SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
 número104Petrarca, F. (2019). La ascensión al Mont Ventoux. Madrid: La línea del horizonte ediciones (Cuadernos del Horizonte, 17). 97 pp., ISBN 978-84-17594-15-2Rolnik, R. (2019). Urban Warfare. Housing under the Empire of Finance. Londres: Verso. 256 pp., ISBN 978-1-78873-160-7 índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • No hay artículos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Investigaciones geográficas

versión On-line ISSN 2448-7279versión impresa ISSN 0188-4611

Invest. Geog  no.104 Ciudad de México abr. 2021  Epub 20-Sep-2021

https://doi.org/10.14350/rig.60374 

Reseñas

Trejo Rivera, F y Pinzón Ríos, G. (2019). Espacios marítimos y proyecciones culturales (Historia General: 37). México: Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM, Instituto Nacional de Antropología e Historia. 326 pp. ISBN UNAM 978-607-30-2044-2, ISBN UNAM 978-607-30-2044-2 ISBN INAH 978-607-539-275-2

José Refugio de la Torre Curiel* 

*Departamento de Historia, Universidad de Guadalajara

Trejo Rivera, F.; G., Pinzón Ríos. 2019. Espacios marítimos y proyecciones culturales. Historia General: 37, México: Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 326p. ISBN: 978-607-30-2044-2. ISBN: 978-607-539-275-2.


Le podemos encontrar ahí, intercalado en las historias de los textos sagrados de las grandes religiones monoteístas, en medio de los relatos y los pensamientos consignados en las obras de los pensadores de la antigüedad clásica, delineado por el pincel de numerosos artistas a lo largo de las épocas, y percibido de manera contrastante por cada individuo que se posa frente a él.1 Todo ello da testimonio de la importancia del mar en la historia de la humanidad; así, la conquista de sus inmensidades, la fuerza de este elemento natural, su potencial como vía de comunicación y comercio, o su papel como proveedor de recursos han estado presentes en la sucesión de épocas y sociedades.

Pese a todo ello, “la relación del hombre con el mar” sigue siendo una agenda de investigación relativamente reciente desde el ámbito de las ciencias sociales y humanas; en el caso mexicano, se trata de un proceso de reencuentro después de lo que en alguna ocasión se ha identificado como un “alejamiento conceptual e ideológico”, o una pérdida de “identificación con el entorno marítimo” por parte de aquellos individuos que no experimentamos la cercanía del mar en nuestra cotidianidad (Pinzón y Trejo Rivera, 2015, p. 10). ¿Cómo delinear un objeto de investigación tan amplio? ¿En qué términos acercarse a él? Con estos puntos de partida, Espacios marítimos y proyecciones culturales retoma la serie de trabajos que desde 2008 ha convocado a un grupo de especialistas (mexicanos y de otras nacionalidades) para pensar en esos inmensos cuerpos de agua más allá de su dimensión material, ya no como sitios o fronteras, sino como componentes centrales de procesos históricos y culturales más amplios.2 Dentro de ese plan general, la obra en comento da a la luz las versiones revisadas de algunas de las colaboraciones presentadas en el tercer coloquio de la serie referida.3 El volumen reúne once capítulos de autoría individual precedidos por unas breves notas por parte de las coordinadoras en las que se destacan las ideas de continuidad y creciente complejidad al seguir problematizando el estudio de los entornos marítimos.

Aunque no existe una división formal en la presentación de los capítulos, las coordinadoras han seguido una suerte de ordenamiento geográfico en la organización del volumen, alternando escenarios desde el mar Mediterráneo, pasando por los mares del norte de Europa y el océano Atlántico, hasta terminar con un estudio centrado en algunas islas del océano Pacífico. Quizá valga la pena señalar que esa organización también permite apreciar distintos niveles de abstracción que llevan de lo general a lo particular. Así, aparece primero un conjunto de cuatro trabajos dedicados a las proyecciones culturales acerca del mar (los mares, o el mar océano en abstracto) o de grandes espacios marítimos. En seguida se da paso a las colaboraciones enfocadas en conjuntos o procesos más acotados: se ofrecen consideraciones acerca de los orígenes, derrota y hundimiento de un navío en el golfo de México; se da lugar a nuevos abordajes y cruces disciplinares para problematizar el estudio de la navegación prehispánica y colonial y reconstruir el paisaje marítimo de una región de Veracruz; un par de textos se enfocan en el golfo de California para hacer un llamado a prestar más atención a la relación entre el mar y los grupos humanos asentados en la península de California y el desierto de Sonora, y para reexaminar el tema de la pesca de perlas en ese mismo espacio marítimo en el siglo XIX; la importancia de las rutas comerciales transpacíficas y la navegación costera en la historia de la Alta California de los siglos XVIII y XIX; un estudio de geografía humana se centra en los patrones de poblamiento de cuatro espacios insulares cercanos a la península de Baja California; cierra el volumen un trabajo dedicado a las exploraciones y el comercio español en la ruta de los galeones de Manila, centrándose en específico en las islas cercanas a Filipinas como ejemplo de un espacio marítimo en constante transformación.

