La revista Atenea que aquí presentamos ofrece algunos cambios respecto de los números anteriores, ya que tenemos nuevos equipos de trabajo, expresados en los comités consultivo y editorial, así como una normativa y un diseño renovados.

Atenea quiere ser hoy una revista donde la investigación se exprese en la mayor cantidad de géneros académicos y donde estos contribuyan a posicionar ideas y discursos que se apresten para el debate en sociedades y tiempos en que no se debate. Los congresos, seminarios y encuentros suelen ser espacios de sociabilidad acotada a recepciones demasiado alabadoras o su contrario, pero no espacios donde ocurran debates sobre el conocimiento, sobre los métodos de análisis, sobre los objetos y sus formas, o sobre los cruces disciplinares. En este marco, ¿en qué consisten y cuál es la función de las revistas académicas?

Atenea tiene una larga trayectoria y de algún modo participa de una también larga tradición de debate. En sus 94 años de existencia y en distintas épocas estuvo marcando el rumbo de las ideas y los discursos del quehacer creativo e intelectual, ¿cómo podría ahora reposicionarse como una revista del pensamiento en Chile y en Latinoamérica, nutriendo la reflexión desde las Humanidades, las Artes y las Ciencias sociales? La pregunta es válida, porque Atenea tiene, sin duda, un lugar en la historia de las ideas y en la historia intelectual de Chile y de América. Y en esta época cambiante en que la globalización de la información nos impone el desafío de ser verdaderamente internacionales y de espíritu mundial, el conocimiento debe seguir siendo localizado (en un lugar y una memoria) y actualizado o actual. Estas son las inquietudes que Atenea quiere plantearse y enfrentar en este periodo en que una nueva conducción institucional enriquece la trayectoria de la Universidad de Concepción.

Los artículos que presentamos aquí ponen de manifiesto distintas formas de realizar investigación, si bien la mayoría se enmarca en proyectos financiados por organismos intra y extrauniversitarios. Casi todos ellos estaban a la espera de su publicación, de manera que hoy se cierra un compromiso que hemos asumido con responsabilidad. En ese sentido, este es un número mixto, que marca una transición en un desarrollo continuado y necesariamente renovado, que mira, como el Jano bifronte, hacia el pasado y hacia el futuro.

La diversidad temática, de áreas de estudio, de métodos, e incluso de géneros discursivos es saludable para la vitalidad de una revista multidisciplinaria como esta. Ello no obsta para que más de alguna línea dialógica pueda trazarse entre las colaboraciones. En efecto, este número de Atenea se compone de diez artículos, que se enmarcan en distintos ámbitos disciplinares: tres participan de los estudios literarios, dos de las ciencias de la educación, otros dos se insertan en las investigaciones sobre historia po lítica, uno en la antropología forense, y dos en el espacio amplio de la so ciología, con sus estudios de imaginarios y de públicos. Algunos artículos están basados en los mismos métodos de trabajo, por ejemplo, los estudios de hemeroteca y archivo, o los de educación, que entregan resultados de sendos estudios cualitativos sobre estudiantes universitarios. También la presencia de las artes visuales y escénicas es concurrente en tres artículos, uno sobre Raúl Zurita, otro sobre los públicos de los museos artísticos, y otro sobre las prácticas pedagógicas de estudiantes de artes visuales. Pero lo que menos queremos hacer es una mirada homogeneizadora, más bien, tendemos puentes dialógicos para que lectores y lectoras realicen los cruces y los trazados que respondan a sus búsquedas investigativas. La revista, nos parece, debe tender a ser cada vez más abarcadora y más integradora.

Las colaboraciones se completan con tres reseñas. La primera se refiere al libro de Martina Bortignon, dedicado a analizar un corpus de poesía chilena en el marco de nuevas perspectivas sobre la marginalidad. La segunda reseña aborda un libro compilatorio, publicado en Francia, que pone de relieve la labor de los cónsules franceses entre los siglos XVIII y XIX como agentes culturales. Por último, la tercera tiene como objeto una rigurosa edición de las cartas del misionero Sigifredo en la misión de Panguipulli, Chile, de 1905.

Ponemos en manos de lectores y lectoras este nuevo número de Atenea, que espera ser un aporte al conocimiento, a la investigación, al estudio y a la lectura, que son los pilares del diálogo académico. Nos complace que, en virtud de ellos, el trabajo mancomunado sea un pilar de esta revista