadano puede o quiere expresar su opinión. Véase, sino, lo que está ocurriendo a propósito de las farolas de la Plaza de la Puerta del Sol; o, en el tema de las reivindicaciones estudiantiles sobre la selectividad o la calidad de la enseñanza.

Pero por algo se empieza. Y lo que parecía un tema baladí, un tema menor, un tema que parecía "carnaza" para entretener a la opinión pública, ha trascendido a la misma y lo que hay detrás es un análisis riguroso de determinadas políticas de urbanismo, de políticas arquitectónicas y de rehabilitación y, en definitiva, de cómo se gastan los dineros nuestros administradores. 0 bien, dicho de otra forma, de cómo se da utilidad pública, social y humana de uso y de servicio al dinero recaudado tan eficazmente.

Igualmente, podemos hablar de la política educativa, o del empleo juvenil.

Todo ello, unido al debate nacional sobre la FELICIDAD que se está desarrollando tanto a nivel de especialistas, de intelectuales, como a nivel divulgativo, nos hace pensar a más de uno que necesitamos empezar de nuevo el debate por lo más elemental, porque hay un vacío argumental y teórico sobre casi todos los temas y nuestros filósofos empiezan a preguntarse de nuevo "¿quiénes somos y de dónde venimos?"; y lo que parecía obvio no lo es tanto y lo que supusimos modernista, resulta reaccionario y lo posmoderno resultan ser propuestas desechadas por "pureza" ideológica en tiempos no muy lejanos.

Puede ser ilustrativo el análisis del argumento de la película "Viridiana" de Buñuel, mediante el cual podemos ver un paralelismo de lo que, a mi modo de entender, está pasando: Viridiana rechaza por razones religiosas y de pureza ideológica, podríamos decir, un matrimonio ventajoso con su protector, papel que interpretaba Fernando Rey. Como consecuencia del rechazo, este se suicida, creándole a Viridiana fuertes sentimientos autoculpatorios que le hacen plantearse un nuevo proyecto de vida basada en la creación de una especie de centro de caridad donde acoge a los pobres y desarrapados que se encuentra. En una opípara cena, entre iniciática y orgiástico, los pobres destruyen bienes de la casa e intentan violar a su protectora.

Al final, Viridiana, no sólo renuncia a continuar su obra caritativa, sino que termina jugando al tute en una especie de "ménage a trois", con la criada y el hijo natural de su antiguo protector que pretende hacer de la finca un lugar productivo.

Creo que este argumento sirve para ilustrar lo que ha pasado con el famoso Estado del Bienestar.

Se hicieron remilgos al desarrollo de un verdadero Estado del Bienestar por necesidades ideológicas del tardo-franquismo, no se llegó a planear un diseño claro de bienestar y servicios sociales porque nuestros planificadores se entretuvieron en los conceptos de "nivel de vida", "producto nacional bruto", "caridad", etc.; y la crisis se instauró sin que hubiéramos 'dado el salto cualitativo; y ahora nos encontramos intentando evitar que los pobres "nos violen", aceptando planteamientos que teórica e ideológicamente rechazamos.

Existe un refrán que resume un poco ese estado de cosas: "no te gusta el caldo, pues toma tres tazas".

En cualquier caso lo que quiero dejar sentado desde el principio es que no se deben asumir por parte de los profesionales de la "calidad de vida" (ahora veremos qué podemos entender dentro de este concepto) los planteamientos tecnocráticos y economicistas que están de moda aplicados a toda actividad humana, incluidos los servicios sociales.

Las crisis y los psicólogos podemos decir algo de ello) sirven para reflexionar, para mejorar, para crecer, para dar soluciones creativas y nuevas a los proyectos tradicionalmente asumidos.

I. NIVEL DE VIDA VERSUS CALIDAD DE VIDA

En otros lugares he dicho que se ha confundido (creo que intencionadamente) el concepto de nivel de vida con el de calidad de vida. Mientras que el primero hace mención a componentes e indicadores de tipo exclusivamente económicos, y son analizados por separado en base a la posesión de recursos y bienes de consumo, el concepto de calidad de vida hace hincapié en la satisfacción individual y colectiva de las necesidades (CAMARERO, 1982).

Es decir, el concepto de calidad de vida se pregunta permanentemente: "crecimiento económico, sí, pero ¿para qué?". 0 dicho de otra forma, "las sociedades deben funcionar, pero, ¿en qué sentido?".

La calidad de vida estaría, por tanto, en función de las propias necesidades y su nivel de satisfacción a partir de las expectativas individuales, la capacidad de cada persona y las exigencias del grupo de referencia. Los indicadores de la calidad de vida no tienen en cuenta solamente la producción que sólo sirve para conocer el Producto Nacional Bruto, sino aquellos que encaminan a las personas hacia su desarrollo pleno como tales, no como agentes de consumo.

La frase "los recursos son escasos" se repite hasta la saciedad. Todos estamos convencidos de que los recursos son escasos. ¿Cómo se explica, entonces, que mantengamos el uso indiscriminado de esos recursos?. "Porque estamos en una sociedad de consumo", es la contestación. Y nos quedamos tan tranquilos. Tenemos la pregunta y tenernos la respuesta. Y algún agudo neoliberal nos apostillará: si no hay consumo no hay crecimiento económico. Y seguimos quedándonos tan tranquilos.

Pero es el poder político y económico quien decide qué hay que producir, cómo se distribuyen los recursos en la sociedad y cómo proteger a la comunidad de los males de una producción y consumo indiscriminado de productos. Por lo tanto decide la falta de poder y control que conlleva la escasez, la enfermedad, la falta de servicios, o decide si permite o no los vertidos venenosos en los ríos.

Todo ello no sólo no repercutirá negativamente en los índices de renta per cápita (y, por lo tanto, en los índices de nivel de vida), sino, muy al contrario, ésta se elevará y empezará a parecerse a los de Alemania. Eso hará exclamar al Ministro de Economía de turno: "¡La economía funciona!".

Igualmente esos poderes deciden dónde priorizar las inversiones y definen qué es lo más moderno: importar tecnología sofisticada para hacerle fimosis a los cobayas; o, lo que es un caso real, hacerle la cirugía estética a los niños mongólicos; o fabricar armamento más sofisticado mientras buena parte de los ciudadanos vive en condiciones miserables, con viviendas inhabitables y una cultura de telediario, en un estado de indefensión al que luego aludiré. Decir esto, en cualquier caso, no es considerado hoy como moderno, por lo que se corre el peligro de ser considerado un antiguo o un postnovísimo.

II. CRITICA A LA SOCIEDAD DE CONSUMO

Todo lo anterior nos lleva a hacer una pequeña reflexión crítica de la sociedad de consumo.