Desde las líneas iniciales, esta obra ofrece pistas de lo que eventualmente se convierte en tres niveles complementarios de reflexión: la discusión sobre los elementos constitutivos de la relación entre los seres humanos y la mar, la posibilidad de ampliar nuestro conocimiento sobre dichas relaciones, y finalmente, la pertinencia de nuevos abordajes para estos estudios. En otras palabras, aunque sin señalarlo de manera explícita, se plantean aquí consideraciones de corte ontológico, epistemológico y de método. Cada capítulo retoma a su manera uno o más de estos elementos, pero quizá resulte apropiado señalar que, sin tratarse de desbalance alguno, el libro ofrece estimulantes transiciones y contrastes en los objetivos y la composición de las colaboraciones aquí integradas.

En los primeros cuatro capítulos la atención se vuelca sobre las formas en que el mar ha sido interpretado en la cultura occidental, destacando como problemas fundamentales la comprensión y las formas de transmisión del conocimiento sobre el mismo, temas que por cierto entroncan con una prolífica historiografía sobre la comprensión del mundo en el tránsito de la edad media a la edad moderna.4 Mediante el análisis de cinco textos producidos entre los siglos XI y XV, Martín Ríos encuentra una lenta “transformación en la forma de concebir al mar” (p. 21); para las sociedades mediterráneas, señala, el mar dejó de ser considerado como un espacio indefinido, un elemento indómito y como un camino de agua al ser paulatinamente asociado a actividades humanas en constante expansión. Aunque quizá pueda debatirse la pertinencia del lugar central que en este trabajo encuentra la obra maestra de Botticelli, El nacimiento de Venus, en tanto hito que epitomiza esta transformación, en cambio resulta persuasivo el argumento de que esta misma obra renacentista puede interpretarse como reflejo de la importancia para el siglo XV había adquirido el mar como espacio privilegiado de navegación, frontera entre civilizaciones, y espacio abierto a las exploraciones humanas. En este mismo sentido, Chet Van Duzer encuentra que esas mismas transformaciones que experimentaron las sociedades europeas se tradujeron en una serie de mutaciones epistemológicas acerca del mar;5 el gradual abandono de las visiones negativas que los mitos y tradiciones antiguas reproducían con respecto del espacio marítimo allende las columnas de Hércules, y la incorporación de nuevas noticias sobre riquezas y posibilidades de expansión llevarían a una “nueva concepción del Atlántico” en el siglo XV, lo que sería una parte “absolutamente esencial de la era de los descubrimientos” (p. 38). Un excelente manejo de fuentes cartográficas y textos medievales permite al autor crear una deliciosa secuencia de pasajes e imágenes en los cuales el Atlántico aparece ya como lugar peligroso, o como lugar vacío (despojado de interés y ocupado solamente por legendarias criaturas monstruosas), para posteriormente convertirse en el lugar de ubicación de célebres islas dotadas de recompensas que harían soportables los peligros de una navegación lejana. Por su parte, Carla Lois convierte la discusión sobre la comprensión del mar en un debate sobre nuestra comprensión de lo desconocido, lo no visto, lo imposible de visualizar. La autora problematiza las formas en que el fondo oceánico ha tratado de ser asimilado por la sensibilidad artística y la mirada científica, destacando que, en ambos casos, la inaccesibilidad y la “imposibilidad de visualizarlo” (p. 56) han nutrido hasta la fecha la imaginación científica y artística; el capítulo explora los vasos comunicantes entre ambas concepciones en la cultura occidental moderna y aborda la dialéctica entre lo lleno y lo vacío, las soluciones propuestas para dotar de colorido las inmensidades del mar (el blanco, el verde, el azul), la introducción de curvas de nivel para hacer aparecer las diferentes profundidades del mar, para destacar una inagotable “componente analítica y capacidad heurística que moviliza la inscripción cartográfica de lo desconocido, tanto en la capacidad de formular hipótesis sobre lo no visto […] como en la capacidad de generar una imagen de un paisaje verosímil pero a sabiendas de su imposibilidad esencial” (p. 81). Finalmente, en el trabajo de Rodrigo Alejandro de la O Torres, el océano (en este caso, el Atlántico) es pensado como un continuo de espacios marítimos que se articulan a partir de “múltiples fenómenos medioambientales y sociales, económicos y políticos” (p. 85); al leer los océanos “desde la perspectiva del espacio”, el autor retoma conceptos de geografía (Ortega Valcarcel), de economía política (Wallerstein), y de una abundante literatura interesada en ver el mar no como relleno o extensión de historias de tierra firme, sino como espacio de interacción que puede ser problematizado desde las ciencias sociales. A partir del estudio de un diario de navegación del siglo XVII, el autor muestra que moverse a lo largo del océano Atlántico era una forma de organización de espacios y contextos históricos articulados.

