Al igual que en las escuelas de negocios enseñan a sacar el mayor provecho a los recursos financieros o a las oportunidades de mercado, los nuevos directivos aprenden a gestionar seres humanos, reducidos a la condición de recurso idéntico a cualquier otro. Juegan con los sentimientos (empatía, complicidad, placer, pero también miedo y estrés) para lograr sus objetivos. Todo esto tiene su origen en el “efecto Hawthorne”...
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