La verdad axiomático de que los recursos son escasos no nos debe hacer olvidar, además, que esos recursos básicos para la humanidad: alimenticios, energéticos y los de materias primas; su producción y consumo, están desequilibrados entre distintas zonas del planeta y dentro de los distintos países. Veamos:

Aire: El problema de la contaminación atmosférica al que se alude permanentemente pero al que no se le ponen los medios eficaces para su rectificación es bastante preocupante: polucionantes químicos emitidos por la industria, las calefacciones domésticas y los vehículos de motor. Hoy sabemos que cada vez que un coche consume un litro de gasolina se expulsan al aire 360 gramos de monóxido de carbono, 15 de óxido de nitrógeno, 30 de hidrocarburos y otros 4 gramos de diferentes partículas. Eso hace un total de 400 gramos de productos contaminantes, que son arrastrados a distintas distancias del lugar de emisión. No hay que olvidar aquí los casos de escapes radiactivos de Chernobil, Seveso y otros que seguramente desconocemos.

Agua: El agua disponible para el hombre es sólo el 1% del total, del cual el 98% es agua subterránea y el restante 2% es de superficie'. La utilización doméstica y urbana no supera el 4% del consumo total de agua. La agricultura se lleva casi el 70% de su utilización, así como la industria. Por otro lado hay que hablar del uso cultural del agua: higiene, riego de jardines, piscinas, fuentes ornamentales, etc.

El agua no escasea en términos generales, pero la desigualdad de su distribución en el tiempo y en el espacio, y la contaminación, hacen que la misma sea un problema, a pesar de estar en el decenio del Agua, declarado por la ONU a la etapa 1981-1990. Y como dice la Carta Europea del agua: "No hay vida sin agua. El agua es un bien precioso, indispensable para todas las actividades humanas"; y si no que lo digan los habitantes de Basilea y de la zona del Rhin afectada por los vertidos tóxicos. Y para no ir tan lejos que se lo digan a la fauna del río Tajo.

Tierra: Sólo un 11 % de los suelos del planeta no tiene graves limitaciones para la agricultura. Su distribución geográfica no coincide con la distribución de recursos humanos. Desgraciadamente este hecho produce un desequilibrio entre los recursos de tierras aptas para la agricultura y las necesidades alimenticias en diferentes regiones del planeta.

El Club de Roma es muy pesimista en su apreciación de la situación alimenticia mundial, cuando habla de la siguiente manera: "lo suficiente no es bastante; cuando hay alimentos para todos, pero sigue habiendo hambrientos; cuando hay gente que se harta de comer y otros se mueren de hambre, ahí hay una gran paradoja para la humanidad, una injusticia flagrante".

Digamos que este es un dato para reflexionar ya que España, como todos saben, cuenta con 8 misiones de pobres, -entendida en su acepción más amplia, bien es verdad-, lo cual es un indicador de la calidad de vida de todos los españoles.

Lo que ocurre es que hoy, con la perspectiva que nos da el presente, podernos afirmar que la euforia desarrollista no coincidió con su crítica: fue mucho más tarde, cuando ya se instalaba el freno a ese desarrollismo, cuando se instaló de manera definitiva la crisis o la marcha atrás -por seguir con el símil automovilístico-, cuando empezaron a oírse tímidamente las críticas. Pero en España esto ocurrió, si cabe, todavía más tarde.

Y, además, el análisis vino determinado por la economía, ni siquiera por la sociología o la ecología, la psicología o la filosofía, la moral o la ética. Las crisis para la economía, todos lo sabemos, sólo se miden desde la perspectiva de la demanda de bienes de consumo. Por lo cual, fue la economía la ciencia que elaboró el modelo de felicidad, el modelo de nivel de vida y, en definitiva, la que ideó casi todos los indicadores de calidad de vida.

Es decir, para ese modelo, el sinónimo de calidad/nivel (confusa y profusamente utilizado) de vida, era y es el consumo de artículos perecederos constantemente, creando necesidades ilimitadas al ciudadano, que actúa como sujeto económico individual, a quién se le crea la necesidad a través de una oferta que luego se produce. Se da lo que se ha venido en llamar "un adiestramiento científico al consumo", provocándose un nuevo modo de socialización, "en relación con la aparición de nuevas fuerzas productivas y con las reestructuración monopolística de un sistema económico de elevada productividad"; de esta forma "el sistema industrial habiendo socializado a las masas como fuerza de trabajo, debía socializarlas como fuerza de consumo". (BAUDRILLARD, 1970, p. 20).

En esta exigencia constante de producir y consumir, de forma despilfarradora, conceptualizando y, a veces, racionalizando, el valor ético y psicológico de necesidad, es donde el ciudadano recrea una dependencia cognitiva de la gran industria y la gran organización.

III. CONCEPTO DE NECESIDAD

A. Peccei lo ha dicho claramente: "Los habitantes actuales de la tierra consumen, ellos solos, y durante su vida, más recursos naturales que los consumidos por sus predecesores en los diez mil siglos precedentes" (PECCEI, 1977).

Y sin embargo, las necesidades básicas, las que precisan ser satisfechas para que la persona sobreviva de una forma humana y decorosa, son muy reducidas, el resto son creadas culturalmente por necesidades ajenas a aquélla.

En este sentido, tendríamos que distinguir entre:

- Necesidades existenciales (primarias, de autoconservación).

- Necesidades humanas (amistad, amor, afectividad, ética).

Dentro de estas tenemos:

( alienadas (dinero, poder, posesión).

( no alienadas (cualitativas).

De esas necesidades existenciales y humanas no alienadas se han hecho muchas clasificaciones. Creo que, desde el punto de vista de la calidad de vida, hay que hacer referencia a aquellas necesidades definidas por la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico Europeo como objetivos fundamentales:

a) Salud. Probabilidad de vida saludable a través de todas las etapas del ciclo vital.

b) Desarrollo individual por medio de la educación.

c) Empleo. Disponibilidad de empleo remunerado.

d) Ocio y tiempo libre satisfactorio.

e) Medio físico adecuado. Condiciones ecológicas de vida.

f) Seguridad personal por medio de la administración de justicia.

9) Capacidad de adquisición y disfrute de bienes y servicios.

Pero, he aquí que las necesidades que hemos denominado alienadas son las que están en los primeros puestos en la lista del consumo por delante de las necesidades consideradas como prioritariamente humanas, produciéndose un proceso de acumulación y consumo de productos prácticamente infinito que responde a necesidades inducidas.

De todo ello se derivan visiones del mundo como la que refleja una frase que hizo famosa Lyndon B. Johnson, (que lo podría haber dicho Reagan) en una arenga a los soldados que iban al Vietnam: "Hay tres mil misiones de personas en el mundo. Y quieren lo que nosotros tenemos".

Luego dirán los filósofos modernos (o posmodernos) que la ética de la sospecha, aquella que se basaba en atribuir a las escalas de valores un componente ideológico de dominio, ha sido superada por una nueva ética del consenso y buenas costumbres.

Dependerá si en el consenso participan o no todos los intereses y todas las necesidades.

IV. INDEFENSION

Todo lo anterior nos lleva a considerar el concepto de indefensión desde una perspectiva eminentemente psicológica, en la que la persona humana, ante esa situación descrita de la sociedad de consumo, ante variables sociales y económicas incontrolables individualmente, reproduce conductas de pasividad, de tensión, etc.; factores que deben tenerse en cuenta a la hora de analizar ese modelo de sociedad, y a la hora de plantearse un trabajo profesional para mejorar la calidad de vida de las personas.

