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Papeles del Psicólogo es una revista científico-profesional, cuyo objetivo es publicar revisiones, meta-análisis, soluciones, descubrimientos, guías, experiencias y métodos de utilidad para abordar problemas y cuestiones que surgen en la práctica profesional de cualquier área de la Psicología. Se ofrece también como foro para contrastar opiniones y fomentar el debate sobre enfoques o cuestiones que suscitan controversia.

PAPELES DEL PSICÓLOGO
  • Director: Serafín Lemos Giráldez
  • Última difusión: Enero 2024
  • Periodicidad: Enero - Mayo - Septiembre
  • ISSN: 0214 - 7823
  • ISSN Electrónico: 1886-1415
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Papeles del Psicólogo, 1994. Vol. (60).




AMIGO Y MAESTRO

Miguel Siguán.

Conocí a Mariano Yela, hace ya unos cuarenta años, en el Departamento de Psicología Experimental del CSIC, un lugar que él había contribuido a fundar y que con el paso del tiempo se ha convertido en la referencia obligada para explicar el renacimiento de la psicología científica en España después de la guerra civil. Y sin embargo cuando hoy pretendo evocar su memoria lo que espontáneamente recuerdo de aquel tiempo no son tanto los laboratorios y los despachos del Departamento en el segundo piso del Luis Vives como las largas conversaciones sostenidas en mi casa cuando venía a cenar, yo recién casado y él todavía soltero. Y quizás porque mi esposa es alemana y estaba recién llegada Mariano insistía en narrar sus viajes por España, en tren, fabulosos trenes de la posguerra, en autobuses de pueblo, a pie si hacia falta. Y aunque sus relatos se referían ya a un pasado lejano pues por aquellos días ya había regresado de sus estancias en el extranjero oyéndole nos comprometíamos a no dejarnos absorber por la respetabilidad y a dejarnos siempre un tiempo libre para el vagabundeo y la contemplación.

Si la veta oculta de trotamundos y aventurero de mi nuevo amigo me inspiraba simpatía había otro aspecto suyo que excitaba mi curiosidad. Mariano Yela era madrileño de nacimiento. Nada más natural dado que nuestro encuentro había ocurrido en Madrid donde residíamos. Pero la verdad es que en el "rompeolas de todas las Españas" la mayoría de mis conocidos, empezando por los que trabajaban en el Departamento de Psicología Experimental, eran forasteros. José Luis Pinillos es vasco y yo mismo catalán, el propio Doctor Germain nuestro director, malagueño, mientras Francisco Secadas había nacido en Santander y recriado en Barcelona, Jesusa Pertejo, hija de Zamora y licenciada en Salamanca, José Forteza nacido en Mallorca y recién llegado de Barcelona y así siguiendo. Mariano en cambio era madrileño y madrileño castizo, nacido en Lavapiés y capaz de marcarse un chotis en un ladrillo. Y cuando contaba cómo de pequeño armaba un tenderete en la acera para intercambiar TBOs y cuentos parecía asomar la picardía de un pillete de barrio. Pero el tenderete le servía para adquirir material de lectura porque Mariano desde la infancia fue un lector incansable que recordaba con veneración a sus primeros maestros que animaron y orientaron su curiosidad intelectual.

Curiosidad y ansia de leer que pronto estuvieron al servicio de un descarado idealismo, leía textos clásicos pero también escritos críticos y programas revolucionarios lo que tuvo como consecuencia, que, cuando estalló la contienda tenía diez y seis años, se alistarse como voluntario en una unidad con la que vivaqueó una temporada por tierras de Toledo, pero la mezcla de idealismo, desorden y brutalidad le resultó excesiva y le inculcó para el resto de su vida un recelo instintivo ante la militancia partidista de cualquier color. Y una opción decidida por la tolerancia y por el respeto mutuo.

Desde estas conversaciones, que hoy recuerdo tan vívidamente, han pasado cuarenta años, cuarenta años de relación continua y de amistad sin fisuras, cuarenta años en los que nuestra historia profesional y nuestra trayectoria vital han trascurrido muchas veces paralelas y a veces estrechamente unidas. Pero en esta evocación apresurada no tendría sentido que intentase resumir su biografía intelectual, que en algún otro momento habrá que intentar, ni que incidiese en la autobiografía. De manera que voy a limitarme a destacar lo que, en mi opinión, son los rasgos distintivos de su personalidad como psicólogo y como hombre.

Y como psicólogo lo primero que se me ocurre decir es que fue él quien aportó a la psicología que estábamos iniciando el rigor que ha de caracterizar a una actividad que se precie de científica. El rigor experimental que había aprendido al lado de Michotte en Lovaina y el rigor matemático que había aprendido de Thurstone en Chicago. Rigor matemático que empieza con el hábito de las destrezas estadísticas como base de una metodología empírica. En este sentido la influencia de Mariano fue profunda y duradera.