Desde una lectura personal, pareciera que este capítulo funciona como un puente entre las consideraciones más generales y los estudios de caso; pero al hacerlo, queda la impresión de que en la medida que los siguientes capítulos se enfocan más en las posibilidades de ampliar el conocimiento sobre los espacios marítimos y sus proyecciones culturales mediante la incorporación de nuevos métodos de estudio y un diálogo interdisciplinar más fluido, se va cumpliendo una de las metas de la enseñanza y la práctica de la geografía contemporánea: que el trabajo no sea solamente descriptivo, y que desde los cruces disciplinares se cuestionen fundamentos y vengan nuevas concepciones y teorías.6

Estas sensaciones se confirman al leer, por ejemplo, el trabajo en el que Javier López Martín reconstruye la historia y el recorrido de un navío que naufragó en la sonda de Campeche en 1783; con este trabajo, que forma parte de un estudio más amplio de arqueología subacuática, las conexiones entre el Caribe y la Nueva España quedan de manifiesto al documentar las necesidades y los propósitos de la navegación, al destacar la trayectoria de vida de un navío español, y al reparar en las vicisitudes del viaje a través del mar, todo lo cual podía armonizarse o malograrse en función del (des)conocimiento que los pilotos tuvieran de las corrientes marítimas y las profundidades del lecho marino. El interés en la navegación como parte del proceso de “construcción de un paisaje cultural” es reafirmado por Mariana Favila Vázquez en un iluminador ensayo que combina la discusión teórica sobre el “paisaje marítimo cultural”, la recuperación y generación de información sobre la navegación prehispánica y su reconfiguración en la época colonial en la región de los Tuxtlas (Veracruz), y el desarrollo de un “modelo de análisis espacial” (mediante tecnologías de la información para valorar pendientes de terreno y presencia de cuerpos de agua que le permitan discutir el potencial de navegación de distintas zonas). Con ello, la autora trata de trascender los límites actuales de la arqueología subacuática, al tiempo que abona a la comprensión de la conformación de los espacios marítimos a lo largo de diferentes épocas.

El reto del diálogo interdisciplinar es retomado por Víctor Ortega en un ensayo con el que promueve el llamado a estudiar las “culturas marítimas” (p. 195) que históricamente se han desarrollado en interacción con el golfo de California. Aunque conceptualmente el trabajo resulta atractivo, el propósito de alguna manera se desdibuja al limitarse a ofrecer un conjunto de notas sobre diversos temas que podrían tomarse en cuenta al estudiar (desde la arqueología o la antropología) las relaciones entre poblaciones costeras y aquellos ecosistemas; al dedicar algunas páginas a los casos específicos del golfo de California y el Desierto de Sonora no resulta claro por qué se han omitido en este recuento bibliográfico algunos estudios clásicos que antropólogos y etnohistoriadores han dedicado a aquellas culturas, y en el balance general resulta problemático discernir alguna idea de síntesis.