La persona humana necesita unos niveles de satisfacción de necesidades mínimas -como hemos visto- para poder tener conciencia de su aceptación y autoestima, y saber que controla determinados mecanismos del medio para sentirse libre. Es decir, que tiene voluntad sobre sus decisiones a partir de la elección. Cuando los acontecimientos son impredecibles, la tensión y la ansiedad son mayores, en cuya situación la conducta puede verse gravemente afectada de una forma muy diversa y las consecuencias son individuales y sociales.

Aprender que los acontecimientos son o pueden ser independientes de las respuestas que uno emite, es imprescindible para la vida real, cotidiana, del hombre, y que, a la vez, existen respuestas que controlan un resultado o sus consecuencias, es básico también para obtener un adecuado desarrollo psicosocial y una madurativa vida de adaptación.

No aprender esto tiene como resultado la conducta supersticiosa, las ideas mágicas de los acontecimientos cotidianos, la irracionalidad de la conducta, así como aquellas creencias absolutas, mágicas, etc. (SELIGMAN, 1981).

Tenemos suficiente evidencia científica de que cuando las personas se enfrentan a un acontecimiento nocivo, perturbador o traumático (y la realidad social actual está plagada de ellos) y no se puede controlar, su motivación para emitir respuestas a esos acontecimientos queda reducida considerablemente; dándose tasas muy altas de inadaptación, produciéndose la "indefensión", cuya consecuencia inmediata es la incapacidad de iniciar respuestas defensivas y agresivas.

Estas vivencias externas pasan de la esfera social externa a la interior o cognitiva y recrea un mundo irracional de creencias subjetivas absolutas que producen ansiedad, tensión, infravaloración, depresión, y, en definitiva, inadaptación, marginación y, a veces, la muerte.

Luego veremos cómo hacer aprender a las personas y grupos que pueden controlar sus respuestas con su actividad competente, con sus habilidades, voluntad y libertad, y los mecanismos que producen la satisfacción de sus necesidades (las no alienadas), siendo este uno de los objetivos que debe guiar nuestro trabajo en servicios sociales.

Según esto, la calidad de vida sería lo contrario de la indefensión. La calidad de vida, por tanto, estará en función de las propias necesidades individuales no alienadas y su nivel de satisfacción, contando con las expectativas individuales y la disponibilidad de utilización de bienes y servicios que eviten la incontrolabilidad de los acontecimientos.

El hambre, el paro, la droga, el consumo desmedido, la privatización de los servicios, la vejez, la enfermedad, etc., serán mecanismos que intervendrán en la creación social de personas indefensas.

Ahora, permítaseme hacer alguna alusión a los indicadores sociales que están incidiendo en la calidad de vida o en su ausencia.

Evidentemente, la búsqueda indiscutible del crecimiento económico está puesta en cuestión en todas aquellas sociedades qué no hace mucho exportaban ideología consumiste. Todavía lo siguen haciendo, pero ahora estarnos "avisados". lo cual no quiere decir que no existan papanatismos economicistas y políticos que cada día descubren un nuevo "micro-chip" salvador del mundo.

V. INDICADORES PSICOSOCIALES DE LA CALIDAD DE VIDA EN UN MODELO ECOLOGICO DE DESARROLLO HUMANO

Una cita de Racionero de un comentario de The Economist, puede ser muy gráfico de lo que decimos:

"Entre 1960 y 1970, el PNB percápita de Japón se cuadruplicó, sus exportaciones se quintuplicaron y el número de automóviles se multiplicó por 18 para una población que creció sólo un 11%. Pero, simultáneamente, el número de pacientes neuróticos se triplicó, los precios del suelo ser multiplicaron por cinco, la congestión y polución se hicieron mucho peores... Tras dos décadas de milagro económico sin precedente, el Japón urbano es un ambiente innecesariamente desastroso para vivir". (RACIONERO, 1983, p. 47).

¿Y es que habrá que acudir a ejemplos lejanos para ilustrar lo que decimos?. Creo que si salimos ahora a la calle podríamos decir algo parecido.

Se está produciendo en las sociedades desarrolladas una saturación de bienes de consumo y de servicios que pueden comprarse, al tiempo que se da una demanda creciente de bienes públicos y de "merit goods", que son aquellos cuyo disfrute y utilidad depende del grado en que el resto de la sociedad los disfruta igualmente (ejemplos: la educación, la información, el paisaje urbano, los transportes colectivos, etc.).

Se constata también en los últimos tiempos que el PNB no sirve como medida del funcionamiento de la sociedad. Ya lo hemos dicho antes de otra forma: de la acumulación material que mide el PNB (tan querido para nuestros políticos) no se infiero mecánicamente ningún índice de calidad de vida, ni de la ausencia de situaciones de indefensión; más bien puede enmascararlas.

Ahora estamos en la necesidad de diseñar un índice compuesto con una variable macrosocio-psicológica que complemente el PNB. Sería una especie de BNB (Bienestar Nacional Bruto) que midiera el aumento de calidad de vida de una sociedad o país.

Casi nadie hoy niega ya que algunos de los factores socioeconómicos influyen en un inadecuado desarrollo humano y en la degradación ambiental.

Habrá que hacerse con nuevos modelos donde el desarrollo humano corresponda a la satisfacción de sus necesidades, pero de una forma ecológica, es decir, contando con todos los elementos interactuantes.

Y se hace necesario, para satisfacer esas necesidades, poseer la información pertinente que dé noticia de las carencias reales: individual, grupal y regionalmente.

Necesitamos valorar la incidencia de su satisfacción en el ecosistema, y modificar los estilos y modos de obtenerla. Porque, querámoslo o no, la producción de bienes depende de las preferencias de quienes pueden comprarlos, quienes desarrollan estilos de vida inducidos (por no decir manipulados) por un ordenamiento económico basado en el consumo.

Ya tiene algunos años la Declaración de Cocoyor sobre Modelos de Utilización de los Recursos, el Medio Ambiente y las Estrategias de Desarrollo. En este Simposio, celebrado en México en 1974, se declaraba lo siguiente:

"1. Frecuentemente, la causa fundamental de la degradación del medio ambiente son los factores económicos y sociales, como los modelos de distribución del ingreso y la riqueza, así como la conducta económica en y entre los países, todo lo cual genera problemas y desigualdades del desarrollo.

2. El objetivo principal de la comunidad internacional y de los estados es la satisfacción de las necesidades humanas básicas.

3. Los países en desarrollo no tienen que seguir las huellas de los países industrializados, sino que deben encontrar una solución propia a la cuestión del desarrollo.

4. El principal medio para alcanzar los objetivos del medio ambiente y el desarrollo reside en la búsqueda de modelos alternativos de desarrollo y estilos de vida.

5. Esta generación debe poseer la suficiente visión como para tomar en cuenta las necesidades de las futuras generaciones y no poner en peligro los recursos limitados de la vegetación ni contaminar los sistemas vitales de apoyo hasta el punto de poner en peligro el bienestar futuro del ser humano o, incluso su supervivencia". (KAMAL TOLBA, 1982).