Claro que el rigor no lo es todo. Una investigación que se ocupa de hechos baladíes o que se argumenta con interpretaciones superficiales, una investigación que propone hipótesis que no se integran en otras más generales por rigurosa que sean continuará siendo deleznable. Pero Mariano no fue nunca baladí ni superficial y bien lo demuestran sus trabajos en muy distintos campos.

Y esta variedad me lleva al segundo rasgo que quiero destacar. Basta repasar su bibliografía para advertir la amplitud de sus intereses, casi podríamos decir que no hay campo de la psicología contemporánea al que no haya dedicado atención: la metodología científica, la percepción, la aptitudes, el lenguaje, la inteligencia, la conducta como totalidad.. Y si se ha ocupado de psicología en sentido estricto su aportación a la psicología aplicada no ha sido menor, de la psicotécnia a la dirección de personal o la dinámica de grupos. En una época en la que la barbarie del especialista parece estar a punto de consagrase como fórmula universitaria el ejemplo de la amplitud de intereses de M. Yela debería ser un ejemplo y un estímulo.

De hecho la amplitud de sus intereses iba mucho mas allá de la psicología, y se extendía de la historia y de la literatura a la filosofía en todas las acepciones de esta palabra. Estaría tentado de decir que por sus aficiones intelectuales era un hombre del renacimiento pero me contentaré con decir que era un hombre culto, una especie que hoy parece en vías de extinción.

Y de la combinación de los rasgos que he citado resulta el carácter más distintivo de la psicología de Mariano Yela. Defendió entre nosotros con pasión la causa de la psicología como ciencia y algunas de sus mejores páginas tienen justamente por objeto la defensa del método científico. Pero al mismo tiempo sabía que la psicología como ciencia del hombre no puede limitarse a lo que un positivismo reductor que no considera más "positum" que lo observable externamente y que la intencionalidad y la subjetividad forman parte de la realidad observable lo que obliga a una concepción del hombre mas rica que la psicología al uso nos tiene acostumbrados. Y si no elaboró una interpretación psicológica que responda a estos principios sí marco claramente la dirección en la que debería avanzarse.

Y para terminar esta evocación de M. Yela y para referirme a él como hombre me limitaré también a citar algunos rasgos que a mi juicio pueden definirle. Y pongo en primer lugar que M. Yela era un hombre de convicciones sólidas. Convicciones solidas en el orden científico que le llevan no sólo a propugnar la bondad del método científico en psicología sino a confiar en un progreso ascendente de la Psicología gracias precisamente a su utilización de este método. Convicciones solidas en el orden social porque creía en la libertad y en la democracia y era por ello tolerante y creía en la perfectibilidad del hombre y de la sociedad. Convicciones sólidas incluso en el orden trascendente pues M. Yela tenía una fe cristiana muy arraigada a la que era fiel sin alharacas pero con gran intensidad.

Pero mejor que definirle por sus convicciones yo entiendo que lo que fundamentalmente hay que decir de Mariano Yela es que era bueno. No sabría decir si lo era como consecuencia de sus convicciones sinceramente vividas o lo era simplemente porque esta era su manera de ser, lo que importa es que, como todos los que han conocido saben muy bien, Mariano era cordial y afable y tolerante y valoraba por encima de todo las relaciones personales y no digamos las familiares. Digamos claro que era un sentimental como una casa. Y como prueba de su humanidad me contentaré con citar un detalle, en los largos años en los que he tenido contacto frecuente con él nunca le he oído hablar mal de nadie y esto no por cálculo hipócrita sino porque sinceramente tendía a interpretar las conductas ajenas de la mejor manera posible.

Y voy a terminar con un tercer rasgo de los que a mi juicio definen su personalidad. Era un universitario por vocación y por dedicación, a pleno tiempo, las 24 horas del día. Es cierto que hay muchas maneras de ser universitario, se puede ser universitario investigando y haciendo avanzar el saber, se puede ser universitario publicando libros y contribuyendo así a la difusión de este saber. Y se puede ser universitario dedicándose a la gestión de actividades universitarias y en todos estos sentidos se puede llamar universitario a Mariano Yela. Pero la Universidad es primariamente una "universidad de profesores y alumnos" y es la relación docente lo que constituye la esencia de la vida universitaria. Y no creo equivocarme diciendo que esta relación ha sido la clave de la existencia terrenal de Mariano. Ha sido un maestro de generaciones de estudiantes algunos de los cuáles son a su vez maestros e incluso de otros que sin haber asistido a sus clases le hemos considerado maestro al mismo tiempo que amigo.

Hablo en un acto universitario que como tal reúne bajo un mismo techo a alumnos y profesores pero porque la relación maestro alumno es, por principio, transitiva entre los que hoy son alumnos están los profesores de mañana. A unos y otros me dirijo ahora para proponerles el claro ejemplo de quien fue alumno y luego profesor en activo y luego profesor emérito de esta Casa para desearles que el día que les corresponda pasar el testigo a una nueva generación lo puedan hacer, como lo ha hecho Mariano Yela, con la cabeza alta y con la satisfacción del deber cumplido.

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