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Papeles del Psicólogo es una revista científico-profesional, cuyo objetivo es publicar revisiones, meta-análisis, soluciones, descubrimientos, guías, experiencias y métodos de utilidad para abordar problemas y cuestiones que surgen en la práctica profesional de cualquier área de la Psicología. Se ofrece también como foro para contrastar opiniones y fomentar el debate sobre enfoques o cuestiones que suscitan controversia.

PAPELES DEL PSICÓLOGO
  • Director: Serafín Lemos Giráldez
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Papeles del Psicólogo, 1988. Vol. (35).




MARÍA EUGENIA ROMANO, PSICÓLOGO CLÍNICO

JUAN ROF CARBALLO

No es posible habituarse a su desaparición. María Eugenia Romano era una mujer excepcional y también un auxiliar indispensable en la tarea clínica cotidiana. Hace muchos años que la conocí e inmediatamente aprendí a admirar su talento, sus dotes críticas, su valor profesional. Durante mucho tiempo asistió a las sesiones clínicas que celebramos mis discípulos y yo, primero en la clínica de Marañón en el Hospital Provincial, en la sección, realmente excepcional por no haber existido en España hasta entonces centros similares, pues en ella intentábamos hacer de la mejor manera posible medicina psicosomática.

Desaparecido Marañón, las sesiones se celebraban periódicamente en mi consulta privada. Siempre la opinión de María Eugenia era decisiva y además iluminadora. Sus palabras prudentes, equilibradas, representaban una ponderación intelectual que, en mi experiencia, he de reconocer que es una de las virtudes más raras que existen. Puesto que, dentro de este pausado y equilibrado razonar surgía, de pronto, un destello intuitivo fulminante que nos hacía ver lo que parecía difícil bajo una nueva perspectiva.

Creo que una de las más dolorosas experiencias de mi vida profesional es encontrarme ahora, al repasar la historia de antiguos enfermos que continúan prestándome su confianza, con los informes lúcidos, brillantes, esclarecedores de María Eugenia Romano. Pienso que en mi labor ha sido una de las ayudas más fecundas. Su libro "El dibujo de la figura humana como técnica proyectiva" es una muestra espléndida de su talento. Obra de gran originalidad, me atrevo a decir que ha surgido de nuestros debates y de la experiencia que se fue forjando día tras día en mi consulta y en las reuniones de seminario entre María Eugenia y mis colaboradores.

La utilidad de este libro pienso que no ha sido suficientemente valorada por los especialistas. Las interpretaciones de María Eugenia me han enseñando más sobre el alma del hombre enfermo, sobre el acertado diagnóstico de sus sufrimientos que docenas de libros.

Por esa ponderada prudencia que distinguía a María Eugenia quizá no osó en su lñibro expresar mi opinión sobre el interés central en nuestra cultura de los enfermos borderline o liminares, que a mi petición acertó a resumir, de manera concisamente ejemplar, en unas observaciones que sirvieron de núcleo a los capítulos que en mis diversas obras he consagrado a estos enfermos.

Cada día me afirmó más en la idea que estos enfermos constituyen una de las características más apasionantes y curiosas de nuestra cultura narcisista, pues en mi experiencia y en la de María Eugenia Romano han ido en aumento creciente, inesperado, casi podía decir que brutal.

En la página 507 de la última edición de mi libro "Biología y psicoanálisis" reproduzco el contundente juicio que estos pacientes merecieron a nuestra amiga. El perfil de los pacientes liminares, marginales, que llenan nuestras estructuras sociales de sujetos en apariencia normales pero con una debilidad profunda de su íntima estructura emocional, era resumido por María Eugenia Romano de la siguiente manera:

a) sorpresa ante la incongruencia de los resultados de los tests proyectivos con el criterio que del enfermo tienen sus familias y compañeros de profesión y sus médicos anteriores;

b) casi siempre los tests revelan: 1) temor, más o menos marcado a la pérdida de la personalidad y, sobre todo, a su disociación, miedo larvado a perder una clara conciencia de la realidad; 2) dificultades para establecer relaciones personales en el plano afectivo; 3) temor a no poder adaptarse a un medio ambiente distinto del habitual y en consecuencia 4) empleo, como método defensivo, de una restricción del campo de intereses, del "mundo" en el que el hombre se mueve; 5) dificultad, más o menos evidente, para hacerse cargo pleno de la realidad, dificultad habitualmente muy enmascarada por maniobras defensivas, tales como una actividad incesante, un éxito en los negocios, una personalidad moralmente "rígida", etc.; 6) tendencia a apoyarse en la conducta en actitudes estereotipadas; 7) huída de todo lo que puede parecer original o personal.

Este perfil ha demostrado en la práctica y sigue demostrando una perspicacia asombrosa. Es certero y completo. Vuelvo por ello a repetirlo en forma alusiva y condensada en mi libro "Teoría y práctica psicosomática". Constantemente he de volver a esta formulación, tan condensada y segura siempre que vuelvo a reconsiderar este arduo problema de los pacientes liminares a los que ha dedicado otra mujer Christa Rohde-Dachser, un libro enjundioso y muy completo titulado "Das Borderline Syndrom" (Viena, Huber, 1979).

Ni las formulaciones de hombre tan calificado como Grinker, en su clásico libro en colaboración con Werble y Drye, ni la infinidad de publicaciones que, en los últimos años, tratan de atrapar la esencia de este cuadro, en el fondo todavía de esencia misteriosa, tienen la claridad de la formulación de María Eugenia Romano. Insisto sobre este particular, no sólo por tratarse de un ejemplo de estrecha colaboración que María Eugenia mantuvo con mi grupo, sino porque es muestra de dos cosas: de su capacidad didáctica y crítica, al condensar en pocas palabras una difícil definición y en segundo lugar por su modestia, pues no alardea de éste que podemos llamar su descubrimiento más importante al referirse, en el libro antes mencionado, a los enfermos que lindan con la psicosis, funcionando en la sociedad estimada como normal como pivotes habituales del giro, a veces desaforado y vesánico que lleva en ocasiones nuestra historia contemporánea.

María Eugenia Romano era una de las mujeres españolas de mayor valor intelectual que he conocido. Sus condiciones morales, su sensibilidad, su riqueza de conocimientos aliada a una gran modestia la convertían en la auxiliar ideal de un servicio de Medicina psicosomática. En su estupendo libro dedica un capítulo ejemplar al resultado de las pruebas de Machover en los enfermos psicosomáticos. Es libro éste que no se cansa uno de ojear, aprendiendo siempre de sus ilustraciones y de sus diagnósticos perspectivas nuevas para la tarea cotidiana.

Era nuestra gran amiga desaparecida una perspicaz psicóloga que en el laberinto de las ciencias del alma por el que ha pasado -y aún pasa- el conocimiento de la persona humana, supo siempre timonear sus opiniones con suavidad, sin acritud ni desapego ante las muchas extravagancias con que estas ciencias del alma han sido amenazadas en su rigor científico. Era, además, humanísima en sus juicios y una amiga de maravillosas cualidades morales. Su pérdida nos ha dejado huérfanos de uno de los más brillantes talentos de la psicología española.

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