Esta Declaración es lo suficientemente expresiva como para no necesitar más comentarios, aunque sí una precisión: todo lo anterior no ocurrirá si desde la ciudadanía, desde la sociedad civil se organizan sistemas de vigilancia inmediata de control, investigación, intercambio de información, revisión y evaluación de resultados de una forma permanente. Todo ello generaría una continua información de cómo se van alterando las condiciones del medio ambiente. Todo ello precisa, como decíamos anteriormente, una estructuración científica de la sociedad, una erradicación de los sistemas de pensamiento supersticiosos que generan indefensión.

VI. EL ESTADO DEL BIENESTAR ENTRA EN CRISIS

Todo el discurso reciente de las políticas capitalistas o neoliberales, o como quiera que se llamen los modos de comportamiento económico del sistema de producción capitalista, hace hincapié en la crisis del Estado del Bienestar y le achaca ser ineficaz, burocratizado, costoso, despótico y deteriorador del mercado. Se le achaca, por tanto, la causa determinante de la crisis de las economías de mercado y un obstáculo para el desarrollo del capitalismo transnacional.

Ya hemos visto anteriormente cómo es inducido el mercado a consumir para mantener el sistema de producción y, por tanto, el estado del bienestar".

También hemos visto cómo ese estado de bienestar buscado en esos mecanismos de mercado no ha tenido como consecuencia la mejora de la calidad de vida, que debe ser el objetivo de cualquier política económica.

El meollo de la discusión sobre la crisis está en la eficacia económica a la que el Estado del Bienestar contribuyó por mecanismos economicistas que sería prolijo enumerar aquí, a la vez que se creaba un sector público de grandes dimensiones, que, según esos analistas, deterioraba la economía. Lo que no se dice es que el gasto público cumplía un papel importante de socialización de los costes productivos y sociales necesarios para el crecimiento económico; y que las grandes inversiones en servicios públicos, como la educación y la sanidad, además de tener un objetivo de reproducción ideológica del sistema, hacía una masa trabajadora sana y eficaz. Contrariamente, se dice que con el uso y "abuso" de los gastos sociales se mina la ética del trabajo y el esfuerzo individual y decrece la productividad. Por tanto, la flexibilización del mercado de trabajo y la reducción de la protección social, permitía un estímulo individual competitivo.

Pero luego veremos cómo esos argumentos no sirven, si tenemos en cuenta cual es el futuro de las sociedades posindustriales y tecnologizadas.

OFFE (1982) ha dicho: "Hoy vemos que en muchas sociedades capitalistas esta fórmula de paz que es el Estado del Bienestar es objeto de dudas, crítica fundamental y conflicto político. Parece que el más ampliamente aceptado instrumento de resolución de problemas políticos ha venido a hacerse problemático, y que, en todo caso, la incuestionable confianza en el Estado del Bienestar y su expansión futura se ha evaporado rápidamente".

Como esta descripción podemos encontrar muchas desde posicionamientos pretendidamente diferentes políticamente que llegan a la misma conclusión, aunque con matices. Veamos:

a) Desde los sectores capitalistas se dice que los gastos sociales generan crisis fiscal, insuficiencia financiera del Estado, e incidencia negativa en la inversión y el coste del dinero.

b) Desde amplios sectores de usuarios se argumenta la falta de control de los servicios sociales con efectos negativos, alienantes y hasta "perversos" de la oferta pública.

c) Desde las cúpulas del poder se habla de que el Estado del Bienestar canaliza demasiadas demandas que no permiten la gobernabilidad en las sociedades democráticas. (CRUZ ROCHE, DESDENTADO, RGUEZ. CABRERO; 1 985).

Esta último es debido a que existe un gran abismo entre las demandas sociales y la posibilidad real de ser resueltas por el Estado, lo que puede desembocar en una "politización" de las demandas o a la frustración respecto del sistema que se supone ha de canalizarlas y satisfacerlas. De esta forma vemos cómo los gobiernos, los sindicatos y los ciudadanos se disputan la influencia sobre las demandas.

Al final ocurrirá como en aquel chiste de los boy-scouts que se proponen hacer la buena acción del día. Por la noche se reúnen para contar cada uno la suya. "Yo he ayudado a una viejecita a cruzar la calle", dijo uno. "Yo he ayudado a cruzar la calle a una ancianita" dijo otro. Y así todo el grupo. El monitor preguntó si sólo había ancianitas por la calle que precisaran ayuda para cruzarla. "No, respondieron los scouts. Era la misma viejecita; pero es que no se dejaba".

Al final del horizonte se vislumbra que:

1. La relación, si bien contradictoria, entre política económica y política social tiene hoy el peso de la balanza en la primera, estando absolutamente supeditados los objetivos sociales a los económicos.

2. Se asiste a una demanda del control ciudadano de los servicios sociales públicos como respuesta de las carencias sociales de la oferta pública del Estado, y se reivindica la autonomía de los grupos, y espacios de decisión como alternativa de democratización real y llegar definitivamente a expandir la calidad de vida, dentro de un contexto comunitario. (CRUZ ROCHE y otros, op. cit., p. 101).

VII. ANALISIS DE LAS CAUSAS DE LA CRISIS

La crisis a la que nos venimos refiriendo es comparable con la primera revolución industrial. Se ha dicho que: "la gravedad de lo real nos arrastra hacia un capitalismo muerto en vida en el que producción y control social, aparato de producción y aparato de control se confunden y en el que una tecnocracia normalizadora sigue glorificando un sistema ya extinto, en nombre de valores que, desde hace mucho tiempo, ya no son válidos". (GORZ, 1986).

Se rompen un par de siglos de industrialismo y mercantilismo y, al menos, da paso a un rompimiento de nuestra cognición de un mundo estructurado y planificado. Estamos viendo aparecer la abolición del trabajo como forma de ganarse la vida, incluso como moral social del tardo-capitalismo. Keynes ha muerto. Se hace necesario un esfuerzo imaginativo nuevo.

El futuro, por tanto, ha dejado de ser una nueva sucesión del presente y cada día se hace más necesario inventarlo. El crecimiento perpetuo, y el consumo voraz, como veíamos al principio, no es posible; a pesar de que voluntariosos neoliberales, tecnócratas y neocalvinistas nos dan cada día las cifras de la superación de la crisis. Hay una especie de consigna emanada desde los vértices del poder, mediante la cual se impide ver la crisis como lo que es: el final de la época industrial, por muy eficazmente que se administren las cuentas de la crisis.

Lo que está en cuarentena es el productivismo como objetivo humano fundamental; ya que esta crisis no es una interrupción del crecimiento anterior, sino justamente su consecuencia. Sus causas están incardinadas en la propia estructura del aparato de producción; por lo que la gestión, en último extremo, da igual si no se transforma esa estructura. "Se están llevando a cabo esfuerzos Keynesianos por regular la economía desde la tecnocracia del Estado, pero aquella sólo puede funcionar en períodos de grandes beneficios, ya que puede mantener el crecimiento, pero no puede por sí sola crear condiciones para ello". (GORZ, op. cit. pág. 23).

