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Papeles del Psicólogo es una revista científico-profesional, cuyo objetivo es publicar revisiones, meta-análisis, soluciones, descubrimientos, guías, experiencias y métodos de utilidad para abordar problemas y cuestiones que surgen en la práctica profesional de cualquier área de la Psicología. Se ofrece también como foro para contrastar opiniones y fomentar el debate sobre enfoques o cuestiones que suscitan controversia.

PAPELES DEL PSICÓLOGO
  • Director: Serafín Lemos Giráldez
  • Última difusión: Enero 2024
  • Periodicidad: Enero - Mayo - Septiembre
  • ISSN: 0214 - 7823
  • ISSN Electrónico: 1886-1415
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Papeles del Psicólogo, 1992. Vol. (53).




CARTA A UN AMIGO

Carlos Camarero.

Jefe del Área de Refugiados del INSERSO.

Querido Rafael, es el caso que, al igual que en «la herida del tiempo», de J. B. Priesley, donde los personajes hacen planes en el último acto de la obra, acto que, en realidad, ha sido cambiado de lugar y el espectador ya conoce, por el desarrollo del anterior, el dramático desenlace de aquellas vidas y la congoja atenaza su garganta y la emoción hace asomar apenas un destello húmedo en los ojos; al igual que aquéllos, me encuentro en ese momento en el que quisiera que el segundo acto, que en realidad es el último, no hubiera ocurrido. Además, tú sabes que yo no ando muy fuerte en asuntos relacionados con el más allá, pero, a pesar de todo, no resulta difícil comunicarse contigo a través del recuerdo que tengo de tu amistad, de tu trabajos y de tu gesto amable en todo aquello que emprendimos juntos.

Recuerdos de aquellos tiempos (te pareceré un viejo contando batallitas) de la Plaza de Santa Bárbara del Pub del mismo nombre donde bebíamos cerveza a altas horas de la noche después de alguna reunión interminable y de aquellos encierros reindivicativos (de un Colegio de Psicólogos) de un mundo mejor.

Recuerdo aquellas juntas (nada ofensivas) de la Sección de Psicólogos del Colegio de Doctores y Licenciados que presidía Eloy Terrón y cuyo secretario era Luis Gómez Llorente y nuestro vocal profesional era Víctor García Hoz. Intensa, brillante, interesante etapa ésa que nos tocó vivir en España y en la profesión.

Dentro de aquel grupo numeroso de jóvenes psicólogos incondicionales de la lucha profesional (en ocasiones también política), tú y yo dábamos esa imagen de seriedad y madurez, seguramente por la calva y por la barba venerable que llevaba entonces (la primera creo que la llevaré todavía algún tiempo) y en tu caso por tu emblemático cabello blanco. Diré aquí algo que nunca comentamos porque ello hubiera sido una frivolidad y no estábamos entonces para cosas superfluas y quizá, poco serias; pero creo que nosotros, aparte de nuestros merecimientos (sobre todo en tu caso) nuestra presencia daba cierta adustez y formalidad por nuestro aspecto. En algún otro momento también aportaba esa imagen Alfredo Fierro, ¿recuerdas? Porque, hay que convenir ahora con la distancia que nos dan los años y otras cosas, Cesar Gilolmo («Cali») tenía un aspecto de jovencito rojeras casi de niño (que todavía conserva), que algunos burócratas con los que había que vérselas no creían que fuera un representante de la profesión, creían más bien que era un infiltrados. En realidad, era nuestro líder indiscutible.

Realmente, aquella época pudo acabar con nosotros, pero juntos hicimos alardes de fuerza. Conseguimos apoyos políticos importantes de todo el arco parlamentario (cuando el Parlamento se hubo constituido democráticamente, porque antes éramos casi todos «clandestinos»), quien más, quien menos, tenía su corazoncito ideológico, aunque todos escorábamos del lado donde anatómicamente inclina ese órgano; así que a la Alianza Popular, aquélla de nuestros odios irredentos, le negamos la posibilidad de «utilizarnos», casi lo hacemos con la UCD, pero, menos mal que el realismo se imponía. En esto «Cali» era más pragmático. Necesitábamos apoyos de donde fuera. Había que sacar un proyecto en cuyo contenido y objetivos estábamos todos de acuerdo.