Las últimas cuatro colaboraciones se centran en estudios de caso que desde disciplinas específicas abordan aspectos muy concretos de la relación entre sociedades y espacios marítimos. Desde su relectura de una memoria publicada en 1863 acerca de la pesca de perlas en Baja California, Dení Trejo identifica una compleja mirada que, si bien reconocía la confluencia de elementos humanos, económicos y medio ambientales, sacrificaba empero el balance entre dichas articulaciones en beneficio de las perspectivas financieras de una inversión capitalista. Aunque la autora deja de lado las consideraciones teóricas de otros capítulos en este volumen, mantiene el interés en las articulaciones presentes en un espacio marítimo concreto al destacar la perspectiva proteccionista del autor de la memoria referida, las condiciones en que se realizaba la extracción de las perlas, las características del medio local, y los aspectos cuantitativos de esta explotación. Otro ejemplo de síntesis histórica es ofrecido por Martha Ortega Soto al analizar los contextos de la evolución de una colonización costera en la Alta California y su estrecha relación con las modificaciones de las rutas comerciales que ligaban las actividades en el océano Pacífico con los intereses de las importantes firmas comerciales de la costa este de los Estados Unidos. La consulta de fuentes primarias del AGN y los testimonios recopilados por H. H. Bancroft, además de una selecta bibliografía sobre el periodo estudiado, permiten a la autora destacar la importancia que las actividades marítimas supusieron para la continuidad del poblamiento de la Alta California en las difíciles circunstancias económicas y políticas del siglo XIX.

Israel Baxin Martínez aporta sus reflexiones desde el ámbito de la geografía humana para el estudio del poblamiento de cuatro islas cercanas a la península de Baja California, “enfatizando la huella que las sociedades han dejado en los espacios insulares” (p. 272). En esta óptica, se destacan aspectos cualitativos y cuantitativos de la ocupación humana en pequeños espacios insulares, entendidos como “una isla ocupada para brindar un beneficio económico, o habitada de manera permanente” (p. 274); vale la pena destacar el hecho de que en la conceptualización propuesta por el autor se encuentra también una crítica interesante hacia otras formas de abordar el fenómeno de estudio (por ejemplo, a través de la idea de “maritorio”). De esta forma, la presentación de las islas de Cedros, San Marcos, El Carmen y San José, lleva la lectura en un ir y venir entre el litoral y el espacio insular para considerar aspectos demográficos, procesos de poblamiento (establecimiento de viviendas y servicios), y explotaciones de recursos naturales y minerales. Los recursos metodológicos del autor se enriquecen con las entrevistas y la observación directa en estos lugares, lo que ha permitido robustecer las conclusiones sobre las formas de ocupación de dichos espacios insulares.

Cierra la obra el trabajo de Guadalupe Pinzón sobre las islas Batanes y Babuyanes (norte de Filipinas), en el cual se les analiza como “parte de un espacio marítimo en constante transformación” (p. 305) durante el largo siglo XVIII. En el contexto de las políticas reformistas de la casa de Borbón, las posibilidades de que una zona antes considerada periférica en el extremo norte de las Filipinas (más allá del estrecho de Luzón) se convirtiera en una parte central de la modificación de la ruta de los galeones de Manila alentaron la exploración y el interés por las islas ya mencionadas; la lectura atenta de informes oficiales, así como el análisis de diarios de navegación producidos por representantes de distintas potencias europeas, permiten en este trabajo establecer los puntos de referencia sobre los contextos en que transcurría la navegación en el océano Pacífico y los pormenores de las rivalidades europeas en aquellas latitudes. En tal marco, argumenta la autora, el espacio marítimo de esa parte del imperio español se reconfiguraba en la medida que nuevas formas de entender las corrientes marinas (suponerlas una ventaja en lugar de un peligro) parecían coincidir con la necesidad imperial de desplegar nuevas estrategias para dinamizar y salvaguardar la navegación transpacífica.

Vuelta la última página de este volumen queda la agradable sensación de que esta aventura continuará con nuevos temas, nuevos enfoques, o acaso mediante la ampliación de las investigaciones ya en curso. Cualquiera que sea el caso, se trata de una contribución fundamental que, desde un diálogo multidisciplinar, amplía los horizontes de la comprensión sobre las formas de interacción humana en el espacio, sea este en tierra firme, o allende el mar océano.

REFERENCIAS

Álvarez Suárez, S. (2020). Los conquistadores del siglo XVI, la cartografía del septentrión ignoto y los indios más antiguos del Nuevo Mundo. En J. R. De la Torre Curiel y S. Álvarez Suárez (Coords.) (2020). El gran norte novohispano y mexicano en la cartografía de los siglos XVI-XIX (pp. 38-75). Zapopan y Hermosillo: El Colegio de Jalisco, El Colegio de Sonora. [ Links ]

Álvarez Suárez, S. (1998). Tierras imaginadas, tierras en imágenes: La geografía asiática del descubrimiento. Relaciones. Estudios de historia y sociedad, 75, 61-110. [ Links ]

Delgado López, E. y Caretta, M. N. (2008). Imaginación y cartografía: un estudio sobre el proceso del descubrimiento americano. Cuicuilco, 15(43): 111-136. [ Links ]