Hay dos factores que han hecho perder al capital la hegemonía de su desarrollo:

1. El agotamiento de las reservas de mano de obra.

2. El agotamiento de las reservas de progreso tecnológico.

Al descender la rentabilidad, las empresas buscaron en mercados baratos de mano de obra su producción material. Pero, he aquí que, "el crecimiento indefinido de la producción material es una imposibilidad material". Y ahí vemos que las reactivaciones económicas basadas en la demanda y el consumo, se encallan en la propia saturación del mercado de productos industriales hasta ese momento rentables.

Como ya vimos antes, el crecimiento está basado en el máximo consumo individual. Y ello lleva aparejado el desarrollo de lo estatal. Pero una reducción de éste, reduciendo el gasto público, traería como consecuencia:

a) La falta de producción de orden, y

b) La falta de producción del tipo de demanda, necesaria para el desarrollo de mercado.

En el primero de los casos, sabemos que todo el desarrollo de producción mercantil necesita infraestructuras de redes y servicios públicos para funcionar. Se precisan equipamientos, urbanización de masas rurales desplazadas, de guarderías, servicios de cuidados sanitarios, etc., que reemplacen lo que antiguamente hacía la familia. (Y que ahora se vuelve a invocar de nuevo como célula de resolución de problemas, cuando el Estado quiere ahorrar servicios por exigencias del capital).

Se mantiene así una adopción pública de los costes sociales de la empresa privada. Y su eficacia no puede medirse por los costos que producen los servicios sociales.

La producción capitalista expulsa de su sistema enviándoles a los servicios públicos, a los insuficientemente productivos, a los accidentados, a los viejos, etc. Y de todo ello depende la rentabilidad de los capitales invertidos en la empresa.

Por lo cual, toda reducción de costes que se produzca en el sistema de servicios, acentúa las desigualdades sociales, se recrea una violencia de las relaciones sociales en lucha por los bienes escasos, se implanta el nepotismo, etc.; y al final se produciría algo así como la "descomposición" del Estado Social de Derecho.

Por tanto, cualquier reducción de los gastos sociales tiene un efecto "desestabilizador", que hará necesario un estado fuerte y, a veces, policial.

Como dice Gorz: "La inflación de los costes sociales significa que el desarrollo capitalista tiene unos costes materiales e infraestructurales (de organización) crecientes, pero también que la estabilidad política y la reparación de las dislocaciones causadas por ese desarrollo exigen unas acciones cada vez más costosas y un rendimiento decreciente". Es lo que se ha llamado la rentabilidad social de los servicios sociales.

El modelo de consumo sería la causa de lo anterior. las soluciones individuales son más costosas para la colectividad que una solución global colectiva. (Ejemplos claros son el transporte, la vivienda, la salud). Emergen sistemas individuales de acción curativa por medio del cual todo está en el individuo: la enfermedad y la curación. En lugar de curar una gripe en la cama durante siete días, el ciudadano se atiborra de pastillas, "consume bienes sanitarios" y engorda la industria farmacéutica. Esto es más "productivo" que quedarse en la cama sin producir.

Se eliminan, por tanto, las causas sociales: condiciones de trabajo, de vivienda, la yatrogenía médica, los transportes, el alcoholismo, el tabaquismo, los desechos industriales, los estilos de vida inducidos, etc.; y se achaca todo al comportamiento individual, ya que si no, no se producirían intercambios mercantiles de bienes y servicios. El capitalismo, con ayuda del Estado, desarrolla una demanda individual mercantil de bienes sanitarios, creando clientelismo y dependencia "en detrimento de poder de los trabajadores sobre las condiciones de trabajo y de las poblaciones sobre el medio de vida y de hábitat". (GORZ, op. cit. p. 35).

En esta dinámica aumentan los costes y decrecen los rendimientos de los servicios sociales porque se produce el efecto consumista de considerar que lo que es accesible a todos no es considerado bueno para las capas privilegiadas. Entonces a estas se los ofertan servicios "mejores" que se harán la norma y de nuevo accederán a ellos el resto de la población, y así sucesivamente, desplazando "la frontera de la pobreza" cada vez más arriba.

Lo cual no quiere decir que desaparezcan las desigualdades sociales, ya que a cada objetivo que alcanzan las clases bajas, corresponden otros de nivel muy superior alcanzado por los grupos privilegiados; por lo que cualquier mejora se hace ilusoria de hecho, al estancarse las expectativas de vida y al triplicarse los gastos de salud cada veinte años y los de educación más rápidamente.

En definitiva, cualquier opción política está reduciendo la inflación social, reduciendo la dinámica de la demanda de la adopción social. Lo importante es saber si la forma de reducción pasa por:

- la búsqueda de nuevos sistemas de consumo individuales, o por

- la búsqueda de soluciones colectivas a los problemas colectivos.

Porque la utilización de los excedentes será diferente cuantitativa y sobre todo, cualitativamente, según que los costes de organización del modelo de consumo y desarrollo también lo sean, y el que sea uno u otro va a repercutir de una forma negativa o positiva en la calidad de vida.

VIII. ¿EXISTEN REALMENTE MODELOS ALTERNATIVOS?

Ya hemos visto cómo el capitalismo ha producido consumidores para las mercancías, creando "necesidades" que se corresponden con los productos más rentables del mercado.

Para realizar esto, es decir, lo que podríamos llamar la "producción de la demanda", es necesario incrementar los costes de producción o lo que J. Attali denomina los "costes de Organización", que es una buena parte del valor producido y que reduce el excedente necesario para crear bienestar mediante servicios sociales y, por tanto, calidad de vida. (ATTALI, 1982).

Por ello, uno de los elementos alternativos que hemos de tener en cuenta es el hecho de, que:

a) Los costes sociales a que hemos aludido, deben "ser considerados parte integrante de los costes de producción, incluidos en el precio de los productos y tenidos en cuenta a partir de la concepción de estos"; con lo cual estamos entrando en el proceso de decisión de la producción, que impediría los efectos estudiados anteriormente.

Por el contrario de lo que ocurre ahora que las decisiones de fabricación de bienes de consumo y servicios se realizan, no ya lejos del consumidor, sino a miles de kilómetros; la producción de muchos de esos bienes pueden descentralizarse y localizarse muy cerca del propio consumidor que participa en el proceso, de decisión; rompiendo una lógica que responde a intereses ajenos, fomentando la autogestión.

b) De la misma forma, el aumento de los costes sociales de los servicios sociales (de la "protección social") puede ser controlado, reducido y estabilizado:

1º. Elaborando soluciones colectivas a los problemas colectivos, aumentando la capacidad de cada uno para actuar por sí mismo, de autocuidarse, de ser competente y habilidoso consigo mismo. Introducir el concepto de prevención, invirtiendo esfuerzo y dinero en ella.

(No es necesario, creo, aludir al ejemplo de la salud, donde la solución no está en desarrollar hasta el infinito los equipos y los profesionales superespecializados de una medicina reparadora; si no, en evitar las causas de la enfermedad mediante políticas adecuadas de salud pública).

Se trata de proporcionar a los ciudadanos instrumentos y capacidades adecuadas para su desarrollo humano dentro de unos cánones de calidad de vida diseñados por ellos mismos y rediseñados constantemente en función de los cambios que se vayan introduciendo.

2º. Eliminando la ideología de los privilegios y la dinámica de la desigualdad que es el mecanismo principal del eterno crecimiento, como hemos visto.

Esto no hace referencia solamente, como es obvio, a determinados productos, sino sobretodo a los servicios sociales. Y de nuevo habrá que acudir al ejemplo sanitario, donde es paradigmático el hecho de esa búsqueda compulsiva del "mejor" médico, reproduciéndose constantemente la desigualdad entre los consumidores, pagando aquellos cuidados más sofisticados y, por lo tanto, más caros; dándose una auténtica inflación de la oferta. (Lo mismo ocurre en la enseñanza y ocurre en servicios sociales básicos de la tercera edad, en los derivados de las drogodependencias, etc.).

La mitad de los gastos sanitarios están dedicados al 4% de los enfermos; el 40% al 1% de ellos; y el restante 10% de los gastos va destinado al 95% de los enfermos.

En educación pasa algo parecido donde el sistema de "numerus clausus" establece los ínfimos porcentajes de personas que van a consumir el más alto porcentaje de costos generales de educación.

Los costos mayores de atención en la tercera edad se lo lleva apenas el 1% de la población anciana que está atendida en Residencias. Lo mismo ocurre con los centros de minusválidos psíquicos profundos o con los centros superespecializados de drogodependencias.

La ideología del privilegio ha asentado el principio de que lo que es bueno para todos es indigno para cada uno. El producto "mejor" hace obsoleto el producto accesible, desvalorizándose y determinando el nivel de pobreza de los que no pueden acceder al primero.

La ruptura con este modelo es la alternativa al "orden mercantil", que como ha dicho ATTALI (1981) trataría de "utilizar progresivamente las ganancias de productividad para reducir la duración del trabajo y la talla de los instrumentos de producción ...; incitando a utilizar el tiempo liberado para la creación y no para el consumo".

La situación que nos pintan voces alarmantes que provienen de los centros del poder económico, de que vamos a una sociedad de viejos, donde sólo una pequeña parte de la población produce bienes de consumo, y su insostenibilidad; no es tan alarmante a la luz de este modelo. De hecho, se está produciendo ese fenómeno con los índices de paro, no sólo con los índices de viejos. El futuro se vislumbra así como una sociedad donde todos produzcan un poco, en lugar de que unos pocos produzcan para toda la sociedad.

Con ello, el sistema de servicios sociales que se idee, deberá contemplar esta realidad creadora, no la mentalidad reparadora y mercantil de este momento.

La famosa expresión popular de "trabajar para vivir y no vivir para trabajar", cobra aquí su máxima claridad. Dicho de otra forma: en el futuro el trabajo será un medio y no un fin. La moral del trabajo, de la productividad, de la eficacia, sin que todo ello no tenga un objetivo claro en el sentido apuntado de elevación de la calidad de vida, deberá ser puesta en cuestión, por no decir erradicada.

Así nos lo hacen ver las encuestas que nos vienen de otros países, donde la variable "trabajo" desciende cada día en porcentajes de personas que lo consideran la dimensión más importante de sus vidas, aumentando aquellos que dan un valor creciente a sus actividades extralaborales. Esto, unido al hecho demostrado también estadísticamente de que sólo aproximadamente el 15% de la población se encuentra ubicada felizmente en su trabajo, realizándose profesional y humanamente, nos está hablando de la necesidad de ir pensando alternativas para el futuro inmediato.

¿A qué viene, si no, la proliferación tan desmesurada de sorteos y loterías, de donde el Estado obtiene pingües ingresos?. [)el deseo confesado de obtener medios para dejar de trabajar. Se trata de explotar la esperanza.

¿Cuántos de nosotros no han decidido dejar de ganar más dinero por obtener más tiempo libre?.

"Este desafecto con respecto al trabajo es la más importante de las mutaciones socioculturales en curso. El mismo socava las bases ideológicas y éticas del industrialismo".

Este desafecto se ha acelerado por la disminución del tiempo de trabajo necesario socialmente, producido por la automatización. Por ello, afirmamos con varios autores que "miente cualquier política que no reconoce el hecho de que ya no puede haber empleo asalariado a pleno tiempo para todos y que el trabajo asalariado no puede seguir siendo el centro de gravedad ni siquiera la actividad dominante de la vida de cada uno"; por lo que el paro no puede ya ser tratado como un fenómeno accidental y temporal, sino como parte de ese proceso hacia ese futuro que venimos tratando de vislumbrar. (GORZ, op. cit. p. 58).

Ese hecho incuestionable hace necesaria una política social adecuada a esa sociedad, que evite:

1. El aislamiento y marginación de amplios sectores de la población "no productiva" (los ejemplos son múltiples y dependen de variables siempre economicistas, aunque a veces camufladas con sistemas de valores: apartheid de barrios y chabolas; jóvenes parados; becarios indefinidos; interinos; suplentes; empleados temporales; viejos, etc.) y que tienen prohibida cualquier forma de actividad e intervención social.

2. La estratificación dual de la actividad social según el modelo tecnocrático, que divide a la población según su nivel de rendimiento productivo, haciendo proliferar prestatarios de cuidados y servicios personales, dentro del sector

menos productivo".

3. El reforzamiento del componente tecnocrático que mantiene un aparato de producción donde el consumo de bienes y servicios es una actividad productiva, solamente.

Según diversos autores, esta situación sólo tiene una solución: "La población ha de ser remunerada para consumir la producción que le es ofrecida. El consumo debe convertirse en una ocupación asimilable a un trabajo que merece un salario". (GORZ, p. 63).

IX. LOS SERVICIOS SOCIALES, ¿INSTRUMENTOS PARA SUPERAR LA CRISIS?

Como podemos apreciar, no se trata tanto de que los servicios sociales tengan un origen político u otro. Toda la estructura de servicios responde al mismo modelo capitalista. La democracia no modifica sustancialmente el modelo de servicios, sino la forma de gestionarlos. Pero, con todo, aún en las democracias avanzadas, las necesidades de cambios estructurales son las mismas.

La escasez de una infraestructura suficiente de servicios sociales en España se debe, sobre todo, al momento tardío en que se produce el desarrollo económico y el hecho de producirse la crisis cuando el capitalismo español invertía en "organización social" para mantenerse de una forma autárquica.

La crisis actual se produce independientemente de los regímenes políticos existentes en los distintos países del globo y afecta de distinta forma según el grado de desarrollo de la sociedad consumista que hemos analizado anteriormente.

Son momentos del mismo proceso que comienza en el mundo en el siglo pasado, con más o menos diferencias en el tiempo y modo de gestión. Y nuestro país no ha estado al margen de todo ello.

Y no se trata tampoco de que los Servicios Sociales vayan a ser la panacea para superar la crisis, sino de que ésta deberá superarse en la forma descrita anteriormente, en la medida en que aquellos respondan o no a ese futuro modelo que he esbozado.

La falta de libertades en España ha producido una implantación de servicios, digamos, autóctono, sin participación real de los ciudadanos; pero el modelo de Estado del Bienestar español no difiere mucho de los modelos implantados en países de tradición democrática, sobre todo en los principales Servicios Sociales. Otra cosa es el hecho de que la idea genérica de los mismos, como conjunto de medidas instrumentales y humanas tendentes a la realización y desarrollo de la persona en la sociedad, se haya visto influida por los distintos momentos políticos de los últimos dos siglos.

Efectivamente, como hemos dejado bien sentado anteriormente, el nacimiento e implantación del Estado del Bienestar y, consiguientemente, la creación de distintos Servicios Sociales generales y específicos, responde a una necesidad estructural del propio sistema económico capitalista, y es, precisamente aquí, donde radica su propia destrucción o crisis.

En la última adquisición teórica y práctica surgida de este proceso, se concretizan los Servicios Sociales como una especie de "salario social" al que cada día se tiene que acoger un mayor número de personas.

Es decir, que lo que nace como una necesidad del sistema de producción, se va instaurando como necesidad social y humana por el consumo permanente de servicios, así como por la presión social y política de cada vez mayores colectivos de ciudadanos con necesidades.

¿Qué papel van a jugar los Servicios Sociales en ese modelo poscrisis, apenas dibujado anteriormente?.

Creo que la clave está en lo que TOFFLER (1982) afirma con la siguiente tesis: "El conflicto decisivo no opone en la actualidad a los regímenes capitalistas y comunistas sino, por una parte, a los "reaccionarios" de izquierdas y de derechas que quieren salvaguardar a cualquier precio el orden industrial y, por otra parte, las poblaciones cada vez más numerosas que adquieren conciencia de que los problemas más urgentes -la alimentación, la energía, la pobreza, la ecología, el desarme, la crisis de los sistemas urbanos, la necesidad de una actividad productiva- no pueden hallar su solución en el marco del orden industrial". Y siguiendo al mismo autor: "Sólo hay salvación mediante el estallido de los grandes sistemas centralizados y centralizadores en unos subconjuntos mucho más pequeños autogestionables, capaces de un ajuste instantáneo a los cambios".

Hacia esa dirección han de mirar nuestros políticos si realmente pretenden estar al cabo de la calle.

Por todo ello, las soluciones no pueden venir impuestas desde fuera, y los servicios sociales que se creen han de estar definidos y planificados por los propios ciudadanos, deben ser ellos los que se encarguen de sus problemas y den respuestas a sus necesidades, conforme a los criterios que ellos mismos se fijen. Han de cambiar los estilos de vida, las dependencias de los poderes, de los consumos y de los sistemas de producción. Se han de desarrollar sistemas de ayuda mutua y autoasistencia, así como de autoproducción y autoconsumo, bajo el prisma de la prevención y el asociacionismo.

X. CARACTERISTICAS DE LOS SERVICIOS SOCIALES.

Para que respondan a las exigencias que se plantean y se encaminen hacia el objetivo propuesto de obtención de la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos, los servicios sociales deben ser aquellos instrumentos económicos, técnicos y humanos de que se dota una sociedad para facilitar el desarrollo humano en todas las vertientes de los ciudadanos; obteniéndose así la prevención de situaciones de marginación y la eliminación de variables que impiden la obtención de niveles adecuados de satisfacción de sus necesidades. Todo ello habrá de contribuir al logro del bienestar físico, psicológico y social, al margen de la capacidad personal para la obtención de bienes de otro tipo, normalmente materiales.

Por su carácter autoinducido, han de ser de derecho y no graciables, descentralizados, participativos, universales, preventivos, normalizadores e integradores. Igualmente, han de contar con los medios técnicos precisos y con metodologías de abordaje de problemas e intervención basados en sistemas científicos y comunitarios. De la misma forma y a pesar del carácter participativo de los mismos han de contar con las plantillas necesarias de profesionales y personal de apoyo suficiente.

Y como principio económico sólo han de contar con uno: los Servicios Sociales, por definición, son improductivos para el sistema de producción. Sólo son rentables social y humanamente. La búsqueda de soluciones ha de venir determinada por el objetivo de obtención de la calidad de vida de los integrantes de la comunidad.

Para que se produzca un sistema de servicios sociales como el que preconizamos, dentro de una sociedad democrática, donde se reduce el tiempo de trabajo y aumenta el de ocio, donde se promociona la obtención de calidad de vida y donde la mayor actividad del ser humano es creadora de bienestar personal y social; ha de contarse con una previa y real reorganización de los sistemas de producción.

Las grandes palabras en el pensamiento occidental han servicio justamente para impedir la obtención de lo que se proclamaba con ellas, hay que acudir, por tanto, a los pequeños hechos y realizaciones cotidianas de los sectores con problemas: niños maltratados, jóvenes sin trabajo, predelincuentes, drogodependientes, minusválidos físicos y psíquicos, parados, viejos sin recursos, etc.; descendiendo a niveles de atención diaria adecuados a cada necesidad concreta. Todo lo demás serán grandilocuencias vacías de contenido; promesas olvidadas o demagogias electoralistas.

En la medida en que el tiempo de trabajo y la obtención de recursos económicos van quedando cubiertos por la reordenación del sistema productivo, podremos dedicar más tiempo a la realización de trabajos de colaboración y cooperación ciudadana, de autoayuda, de intercambio de conocimientos, de creación de sistemas autónomos de dispensa de servicios voluntarios.

Alguien me dirá que estoy dibujando una utopía. Pero este es el único camino, los demás ya sabemos adonde abocan: al armamentismo, a la carrera nuclear, a la búsqueda de espacios exteriores sin resolver los pequeños espacios interiores; en definitiva, a la destrucción.

La obtención de servicios sociales está consagrada en nuestro Derecho y en el Internacional. En la Constitución de 1978 se habla de ellos en varios artículos, y responsabiliza a los poderes públicos para promoverlos. La Carta Social Europea; el Programa Europeo de Desarrollo Social; El Consejo de Europa; el Club de Roma; las Naciones Unidas; la Organización Mundial de la Salud, y un largo etcétera; hacen alusión en sus programas, declaraciones y contenidos a los servicios sociales como instrumentos destinados a contribuir al bienestar y desarrollo de los individuos y los grupos; así como que deben estar a disposición de todos los ciudadanos para su uso al objeto de mejorar su calidad de vida.

Otra cosa será si a través de ellos -también- se alcanza la justicia social y la distribución equitativa de los recursos, como declaran algunos textos nacionales e internacionales. Creo que estos objetivos no se alcanzan con los servicios sociales solamente si, a la vez, no se realizan cambios estructurales básicos a los que ya he aludido.

La legislación sobre los servicios sociales es amplia, diversificada; a veces voluntarista y a veces sin presupuesto y sin personas que la respalden; por lo cual entra de lleno en lo que los nuevos filósofos han denominado "metafísica de las grandes palabras".

La Ley de Servicios Sociales de Canadá parece muy adecuada para ilustrar lo que podría ser una "declaración de principios" básicos de los servicios sociales:

- Deben permitirla realización de una vida saludable, satisfactoria y autónoma.

- Deben prevenir las situaciones personales y sociales generadoras de desigualdades o de disminuciones.

- Deben hacer participar ampliamente a los individuos, las familias y los grupos en la vida económica y social.

- Deben proteger a aquellos cuyo bienestar individual o social está amenazado.

- Deben promover el bienestar económico y la participación social, favoreciendo el desarrollo de las competencias individuales y comunitarias.

Haciendo abstracción de estos contenidos, su ejecución práctica deberá propiciar la calidad de vida de los ciudadanos, cuyo término se acercará al concepto de salud que ofrece la OMS: "Un estado personal de bienestar físico, psicológico y social".

En este punto, algún conspicuo lector haría la observación de que eso es la felicidad, tan desde antiguo perseguida por el hombre. Algún otro sacaría a relucir el Paraíso Terrenal donde vivían Adán y Eva. Pero el Premio Nobel de Economía Wassily LEONTIEF (1982) ha apuntado la respuesta en un párrafo que no me resisto a transcribir. Dice así: "Antes de ser expulsados del Paraíso, Adán y Eva gozaban, sin trabajar, de un alto nivel de vida. Después de su expulsión, tuvieron que vivir miserablemente mientras trabajaban desde la mañana hasta el anochecer. La historia del progreso técnico de los últimos doscientos años es la del tenaz esfuerzo para encontrar de nuevo el camino del Paraíso.

¿Qué ocurriría, no obstante, si todas las riquezas estuvieran disponibles sin que hubiera necesidad de trabajar a cambio de un salario?. Los hombres -concluye- morirían de hambre en el Paraíso a menos que no se respondiera mediante una nueva política de ingresos a la nueva situación técnica".

XI. El PAPEL DE LOS PROFESIONALES

Según se desprende de todo lo anterior, es necesario cambiar la organización del trabajo, la división del mismo y las técnicas de producción, dentro de unos postulados democráticos, para alcanzar objetivos reales de calidad de vida. Está ya lejos de los planteamientos teóricos más progresivos el pensamiento de que los cambios se pueden realizar sin modificar el aparato productivo. Evidentemente no es así en el pensamiento economicista neoliberal, neokeynesiano y neocapitalista (o quizás no tan "neo") cuyo objetivo es seguir produciendo más y más.

Por ello me van a permitir unas palabras sobre el papel que deben jugar -a mi modo de ver- los profesionales en esta visión de futuro.

"Las ciencias y las técnicas de producción llevan el sello de las relaciones de producción y de la división del trabajo capitalista en su orientación, su recorte, su especialización, su práctica e incluso su lenguaje"; que, por extensión, alcanzaría a los trabajadores sociales, científicos o no. Si esto fuera así (que lo manejaremos como hipótesis), "los profesionales, los técnicos tienen en sí mismos, a través de sus conocimientos y habilidades adquiridas, la función de recrear las condiciones, y los sistemas de producción de los sectores económicamente dominantes". (BOSQUET, 1979, p. 85 y ss.).

Pero aún hay más. Permanentemente se nos está introduciendo en lo que algunos han llamado "ortodoxia de las políticas de defensa"; cuyo postulado puede resumirse así: "si queremos sociedades tecnológicamente modernas, se nos dice, debemos aceptar la lógica que va de lo militar a lo civil, porque los avances en tecnología de aplicación civil necesitan de la promoción de la investigación y desarrollo militar" (EL PAIS, 17 de enero, 1987).

Este mimetismo por medio del cual se pretende que la carrera armamentista supone tecnología y modernidad, es algo que realmente ha de romperse con argumentos. Todos tenemos noticia de que a través de los programas de investigación científica de la OTAN se financian proyectos de contenido supuestamente sociales y se investigan tecnologías médicas, industriales y hasta psicológicas.

Debemos preguntarnos si todo ello nos acerca a un modelo de sociedad con calidad de vida; o, cuando menos, debemos plantearnos cual es el papel a jugar; y, en último extremo, crea que estamos obligados a orientar nuestro trabajo científico, técnico y social sin olvidar que podemos estar sirviendo a intereses ajenos a los ciudadanos y a nosotros mismos.

Debemos reflexionar sobre los contenidos que tiene nuestro trabajo, qué objetivos se alcanzan, qué metodologías empleamos, cuáles son los "efectos perversos" de nuestra intervención; dónde radica el origen de los mismos, y quién o qué poderes son los que lo consideran de esta forma.

Y hay que preguntarse por los medios instrumentales con que disponemos los profesionales de los servicios sociales o de la calidad de vida, y hacia dónde se encaminan los magros presupuestos de investigación y qué capacidad real de resolución de problemas tenemos.

Y hay que preguntarse por las habilidades necesarias para intervenir y cuales dan resultado y cuales no, pero definido y discutido con argumentos suficientemente analíticos; ya que, de otro modo, pueden tacharnos de improductivos, ineficientes e ineficaces. Todo dependerá de quien hace la pregunta y, sobre todo, quien la contesta. Y con qué interés.

Según esto y dado que la prioridad de los intereses económicos están en otro lado, es muy posible que el trabajo de los técnicos de la calidad de vida, se desarrolle en precario, sin grandes alardes presupuestarios en la investigación y ejecución; de una forma casi voluntarista. Así vemos como se invierten grandes fortunas en investigar nuevos productos farmacéuticos -por poner un ejemplo-, que pueden ser "capitalizadas" casi de inmediato, obteniendo unos beneficios que pueden alcanzar el 1.000% de los costes de producción; que son, en la mayoría de los casos, ineficaces o una asociación de productos ya en el mercado iguales a los antiguos; mientras que la investigación en tecnología social se niega o se suprime de los presupuestos.

Nuestras profesiones no "venden" nada, sólo pretenden obtener mejores condiciones de vida, de trabajo, de salud mental... Por lo tanto no creo que "pasen de moda", como los productos de consumo cuya raíz está -como hemos visto- en la incapacidad para dar satisfacción a las necesidades personales, sociales y culturales y que, por el contrario, engendran la destrucción del entorno, el deterioro del marco de vida urbano, la falta de salud mental, y, en definitiva, la escasez de recursos para los servicios sociales y de calidad de vida.

Nuestro trabajo va a consistir en producir conocimientos, aprendizajes, autovaloración individual, autonomía de grupos, métodos de búsqueda de información para la satisfacción de necesidades, transmisión de técnicas de aprendizaje de habilidades útiles para obtener un desarrollo armónico personal, resistencia a la frustración.

Por ello, no es ninguna ingenuidad utópica pedir que se impugnen, se critiquen o se rechacen las orientaciones que no vayan encaminadas en ese sentido, sin encerrarse en un saber parcial destinado sólo a una "intervención técnica" de problemas planteados con "lenguaje técnico"; si no que, superando esa perspectiva en la que se puede caer, se universalice concretamente en una perspectiva de conjunto, haciendo que los ciudadanos se impregnen de los conocimientos científico-técnicos; uniendo, para ello, la decisión y la concepción de la ejecución práctica.

Por creer en todo lo anterior y estar interesado en la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos y considerar que ellos son el sujeto activo de su propio bienestar, es por lo que considero que la perspectiva comunitaria de la intervención y el modelo de competencia personal, puede ser el soporte científico-técnico en el cual apoyarse cara el futuro que, como alguien ha dicho, está al caer, si es que no ha caído ya mientras hablábamos.

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