Me vienen a la memoria, ahora, aquellas interminables reuniones, aquellas tormentosas asambleas donde Juan Carlos Duro (que recientemente se ha hecho cargo de la dirección de «Papeles» sustituyéndome en esa labor, y en cuya creación y puesta en marcha tú contribuiste a pesar de algún que otro contratiempo con los catalanes) se oponía a nuestras propuestas o las matizaba, siempre desde una óptica perfeccionista y constructiva, arrastrando buena parte de la opinión asamblearia. En esas situaciones tu autoridad moral, tu templanza, tu buen verbo y oportuna palabra y, no lo olvidemos, tu cabello blanco, imponía la sutileza de las decisiones tomadas con mesura, recogiendo lo positivo de las partes aparentemente contrapuestas.

Siempre había posiciones definidas por Adolfo Hernández, nuestro decano en la actualidad, como sabes, que con su fuerza expositiva y la rotundez de sus argumentos podía él solo sacar adelante. Temas que a los demás nos hacía buscar el apoyo, el consenso o la «comandita». A veces, incluso, la confabulación, ahora que no nos oye. Aunque para confabulación importante, la que hicisteis César, Alfredo y tú en Barcelona, cuando votamos (una de las pocas veces que tuvimos que votar alguna decisión) la sede del que sería el I Congreso del Colegio de Psicólogos. Unisteis vuestro voto a quienes propusieron Barcelona frente a Madrid, quedándonos en minoría Adolfo y yo; la propuesta provenía, como recordarás, de Mercé Pérez i Salanova, a la sazón presidenta de la Delegación y luego decana del Colegio de Cataluña. Estuvimos a punto de dimitir.

Tamaño titular de periódico podría haberse hecho después, ya que, como recordarás, al final el Congreso se realizó en Madrid. Fue una puesta de largo del Colegio por todo lo alto.

Nos acompañaba siempre en estas interminables e intensas reuniones de fines de semana nuestro amigo y entonces asesor jurídico Liborio Hierro. ¿Recuerdas cuando fue nombrado subsecretario de Justicia, asomándonos a la ventana de la sede del Colegio en la calle Fernández de los Ríos para ver a los guardaespaldas que le habían puesto?

Pero, yendo un poco mas atrás en el tiempo, recordarás la fiesta que dimos en los Salones Franco (mira que también el nombrecito) para celebrar la creación del Colegio a principios de 1980. Toda la profesión se volcó. No hubo discursos, sólo tomamos una copa juntos. La intensa labor de los últimos meses nos había dejado exhaustos. No sé si nuestras familias han llegado a entender alguna vez el abandono al cual las habíamos sometido por aquel proyecto que ya era una realidad. Y lo estábamos celebrando juntos. (En cualquier caso debimos introducir en todo aquel trabajo alguna variable lúdica interviniente. Además del «compromiso» pudimos habernos divertido más).

Pero, para poca diversión la que nos produjo la movida de Tejero en el Congreso. Yo iba al COP en el coche, oyendo la radio- «Se sienten coño!» e inmediatamente el ametrallamiento del techo del Parlamento (claro que esto, como tú y todos los españoles que no estaban dentro, lo supimos después) y pensé lo que el común de los mortales, que habían disparado a los bancos del hemiciclo. Llegué al Colegio y avisé a los miembros de la Junta, constituyéndonos en una especie de «Gabinete de Crisis», manteniendo contacto con otros Colegios, Asociaciones, Universidades, etc., para hacer lo que hiciera falta en defensa de aquello por lo que habíamos luchando siempre, al menos desde que yo te conocía (¿recuerdas a los «grises» pisándonos los talones por el campus cuando éramos más jóvenes?). Luego estuvimos juntos en la marcha de apoyo a la democracia, representando al Colegio. No era nuestra primera manifestación ¿verdad?

Perdona, Rafael, el desorden de los recuerdos, pero son tantos que no sé si te sirven también a ti para recordar como hicimos hace poco, antes de que los días se nos quedaran detenidos en los mismos recuerdos, tal vez lo único que el ser humano llega a poseer

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