Pinzón, G. y Trejo Rivera, F. (Coords) (2015). Introducción. En G. Pinzón y F. Trejo Rivera, (Coords.) (2015). El mar: percepciones, lecturas y contextos. Una mirada cultural a los entornos marítimos (pp. 9-19). México: Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM, Instituto Nacional de Antropología e Historia. [ Links ]

Pinzón, G. (2009). Primer Coloquio de Estudios sobre cultura marítima en México. Investigaciones Geográficas, 69, 154-157. [ Links ]

Platón (1968). The Republic of Plato (ed. y trad., Allan Bloom). Nueva York: Basic Books. [ Links ]

Urroz, R. y Mendoza Vargas, H. (2010). Los mapas de México: situación actual y análisis de las trayectorias. En F. R. de Oliveira y H. Mendoza Vargas (Coords) (2010). Mapas de la mitad del mundo. La cartografía y la construcción territorial de los espacios americanos, siglos XVI al XIX (pp. 19-41). Lisboa y México: Centro de Estudios Geográficos-Universidade de Lisboa, Instituto de Geografía, UNAM. [ Links ]

Vives, J. L. (2000). Los comentarios de Juan Luis Vives a “La ciudad de Dios” de San Agustín. Valencia: Ayuntamiento de Valencia. [ Links ]

1Así, por ejemplo, en La República de Platón el mar aparece como fuente de alimento (Platón, 1968, p. libro II, 363), vía para el comercio (Platón, 1968, libro II, p. 371), o como motivo de leyendas transmitidas por generaciones (Platón, 1968, libro X, p. 611). Sobre la inmensidad del mar y la imposibilidad de conocer lo que se escondía allende el océano escribía, por ejemplo, San Agustín, quien en el siglo V se pronunciaba en contra de la posibilidad de que existiera sociedad alguna en las antípodas del mundo entonces conocido: “En cuanto a la existencia de los antípodas, es decir, de hombres que marcan sus huellas contrarias a nuestros pies por la parte opuesta de la tierra […] no hay razón alguna que nos fuerce a creerlo […, pues] sería demasiado inverosímil la afirmación de que algunos hombres, a través de la inmensidad del océano, hayan podido navegar y llegar a la otra parte, de suerte que también allí se estableciera el género humano procedente del primero y único hombre” (Vives, 2000, libro XVI, capítulo IX, p.1563).

2Esta iniciativa tomaría forma a través del Primer Coloquio de Estudios sobre cultura marítima en México (Ciudad de México, 12-14 noviembre de 2008), convocado por Flor Trejo con el apoyo de la Subdirección de Arqueología Subacuática del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Para una nota muy detallada sobre el encuentro y sobre las problemáticas ahí abordadas, véase Pinzón (2009, pp. 154-157). Del segundo coloquio de esta serie, celebrado en marzo de 2012 en el puerto de Veracruz, se desprendería el ya citado volumen colectivo Pinzón y Trejo Rivera (2015).

3Tercer coloquio internacional. Estudios sobre cultura marítima en México. Espacios marítimos y proyecciones culturales (Campeche, Campeche, 21-23 de octubre de 2015).

4Los capítulos aquí aludidos ofrecen una bibliografía bastante completa y actualizada al respecto, retomando autores clásicos y trabajos recientes editados principalmente en Europa y los Estados Unidos. Desde hace por lo menos dos décadas, en México hay estudios que exploran estas mismas mutaciones, véanse: Álvarez (1998), Delgado y Caretta (2008) y Álvarez (2020).

5Aunque el autor no se refiere explícitamente a dichas “mutaciones epistemológicas”, el capítulo contiene referencias directas a W. G. Randles y otros autores que entienden de esa forma los cambios que la era de los descubrimientos trajo con respecto de las concepciones del mundo.

6Como recuerdan Raquel Urroz y Héctor Mendoza Vargas, “Horacio Capel llama la atención hacia los problemas epistemológicos que sigue sin resolver la geografía como disciplina. Sobre todo, en su dificultad por establecer un diálogo interdisciplinario e integrar ciencias próximas” derivado de su “miedo a perder la función que define al geógrafo en su proyecto científico […] lo que, por lo general consiste en dar una lectura al espacio exclusivamente en su fin práctico, es decir, en la descripción sobre la localización exacta de los fenómenos sobre la superficie terrestre…”. (Urroz y Mendoza Vargas, 2010, p. 22).

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons